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Región Lunes 18 de Abril de 2022

"El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos"

Así lo afirmó en la homilía del Domingo de Pascua el padre Fernando Sepertino, párroco del Templo parroquial san Carlos Borromeo.

REDACCION

Por REDACCION

SUNCHALES (De nuestra Agencia). -  En esta ciudad se cumplieron las celebraciones por Semana Santa con la presencia masiva de creyentes, tanto en el Vía Crucis, pidiendo por la paz, la Vigilia Pascual y en las misas de Pascua.
Difundimos a continuación la homilía de Pascua  pronunciada por el párroco de la Iglesia San Carlos Borromeo, padre Fernando Sepertino.
Siguiendo a monseñor Nannini, este primer relato de la Resurrección es una clara invitación a la fe.
El texto se concentra en presentarnos un sepulcro vacío y la fe del discípulo que Jesús amaba. Pero esta sobriedad no deja de presentar elementos muy significativos para sugerir al lector que lo relacionado es un evento que ha tenido lugar en el primer día de la semana y del cual han usado tres discípulos muy significativos para Jesús y para la primitiva comunidad cristiana.También este evangelio nos presenta claramente la distinción entre el ver y el creer. María Magdalena, la enamorada que va primero,  muy de madrugada, al sepulcro, y vio que la piedra había sido sacada y que el sepulcro estaba vacío. El discípulo amado es el primero en llegar al sepulcro, se asomó y vio las vendas de lino en el suelo. Pedro llega después y ve las vendas de lino, al igual que el discípulo amado, pero descubre también que el sudario está enrollado aparte, lo que llama la atención 
de Pedro, pues cuando se roba un cadáver no se deja este indicio. Y justamente este "signo" le permite "ver" a Pedro que allí  sucedió algo extraño.Al final entra al sepulcro el discípulo amado que vio y creyó.
En este relato vemos cómo la búsqueda de los signos para creer en el Resucitado es diversa y según los temperamentos o mentalidades.Pero todos, si están verdaderamente en la Iglesia, tienen en común el anhelo de la presencia  de Jesús; y todos se ayudan recíprocamente para buscar juntos los signos de esta presencia y comunicárselos.
Con una mirada atenta vemos que en el mundo bien y mal; gracia y pecado; alegría y tristeza; egoísmo y amor; consolación y desolación;vida y muerte están en lucha permanente.Justamente la cuaresma es una constante invitación a tomar conciencia de esta lucha y a tomar partido en ella, a comprometerse en el combate por el bien, la gracia, la vida en Dios. La buena noticia de la  Pascua es que en esta lucha o combate por el bien, la verdad, la justicia, la gracia y la vida en Dios, ya hubo un vencedor: ¡Jesucristo ha Resucitado!
La esencia de lo que creemos los cristianos puede proclamarse diciendo que Cristo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación. Es el misterio pascual donde Cristo surge victorioso sobre el mal, el pecado y la muerte.
El viernes santo quedamos en la oscuridad por la muerte de Cristo. Expectantes porque el Señor anunció su resurrección, pero todavía en la oscuridad y con fuerte sabor a derrota. Si nos quedásemos sólo con esto, como le pasó a los discípulos de Emaús, lo mejor será que "apaguemos la luz" y nos volvamos a nuestro pueblo.Porque de quedarnos sólo con la muerte de Cristo en la cruz, tendríamos que aceptar el triunfo del mal, la victoria del pecado, el reinado de la muerte. San Pablo  es todavía más categórico: " y si Cristo no resucitó es vana  nuestra predicación y también vana la fe de ustedes". O sea que todo se vacía de sentido:  la predicación apostólica y la respuesta de los hombres que es la fe.
"Pero Dios lo resucitó de entre los muertos" rezan las primeras confesiones de fe de los apóstoles que nos trae el libro de los Hechos. Es la esencia misma de nuestra fe cristiana, como ya lo afirmaba san Agustín: " la fe de los cristianos es la resurrección de Cristo".Cuando el Padre resucitó a Jesús, al mismo tiempo venció a la muerte, derrotó al mal y al pecado con su condena. La resurrección es entonces la victoria de Jesús, su triunfo final... y también el nuestro.¡Aquel que había sido crucificado ha resucitado!Todas las preguntas, las vacilaciones y los miedos son disipados por esta revelación.El resucitado nos da la certeza de que el bien triunfa siempre sobre el mal,  que la vida vence siempre a la muerte, y nuestro final no es cada vez bajar más abajo, de tristeza en tristeza,sino subir a lo alto. El Resucitado es la confirmación de que Jesús tiene razón en todo, en el prometernos la vida más allá de la muerte y el perdón más allá de los pecados".
Este el misterio que hay que creer, que hay que contemplar. Necesitamos una fe enamorada como la de María Magdalena- la que estaba al alba junto a su tumba- para descubrir esta nueva Presencia del Señor Resucitado en medio nuestro, en nuestra vida. No podemos ya buscar a Jesús entre los muertos pues está vivo, ha resucitado.Quienes nos encontramos con Él en alguna vuelta de la vida, tenemos la certeza de que está vivo, que camina junto a nosotros y que de diversas maneras busca comunicarse con nosotros. Es algo muy extraño lo que nos pasa con la fe en Cristo Resucitado. Mirada desde afuera parece una locura. Vivida desde adentro es algo maravilloso, es una certeza que no podemos explicar del todo, pero que llena de alegría el corazón, de luz la inteligencia y de fuerza la voluntad.
Jesús resucitó y con él resucita nuestra esperanza y creatividad para enfrentar los problemas presentes, porque sabemos que no vamos solos. Celebrar la Pascua es creer que Dios irrumpe y no deja de irrumpir en nuestras historias, desafiando nuestros "conformantes" y paralizadores determinismos.Celebrar la Pascua es dejar que Jesús venza esa pusilánime actitud que tantas veces nos rodea e intenta sepultar todo tipo de esperanza. El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos. Después de haberlo encontrado, invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida. Hay tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar el Resucitado con la vida, y mediante el amor; si no es así seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo.

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