Por Redacción
Por Alejandro Cancelare
“La gente no nos quiere más… Le hicimos mucho daño, no cumplimos con nada de lo que le prometimos”, expresó, la semana pasada, Juan Zabaleta en un extenso reportaje en el que puso el foco en la aún pendiente discusión interna que tiene que darse el kirchnerismo peronista que supo pasar desde el menemismo furioso hasta el kirchnerismo extremo sin ningún tipo de preocupación moral ni ideológica.
La semana pasada, múltiples encuestas también reflejaron otra cosa adicional a lo expresado por el exministro de Desarrollo Social del gobierno del Frente de Todos. Tanto Jorge Giacobbe como Tinargen mostraron que el apoyo social al gobierno de Javier Milei sigue orillando el 50% de la población, con picos del 56%, lo mismo que obtuvo en el ballotage, sobre su lucha contra la casta o algunas medidas económicas y muy bajas cuando se pregunta la percepción personal de esos mismos encuestados sobre su futuro inmediato.
En síntesis, la gente “banca el ajuste”, de la misma manera que apoyó eufóricamente los primeros años de las gestiones del nuevo "prócer" Carlos Menem o Néstor Kirchner, a los que siempre destacan su “primera gestión”. ¿No fue esa “primera gestión” la que sentaron las bases de lo que hicieron después?
Los trabajos sociales también experimentan otro dato contrastable. Que Javier Milei ya empieza a consolidar un público propio, fuerte, intenso, de las mismas características que las que tuvo hasta hace muy poco el kirchnerismo. Para este nuevo factor social, “harto de todos”, Milei es una reencarnación de sus propias broncas y frustraciones y no les provoca ningún contrapunto que la máxima autoridad de la Nación se comporte como un ciudadano común.
“Si Lali Espósito lo criticó por qué él no puede hacerlo”, expresan sin distinguir las tremendas categorías que hay entre una artista popular y un jefe de Estado. Sin embargo, el último episodio con respecto de los sueldos de los legisladores y del propio presidente de la Nación es el que más remarca la anulación del análisis crítico para defender “todo a libro cerrado”, tal cual se quejaba ese mismo público sobre lo que hacía el kirchnerismo y el peronismo en todas sus formas.
Este periodista tuvo la oportunidad de participar de dos reuniones con familiares y amigos, en un caso, y otros conocidos más lejanos, en otro momento del fin de semana. En ambos encuentros se notó nítidamente una diferencia importante entre lo que piensan de Milei las mujeres, mucho más analíticas y desconfiadas de varias de sus posturas, de los hombres, que simplifican todo en que “pareces ya un Kuca”, por una supuesta afiliación kirchnerista.
La dicotomía es entre “kuca” o “gorila”. No hay término medio. Esa intensidad termina invisibilizando cualquier tipo de consideración crítica. No hay margen para “apoyo el rumbo pero no las formas”. Nuevamente, son las dos cosas o nada.
Haber puesto el retrato de Carlos Menem, ese mismo que buena parte de la población detestaba por corrupto, no es ofensivo sino un hecho más del cambio de época. “Bueno, al tipo se le cantó ponerlo al lado de San Martín y Belgrano, bueno, por algo lo puso”, es la explicación escuchada.
También aprueban que haya decidido dar marcha atrás a su propio aumento salarial, firmado por él mismo el 28 de febrero. “No se dio cuenta”, dicen, y aplauden su revisión. ¿Cómo puede ser que un presidente firme algo sin que nadie le indique qué está bien y qué puede estar mal?. Eso tampoco es motivo de crítica o análisis. Esa misma población, que en su vida personal revisa cada factura o pago que debe hacer, y mucho más los contratos que firma, al presidente le eximen de hacerlo porque “se retractó”.
“Es como si vos hubieses firmado la venta de tu vivienda sin consultarlo con tu esposa porque una secretaria te lo puso en el escritorio”, le expresé, ya indignado al extremo. “Pero se arrepintió”, insisten desde el mundo de los libertarios fanatizados. No entienden que el hecho administrativo ya está hecho y revertirlo tendrá un costo, ya sea en la burocracia, por el tiempo que se perderá dar marcha atrás con eso, o en dinero, si se trata de un convenio comercial privado.
De la negación de los errores y los exabruptos aprobados al presidente Milei a episodios como “gente contando plata” de La Rosadita o “los bolsos en el convento fueron un armado de Macri”, ¿cuánta distancia existe?. Los que defienden al presidente y lo reivindican en su tarea refundadora y lo consideran un “no político” sostienen que la diferencia es “que no roba”.
“Son pavadas comparadas con los otros”, dicen y no se apartan ni un centímetro de ese pensamiento, en donde las formas no tienen nada que ver con el fondo. En definitiva, y volviendo a la expresión de Zabaleta, Unión por la Patria hizo las cosas tan mal que ahora todo parece trivial aunque revista una gravedad social y humana similar a la que se discutía en la época K.
"Milei no salió de un repollo. Lo fuimos armando todos, con mayor o menor responsabilidad por los fracasos del pasado y fue la expresión más genuina del hartazgo social", repite Giacobbe. En esa realidad, donde la gente actúa de gente, no hay tiempo para matizar lo bueno con lo malo sino termina siendo, como lo diría Sergio Massa, "por sí o por no". "Pasta o Pollo". Los que se sienten "ganadores" de esta elección no van a ceder un centímetro en reconocer los aciertos del gobierno por más que en el medio estén dejando las huellas de la desmesura y la irracionalidad. Como pasó antes, como pasa siempre. (Fuente www.mdzol.com)
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