Por Edgardo Peretti
Desde el tiempo más lejano, cuando el hombre inició la natural actitud de relacionarse con sus pares, las formas se fueron acomodando sistemáticamente al paso de los siglos. Como algo indispensable para evolucionar. Mucho después Denis McQuail sostendría que “la verdadera historia de los medios de comunicación modernos comienza con el libro” (1). Y algo de razón tiene.
Angel Benito, apasionado estudioso del tema de la Comunicación nos aporta el sustento básico para avanzar en esta sinopsis, al ubicar cinco puntos (en 1982) como pilares: 1) la transmisión de las noticias, desde el correo a caballo hasta el teléfono y anexos; 2) la evolución en el arte de imprimir, 3) el desarrollo de los medios electrónicos audiovisuales, 4) la conversión del periodismo en empresa económica y 5) el desarrollo total de la sociedad. (2)
Tanto pasó y tantas formas -gestuales, sonoras o visuales- se dieron hasta que un día la práctica se convirtió en ciencia u objeto de estudio abordado desde las más diferentes ópticas, métodos y técnicas.
Por razones de lógica economía discursiva, nos ubicaremos a finales de la década del sesenta del siglo veinte y principios de los setenta para encontrar una conceptualización uniforme, lo que no quiere decir que sea certera y, mucho menos, aceptada.
Intentaremos aquí partir de la base de la información, término que sintetizaba el hecho de poner en conocimiento de otro (u otros) un determinado hecho, ocurrido o futuro, con vértices exactos y veraces, al menos en su intencionalidad primigenia.
Así como la “noticia” tenía su origen en las “notitias” (SIC) que se exponían en las calles de la vieja Roma para dar a conocer alguna novedad, la información toma cuerpo de estilo y forma práctica del método. En una primera definición citamos que "informar" es dar a conocer.
El sistema funcionó durante mucho tiempo, pero con el crecimiento, evolución y crecimiento sistemático de los medios y formas, en poco tiempo ya planteaba la convivencia con otro: Comunicación.
¿Qué era esto? ¿Una evolución? ¿Una forma generosa de informar?
Académicos y usuarios de la lengua en su aplicación social consideraron que la Comunicación aportaba mayores datos de los que podía entregar una Información; más precisiones, más posibilidades al receptor de conocer y, fundamentalmente, una interacción donde esto se nutría de mayores elementos que le permitían no solo conocer, sino también analizar con más argumentos lo que se estaba entregando. Ricardo Noseda menciona (en 1973) que “la comunicación propiamente dicha es la relación intersubjetiva que se establece entre un ser y otro a través de un proceso dialógico y circular, en que cada uno de los interlocutores asume alternativamente el papel de emisor y de receptor”, y que “la sola transmisión de mensajes de un emisor a un receptor no es comunicación sino información”. (3)
A esta altura de la historia lo enunciado precedentemente logró convivir en una no siempre armoniosa relación. No se conocían vencedores en la disputa, no solo porque los argumentos hasta aquí expuestos eran por demás claros, sino porque no había mucho más espacio para agregar consideraciones.
Además de esto, la tecnología fue haciendo de las suyas y la llegada, arrolladora e impiadosa por cierto, de las nobeles herramientas no solo convirtieron en anacrónico el debate, sino que de un día para otro le decretaron su final con la aparición del nuevo rey de la tierra: la Data.
Etimologías y demás
Data, proviene de una conjugación del latín, “datum” que significa “dar”, en tanto que en algunos sitios de América del Sur se aplica como adjetivo referido a la antigüedad de tiempo transcurrido. Por su parte, la Real Academia Española la define como “nota o indicación de lugar y tiempo en que se hace o sucede algo”, como primera acepción, mencionando además como ”forma de principio y fin de una nota documento”.
Tendremos que aplicar esto a una forma menos conceptual o pragmática del caso. En la era de la hiper comunicación humana, la Data es todo aquello que cada usuario, consciente o inconscientemente, entrega al sistema público y sin límites de las redes virtuales que pululan en el universo bajo el poco acreditable nombre de “redes sociales”.
Nadie oculta nada. Todos dicen todo y algo más. No es necesario obligar a nadie a que brinde sus “datos” a una comunidad imposible de mensurar en distancia o espacio. Están en la red de redes donde reina la impunidad y gobierna el desorden, aunque todos ellos bajo el mando de un poder que nadie conoce pero al cual se someten, quizás sin saberlo.
El filósofo coreano Byung-Chul Han sostiene que “la actual fiebre por recopilar datos no solo afecta a todo el planeta sino que es la expresión de una nueva fe, que se podría llamar ‘dataismo’ (1), lo cual nos lleva “al mismo tiempo, a flotar en una extraña sensación de sinsentido y nos lanzamos a la hiperactividad y la hiper comunicación”.
“De los simples datos -continúa el académico-, por muy abundantes que sean no surge ningún conocimiento. Los datos no dan respuesta a las preguntas que van más allá del rendimiento y la eficacia. Los datos son ciegos.
“Nos comunicamos intensamente, casi compulsivamente. Un hueco en la comunicación nos parece insoportable. Revela un vacío que hay que llenar con más comunicación, con más información”.
“El mundo entero -concluye- se desintegra en datos, al mismo tiempo que nosotros perdemos cada vez más de vista contextos mayores y superiores”.
Conclusiones propias
Una recorrida por la biblioteca nos deja, hoy, ante la obligación -no ya la alternativa, pues no hay sitio para ello- de legitimar lo histórico como sustento fáctico, pero también de incorporar al análisis las consecuencias que exponen los filósofos. Estos, por imperio de la realidad, han reemplazado a los analistas de la comunicación a partir de la preponderancia que asumen las nuevas realidades tecnológicas.
¿Vale la pena separar los significados de informar o comunicar cuando los caminos del aporte son tan transitados? Nadie guarda nada, todos ofrecen su corazón y su intimidad a las redes y alguien -seguramente- sacará provecho de ello, sea para beneficio propio o para delinquir; jamás para el bienestar común.
(1) Deis McQuail, “Introducción a la Teoría de la comunicación de masas”, Paidos Comunicación, Barcelona 1983.
(2) Angel Benito, “Fundamentos de la Teoría General de la Información”, Ediciones Pirámide, Madrid 1982.
(3) Ricardo Noseda, “El libro y la comunicación social”, Editorial Troquel, Bs. As, 1973.
4) Byung-Chul Han, “Capitalismo y pulsión de muerte”, Herder Editorial, Barcelona 2023.