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Sociales Domingo 22 de Enero de 2012

Ciclistas

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Redacción

Por Redacción

Más de un lector habrá vivido la experiencia de ir manejando de noche y encontrarse de golpe con un ciclista que va sin ninguna luz. O incluso tal vez zigzagueando.

Renato A. Grigio, que anduvo en bici desde los 4 años, a los 71 envió una carta a la redacción de un matutino porteño. Quisiera reproducir al menos una parte, dado que no pierde nunca vigencia:

"Queridos ciclistas de todas las edades: Yo sé muy bien que la bici es uno de los elementos más útiles de nuestro mundo y nos da satisfacciones de toda índole, aparte de poseer una extraordinaria ductilidad.

Pero como sucede con tantas otras cosas que nos rodean actualmente, una moda aeróbica y ecológica la ha hecho no sólo proliferar, sino que además la ha hecho rebasar sus cauces naturales e invadir espacios y lugares inapropiados y peligrosos, convirtiendo un juguete inofensivo en un arma letal.

Una bicicleta no pesa más de 5 kilos (y las hay mucho más livianas), puede transportar a un niño que pesa relativamente poco y la usa para divertirse. Pero puede llevar también a un adulto de cerca de 100 kilos sin problema alguno. Esa bici, con ese adulto encima, aunque no pese 100, sino sólo 70, 60 o 50 kilos, más la velocidad que le imprimimos, más el equilibrio que hay que mantener y si, además, circula por una acera hecha para los peatones o por la calle, pero de contramano e ignorando los semáforos, junto con la inercia que trae y unos frenos que muchas veces no son tales, puede producir un desenlace fatal si halla en su camino a un anciano, a una señora embarazada o a un niño, quienes, unos por falta de reflejos, otro por falta de madurez o distracción, no harán a tiempo de evitar la colisión, que puede, a pesar de no ser fatal, provocar secuelas graves, como una fractura craneana o de caderas u otras lesiones...".

Aunque yo hubiera puesto algunos puntos en la redacción de este largo párrafo que acabo de transcribir, he querido conservar su versión original. Por respeto a don Renato, y para que el pensamiento llegue a los lectores tal como lo expresó. En definitiva, lo importante es lo que dice. ¡Y qué bueno hacerle caso!

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