Por Redacción
En ambientes españoles y latinoamericanos es ya clásica la imagen de agrandados que tienen los argentinos (aunque en realidad se trata más bien de los porteños; o, más exactamente, de muchos). Se dice que el mejor negocio que puede hacerse es comprar a un argentino por lo que vale y venderlo... por lo que cree que vale.
Exagerada o no, esa es la imagen, a pesar de cómo nos van las cosas. Se trata, en definitiva, de una autoestima deformada o exagerada, si preferimos.
Hace tiempo ya me referí, a cómo debe ser la autoestima bien calibrada: un razonable amor a sí mismo. ¿Qué no es verdadera autoestima? Recurro a una nota de José Vicente Bonet ("La autoestima", revista CONSUDEC Nº 894) donde aparecen datos para tenerse en cuenta:
"* No es creerse el ombligo del mundo y mirar al resto de los mortales por encima del hombro.
* No es pensar que uno es superior a otros en dignidad.
* No es tratar a los otros como si fueran escoria.
* No es tener una imagen exageradamente positiva de sí mismo.
* No es sentirse en la gloria cuando se triunfa y en el infierno cuando se fracasa.
* No es preocuparse sólo de sí mismo sin pensar en los demás.
* No es dedicar tiempo y energías desmesuradas maquillando la propia imagen para deslumbrar a los demás.
* No es acaparar el centro de atención de un grupo sin dar oportunidad a que otros también puedan participar.
* No es prepotencia o autoritarismo a costa de los más débiles.
* No es aprovecharse de la impotencia o las necesidades de los otros.
* No es imponer las propias opiniones como si fueran verdades indiscutibles.
* No es meramente 'ser triunfador' si no se sabe 'ser perdedor '...".
Estos son algunos flashes que pueden ayudar a descubrir lo que 'debe ser' a partir de lo que 'no debe ser’.
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