Por Redacción
Por Diego Dillenberger
Un partido de golf, unos whiskies al atardecer: esas fueron las herramientas “secretas” que usó en los 80 el agente francés de inteligencia Jean-Yves Ollivier -con el seudónimo de Monsieur Jacques- para lograr la hazaña de conseguir la paz entre Sudáfrica y Angola y, unos años más tarde, derribar al régimen del apartheid de Pretoria.
Sus incansables pero discretas acciones de relaciones públicas en el sur de África quedaron fantásticamente retratadas en el multipremiado documental de 2013 Complot para la Paz (Plot for Peace), del director español Carlos Agulló.
La peli está en las plataformas de streaming y se le podría recomendar al presidente Javier Milei o a cualquier otro político que la vea: líderes que se la pasaban insultando y escalando acciones bélicas lograron entrar en confianza y hacer las paces. Solo se trataba de mantener una buena comunicación personal y sentarse a conversar y dejar de tirarse bombas.
PARECE IMPOSIBLE,
PERO NO LO ES
No hay inversor que no se esté preguntando desde la semana pasada si vale la pena invertir en un país en el que sus líderes se declaran la guerra y escalan su confrontación o si es mejor esperar a ver qué pasa.
Las bombas con las que se tiran hoy en la Argentina son más simbólicas que las de los conflictos bélicos en el sur de África, pero no menos dañinas para los argentinos: el Presidente acusa a los gobernadores de haberse confabulado para desestabilizarlo en el Congreso para impedir sus planes de reformas, y los amenaza con vengarse con recortes de fondos que pueden resultar muy dolorosos para sus electorados locales -que no son otra cosa que los mismos argentinos que después votan en elecciones presidenciales-.
El campo de batalla esencial del presidente es X, su red social favorita, que se hizo famosa con el nombre de Twitter. Entre posteos propios y “retweets”, Milei suma en sus días más furiosos más de medio millar de declamaciones, y los expertos en comunicación tienen un mensaje muy claro: le convendría entregar su acceso a las redes para que las manejen expertos.
QUÉ DICEN LAS ENCUESTAS
Una encuesta a un panel de 97 profesionales argentinos de comunicación es contundente: tres de cada cuatro creen que el abuso de Twitter por parte del Presidente es “peligroso” para su propia capacidad de gobernabilidad, y dos tercios asegura que al gobierno no le van a alcanzar las redes sociales para defender públicamente el mega-DNU y la malograda ley Ómnibus ni ninguna otra reforma estructural imprescindible para sacar a la Argentina de su crisis crónica. Los expertos, convocados al sondeo por la revista 'Imagen', consideran que el gobierno precisa pasar a otro estadio en su comunicación.
Una nube de palabras sobre la comunicación del presidente elaborada en base a las calificaciones del panel de expertos para esa revista especializada es elocuente: “Desastre, improvisada, pobre, adolescente, inexperta, confusa”, y siguen los calificativos. Los adjetivos negativos superan diez a uno a los positivos.
Los expertos coinciden en que el gobierno no está distinguiendo bien entre comunicación de campaña electoral de la de gobierno.
Apenas el 20 por ciento de los profesionales de comunicación y asuntos públicos sostiene que el uso de Twitter le aporta al Presidente “autenticidad”, que es uno de los aspiracionales de la comunicación moderna para mejorar la imagen de candidatos y líderes políticos. ¿Si así ganó las elecciones, por qué habría de cambiar ahora? preguntan desde las filas de las “fuerzas del cielo”.
Algunos remiten a que Donald Trump, en su presidencia también sufría “compulsiones twitteras” nocturnas, similares a las que tuvo Milei desde Israel, cuando prometió vengarse de los gobernadores que no apoyaron la ley Ómnibus quebrándolos financieramente.
La diferencia: Trump tenía el respaldo de todo el Partido Republicano y podía conseguir leyes en el Congreso con facilidad. La Libertad Avanza de Milei tiene apenas el 15 por ciento de la Cámara de Diputados y el 10 por ciento del Senado: el Presidente está obligado a hacer alianzas para poder conseguir leyes. La vía del DNU no alcanza, como quedó demostrado con el capítulo laboral, ahora empantanado en la Justicia.
LA REFORMA LABORAL
Y EL REFERÉNDUM
Milei prometió que en sesiones ordinarias -a partir del 1 de marzo- iba a presentar un proyecto de ley con una reforma laboral. Pero horas después vino el traspié de lo que quedaba de la ley Ómnibus: sin una reforma laboral que facilite contratar personal a las empresas es inimaginable poder cortar significativamente el gasto público, que se va casi todo en empleo estatal, planes sociales y jubilaciones que no tienen una contrapartida de aportes previsionales suficientes.
¿Le sirve a Milei retwittear memes insultantes hacia la Unión Cívica Radical, cuando la mitad de los diputados radicales lo acompañó votando su Ómnibus? ¿No acerca más a sus aliados a las filas del enemigo? ¿No es más conveniente tirarles las bombas al enemigo y con los potenciales aliados compartir unos whiskies?
Durante los primeros días de su mandato, el Presidente jugó con la idea de convocar a un referéndum para que el electorado avale sus propuestas, si “la casta” se negaba a acompañar sus reformas. Milei está convencido de que tiene una suerte de mandato del 56 por ciento que obtuvo en el balotaje de noviembre.
Pero el Presidente se olvida que el Congreso se renovó parcialmente en las elecciones presidenciales de octubre, que el libertario perdió frente a Sergio Massa. De su 30 por ciento original, saltó al 56 por ciento con gran parte de votantes que fueron a las urnas más en contra de Massa que a favor de él.
Ahora, desde el oficialismo estarían dando marcha atrás con esa riesgosa apuesta a todo o nada: ¿cómo seguiría gobernando Milei, si no ganara ese referéndum?
Las encuestas parecen estar convenciendo al gobierno de que una consulta popular puede ser un suicidio. En diciembre, la Universidad de San Andrés medía la aprobación de gestión en 54 por ciento, muy cerca del resultado electoral del balotaje. En enero, el equipo de opinión pública de esa universidad medía un empate en 48 por ciento.
MALAS NOTICIAS SIN
LUZ AL FINAL DEL TÚNEL
La semana pasada la consultora D’Alessio IROL Berenzstein ya mostraba que las curvas se cruzaron, y ahora la desaprobación supera a la aprobación por 50 a 47 por ciento: solo con ajuste y sin reformas estructurales de fondo, el electorado por ahora solo siente el sabor amargo del remedio sin poder gozar de ningún alivio. Si el ajuste esta vez lo iba a pagar solo la política y “la casta”, las encuestas están mostrando que la percepción de la opinión pública es bien diferente.
Para peor, toda la comunicación de Milei se viene centrando en dar malas noticias sin la “luz al final del túnel” para regenerar la esperanza que lo llevó al triunfo electoral. Prometió que la Argentina sería una “potencia”, pero dentro de 35 años y que, por ahora, vendrían 24 meses de estanflación.
Sin referéndum, el Presidente está obligado a buscar alianzas o -incluso- a hacer un gobierno de coalición para obtener sustentabilidad política. ¿Puede lograr esas alianzas con el actual estilo confrontativo de comunicación?
En la misma época en la que caía el régimen del apartheid en el sur de África, aquí nomás el presidente Carlos Menem -tan admirado por Milei- exhibía su cintura política negociando restricciones presupuestarias con gobernadores pedigüeños. Los invitaba a comer sus legendarios asados a la quinta presidencial de Olivos, les daba amistad y confianza y los trataba como amigos.
Los jefes provinciales volvían a sus capitales contentos por el buen trato y la amistad del Presidente y declaraban a la prensa que había sido un rotundo éxito su reunión en Buenos Aires. Pero la mayoría de los ítems de sus listas de reclamos y pedidos había quedado sin tildar. (Fuente TN)
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