Por Redacción
El cuerpo es algo demasiado importante para descuidarlo. De hecho, tenemos que cuidarlo para que nos dure toda la vida. Pero no es cuestión de exagerar.
"No hay que hacer del cuerpo un instrumento para potenciar a toda costa, incluso con medios ilícitos. La técnica da muchas posibilidades al manipular la naturaleza, pero implica el riesgo de reducir lo creado a un producto para usar y consumir".
Lo decía el papa Benedicto XIV al recibir en el Vaticano a un grupo de profesores de esquí de Italia, a mediados de noviembre de 2010.
"La técnica, agregaba, enseña a armonizar dimensiones importantes de la persona humana, favoreciendo su desarrollo integral. Con el deporte la persona comprende que su cuerpo no puede ser considerado un objeto, sino que, a través de la corporalidad, se expresa a sí misma y entra en relación con los otros... De este modo el equilibrio entre la dimensión física y la espiritual lleva a no idolatrar el cuerpo, sino a respetarlo".
Más adelante el Papa advertía: "Los progresos en el ámbito científico y tecnológico dan al hombre la posibilidad de intervenir y manipular la naturaleza, pero el riesgo de querer sustituir al Creador y reducir lo creado a un producto para usar y consumir", insistió.
Estas precisiones no hacen más que reafirmar la advertencia contra las tentaciones de imaginar el cuerpo sólo como una máquina, a la que debe mantenerse en el mejor funcionamiento posible para fines determinados. De hecho, muchos hacen del cuerpo un verdadero culto, casi como una nueva religión. En ella, los médicos se transforman en ministros sagrados, atribuyéndoles capacidades que no siempre están en condiciones de concretar.
El cuerpo es esencial al hombre, al menos en este mundo.
Pero no conviene olvidar aquello tan sabio que todos conocemos: "Lo esencial es invisible a los ojos". No nos quedemos en las apariencias.
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