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Sociales Sábado 3 de Agosto de 2013

Casi un cuento

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Teresita Tosco

Por Teresita Tosco

Norma llega a casa a la mañana y generalmente tiene un comentario que hacer del barrio, de la familia, de la noche anterior, de las nietas. Lo que me contó hoy me emocionó y me dio devolvió la ilusión de que los humanos que vivimos por aquí estamos entendiendo y ejerciendo el respeto y la estima que los animales merecen. Lo hacemos de a poco, muy de a poco, como todo buen proceso de aprendizaje esto también llevará su tiempo, pero lo empezamos a hacer, y esto es lo bueno. 

A Norma le había llamado la atención anoche, escuchar por momentos llorar un perro. Se asomó a ver de donde venían los quejidos que cada tanto oía, y percibió en las sombras de la calle que se trataba del perro del vecino de enfrente. Norma sabe que el hombre trabaja y llega tarde, así que pensó que el perro estaba esperando a su amo, quejoso por la demora. Norma entonces se durmió.

Esta mañana temprano lo primero que pensó fue ir a averiguar qué había pasado con el perro del vecino de enfrente. No necesitó cruzar la calle. Al asomarse a la puerta vio a los agentes municipales de la perrera, quienes soga en mano estaban tratando de enlazar al perro, que no lloraba y se resistía al lazo. Ese por lo general es el momento en que se desatan las agresiones verbales contra el “hijo de su madre” que había hecho la denuncia, contra los de la perrera que quien sabe lo que van a hacerle al pobre perro, contra los que tienen perros y los dejan afuera, y así hasta que Dios manda un ángel que pone fin al caos. En este caso fue una chica que vive a una cuadra de ahí y que afirmó que el perro era de ella y que se hacía cargo. Los agentes municipales, a todo esto trataban de explicar que ellos no iban a llevarse al animal sin la autorización del amo, y que de ninguna manera lo iban a matar…

Casi simultáneamente con la chica que afirmaba ser la dueña del perro (por supuesto no era la dueña sino que se hacía cargo para que no lo llevaran, y poder atenderlo ya que el animal estaba herido), en ese momento insisto, también llega una vecina que habitualmente le trae comida a esa mascota ajena, entonces entre la dos llaman por ayuda y despiden a los agentes municipales quienes soga en mano se retiraron en un pequeño vehículo. Dos fueron los profesionales veterinarios que llegaron. Más tarde la vecina que le suministraba la comida, ayudada por su esposo, llevaron adentro al perrito. No está quebrado, recibió un fuerte golpe posiblemente dado por un vehículo en la calle, y nada más. Ya está a salvo ahora de la calle, del dolor y de la muerte. El dueño quien debería haber sido el protagonista de este salvamento, no cuenta con los recursos necesarios para hacer frente a gastos imprevistos como puede ser una atención veterinaria de su perro. Esto me apena mucho. Pensar que hay quienes deben privarse entre otras cosas de la buena compañía que hacen estas criaturas caninas porque el presupuesto no alcanza.

Volviendo al nudo del suceso, pienso que circunstancias similares se deben repetir a menudo y me van a contar muchas más. De esta me acabo de enterar y la quise compartir porque fortalece el alma pensar que la gente necesaria existe y está cerca.

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