Por REDACCION
El 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación del Señor, de este año 2021, noveno de su pontificado, el papa Francisco emitió desde el Vaticano la carta apostólica Candor Lucis Aeternae (Resplandor de la luz eterna), para recordar el VII centenario de la muerte de Dante Alighieri y expresar la voz de la iglesia honrando su memoria. Consta de nueve parágrafos.
En el primero de ellos recupera las palabras de los pontífices romanos del último siglo sobre Dante. En 1921, hace un siglo, con motivo del VI centenario de la muerte, Benedicto XV conmemoró el aniversario con una carta encíclica, e impulsó los trabajos de restauración de la iglesia de San Pedro Mayor de Rávena, llamada popularmente de San Francisco, donde se celebró el funeral de Alighieri y en cuyo cementerio fue sepultado. En 1965, al VII centenario de su nacimiento Pablo VI donó una cruz dorada para enriquecer el templete ravenés donde se encuentra la tumba de Dante, hasta ese momento desprovista de tal signo de religión y esperanza. También reconoció el fuerte vínculo entre la iglesia y Dante Alighieri, con la Carta apostólica Altissimi Cantus. Juan Pablo II en muchas ocasiones incluyó partes de la obra del sumo poeta en sus discursos. Benedicto XVI con frecuencia sacó de su obra puntos de reflexión y meditación. Por ejemplo, en su primera encíclica Deus Caritas Est, partía justamente de la visión dantesca de Dios, en la que “luz y amor son una sola cosa”.
En el segundo, hace referencia a la vida de Dante, paradigma de la condición humana. Dante nació en 1265 en la ciudad de Florencia, donde se casó con Gemma Donati y concibieron cuatro hijos. Con el tiempo se encontró implicado en el conflicto de güelfos y gibelinos y por razones políticas debió caer en la dolorosa condición de exiliado. La última etapa de su exilio fue Rávena donde murió la noche del 13 al 14 de setiembre de 1321, a la edad de 56 años. La dolorosa peregrinación de una ciudad a otra en busca de refugio y apoyo constituyen la inspiración de su obra poética y representan su condición existencial.
El tercero se refiere a la misión del poeta. Considera que Dante a pesar de su decepción y desaliento se transformó en el poeta de la esperanza que tiene como meta final la felicidad, entendida como plenitud de vida en la historia y como bienaventuranza eterna en Dios.
En el cuarto parágrafo considera a Dante como cantor del deseo humano. En la Divina Comedia, el itinerario de Dante guiado por el gran poeta latino Virgilio, es realmente el camino del deseo y de la necesidad profunda de cambiar para poder alcanzar la verdad y la felicidad con el objeto de mostrárselo a quien se encuentre como él, perdido en una selva oscura.
En el quinto se refiere a Dante como el poeta de la misericordia de Dios y de la libertad humana. Dante considera que el mayor don que Dios le ha dado al hombre es la libertad, que no es un fin en sí misma, sino la condición para ascender continuamente hasta tocar el cielo y alcanzar la plena felicidad.
En el sexto se refiere a la imagen del hombre en la visión de Dios. En el séptimo destaca la presencia femenina en la Divina Comedia y menciona cómo Virgilio anima a Dante para que siga adelante porque tres mujeres interceden por él y lo guiarán: María, Madre de Dios, figura de la caridad; Beatriz, símbolo de la esperanza y santa Lucía, imagen de la fe. En el octavo muestra que hay una profunda sintonía entre San Francisco y Dante.
Finalmente, en el parágrafo nueve insta a acoger el testimonio de Dante Alighieri y nos dice que en este particular momento histórico, marcado por tantas sombras, por situaciones que degradan a la humanidad se debe dirigir una mirada a la obra magistral de Dante, profeta de esperanza y testigo del deseo humano de felicidad, porque nos puede ayudar a avanzar con serenidad y valentía en la peregrinación de la vida.
Colaboración del Centro Toscano de Rafaela
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