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Sociales Martes 23 de Agosto de 2022

El hábito del monje

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Hugo Borgna

Por Hugo Borgna

Algunos conceptos, cuanto más antiguos, más presencia van ganando. Debe ser por la cantidad importante de síntesis que los habita. O por lo punzante de la verdad que expresan.
Mediante el dicho “El hábito no hace al monje”, se trataba de demostrar que la forma de presentar el ropaje no aludía necesariamente a la calidad del contenido; de ese modo muchos que transmitieron mensajes profundos no se presentaban como “monjes” (por lo demás, es mucho más cómodo mostrarse al modo de vestir de los tiempos que se viven).
La emblemática palabra “monje” nos sugiere claramente la figura del pensador aislado del mundo que, desde allí y desde el tiempo, personifica a los respetados habitantes de los templos del Tibet. Es imposible imaginarlos vestidos con lo que llamamos ahora “ropa de calle” o “ropa de gala” según las circunstancias. Con ese modo de presentarse manifiestan la humildad y la profundidad serena como forma de transcurrir.
Si. Es la que imaginan ustedes, lectores: la túnica de un color intenso, pero no atosigante. La variante aceptable en nuestro occidente es la ropa “de calle”, que no debe ser necesariamente “sufrida” para cubrir y proteger adecuadamente las ideas bien elaboradas.
(A todo esto debemos dar ahora por superada una idea paralela: cuando se dice el “hábito” no se hace referencia al “hábito” como sinónimo de costumbre.)
La vida diaria en las transitadas cotidianas calles, con todos los medios de comunicación habidos y por imaginar, ha modificado elásticamente la obligatoriedad de vestirse para la ocasión. Los pensamientos con aspiración de ser verdades pueden decirse informalmente (atención, solo un poco) sin el previsible riesgo de hacerle perder la contundencia al mensaje que aspira a tener vigencia para las generaciones siguientes.
También es cierto que adoptar un modo de expresar sentencioso le otorgue al dicho categoría de verdad oculta recién descubierta.
¿Es necesario cumplir con el vestuario adecuado de la idea para revestir de responsabilidad intelectual al mensaje?
Ahora comienza a deshacerse el nudo y a separarse la apariencia y la realidad. Los que sean considerados respetables deben merecerlo.
A esta altura de lo que llamamos atrevida y pomposamente “civilización”, monjes y hábitos se han mezclado como las dos máscaras del teatro. Se hace necesario comprender que el conjunto humano que llamamos sociedad, debería apoyarse en verdades transparentes y sólidas.
Se precisa que los que exhiban “hábitos” tengan la suficiente capacitación para la función que están desarrollando y responsabilidad en sus actos y dichos. Que, habiendo concretado actos útiles a la comunidad, sientan cabalmente que han cumplido con la obligación a su cargo.
De alguna manera, el dilema de ser o no ser parece estar presente.
Traducido a los días presentes, sería cumplir o no con las expectativas que se han creado en torno a quien tenga a su cargo una función. Aunque no lo veamos, el hábito siempre estará a la vista.
Como el compromiso para todos los ámbitos de ser buenas personas, eficientes y responsables. Sobre todo si somos nosotros los que nos hemos propuesto para la tarea en cuestión.
Tal vez, para completar el panorama, habría que agregar otro concepto básico.
No se ha dicho, pero está implícito en lo que implica cumplir una buena tarea: merecer.
Hacerse digno de la representatividad, eso que siempre está presente.
En pocas -y bien revestidas palabras- ser el hábito y el monje.

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