Por José Angel Di Mauro
No necesitaba el Gobierno de Javier Milei el triunfo avasallante de su amigo Donald Trump para celebrar una gran semana, pero ese resultado fue sin dudas la frutilla del postre.
El jueves, el mandatario anunció ante empresarios que “la recesión ha terminado”. Al día siguiente, el vocero presidencial apuntaló con datos esa aseveración: la industria creció 2,6% respecto al mes previo, mientras que la construcción lo hizo en el 2,4% en el mismo período; las compras por el Cyber Monday crecieron un 35% respecto al año pasado; en agosto y septiembre creció el empleo privado por primera vez desde septiembre del año pasado; en octubre, las ventas minoristas de las PyMEs subieron un 2,9% respecto al mismo mes del año pasado; las exportaciones de carne vacuna acumularon el nivel más alto de los últimos 57 años en los primeros nueve meses de 2024.
Respecto de la elección en USA, por una vez el presidente se cuidó de excederse en la previa. Si bien se sabía bien de su afinidad y favoritismo por el magnate, optó por aguardar los resultados sin estridencias. Y cuando se conoció la victoria de Trump, que en la Rosada y luego en Olivos palpitaban Milei y compañía por los resultados que iban trascendiendo desde antes de la medianoche, el presidente dio curso a su alegría en las redes, igual que sus seguidores. Eso sí, no hubo fuegos artificiales desde la Rosada, como aviesamente se quiso instalar a través de una fake news que tuvo recorrido corto: inmediatamente después de que Milei felicitara a Trump por su victoria, comenzó a circular un video mostrando la supuesta celebración, aunque después se supo que la imagen era del 10 de diciembre de 2019, cuando la asunción de Alberto Fernández, hoy “preso” en Puerto Madero.
Tiene derecho Milei a ilusionarse con un futuro mejor con Trump en la Casa Blanca. El presidente electo el martes pasado ha demostrado que puede ser generoso con quienes valora. La generosidad vale si se mide en dólares, y según imagina y comenta Carlos Ruckauf –ex vicepresidente/gobernador/canciller, hoy devenido en analista político-, representaría unos 14.000 millones de dólares. Que no saldrán de los bolsillos de los carpinteros y plomeros yankees, como ironizaba Paul O’Neill, secretario del Tesoro de George W. Bush cuando le soltaron la mano a Fernando de la Rúa, sino del FMI. Resultantes de los 11 mil millones que quedaron pendientes del aporte a Mauricio Macri en 2018, que Alberto Fernández rechazó, más otros 3.000, para llegar a la suma que según Milei se necesitarían para salir del cepo. Veremos.
Más allá de una colaboración de ese tipo muy probable -está claro que el gobierno argentino podrá contar con los buenos oficios de la futura administración republicana-, la vuelta del amigo americano al poder podría no ser tan favorable económicamente. Bien podría sacarse la duda Milei consultando a Macri y que éste le cuente qué tan beneficiosa resultó para él la llegada de Trump al poder en 2016. Podría llevarse una sorpresa. Lo ayudó mucho, sí, pero el balance no sería positivo.
Es sabido que en 2016 la administración Cambiemos había apostado a los demócratas, al punto tal que al ganar el candidato republicano, Marcos Peña reconoció que el resultado generaba “incertidumbre”. Hubo tres factores externos que complicaron a esa administración. El primero, la crisis brasileña que se llevó puesta a Dilma Rousseff, afectando gravemente a la economía de nuestro principal socio comercial. Buena parte de la crisis argentina se debió a la de nuestros vecinos, pues nuestro crecimiento depende en gran medida del de ellos. Y de manera casi inédita, Brasil dejó de crecer en esos años. “Por cada punto que crecen ellos, nosotros crecemos 0,25%”, grafica Marcelo Elizondo, especialista en negocios internacionales.
El segundo cisne negro fue más lejano: el batacazo del referéndum británico, que abrió serios interrogantes en el mundo y alteró los mercados, de los que tanto dependía la Argentina en esos años. La canciller Susana Malcorra admitió entonces que “la salida del Reino Unido de la Unión Europea preocupa enormemente” al Gobierno argentino. Influyó en la “lluvia de inversiones” que no llegó: históricamente las principales empresas interesadas en la Argentina han sido las europeas, con lo que esas inversiones encontraron en el Brexit otra excusa para demorarse.
Completó la trilogía negativa la inesperada victoria de Trump. Estaba claro que las consecuencias globales nos afectarían, con una política norteamericana que se encaminaría hacia un mayor proteccionismo. “El mundo cambió para mal”, recuerdan fuentes legislativas del extinto Cambiemos. Un protagonista de esos días en la Cámara de Diputados recuerda el pánico que comenzó a percibirse entonces en el Gobierno. No era para menos: inmediatamente después del resultado electoral en EE.UU. comenzaron a cerrarse los mercados internacionales de los que la Argentina dependía para mantener el gradualismo. “Recién se abrieron en enero de 2017, pero hasta entonces la sensación en la Casa Rosada era que se nos había cortado el chorro, como después nos pasó (en 2018) definitivamente -recuerda ese interlocutor-. Pero eso ya se había anticipado por la llegada de Trump y la esperada suba de tasas, porque el nuevo presidente iba a bajar impuestos, iba a haber más déficit, más suba de tasas en Estados Unidos… Entonces los mercados se asustaron y se cerraron”.
Podrán ser ambos libertarios, pero las políticas proteccionistas de Trump poco tienen que ver con Javier Milei. El presidente electo en Estados Unidos prometió durante la campaña políticas económicas que podrían provocar consecuencias en los mercados internacionales, aumentando la inflación y presionando el crecimiento mundial. No serían buenas noticias para nuestro país. Legisladores argentinos que estuvieron esta semana en Estados Unidos regresaron con mensajes optimistas, pero cautos. Una diputada del Pro confió a este medio que en su diálogo con empresarios norteamericanos encontró buenas perspectivas para nuestro país, “pero más para el lado de la inversión, que por el de las exportaciones”.
“Va a ser más difícil venderle a Estados Unidos”, sintetizó.
Muy cercano a Trump, que lo puso al frente del BID, Mauricio Claver-Carone podría volver a un cargo importante en la futura administración republicana. Eyectado del BID en 2022 tras ser denunciado por mantener una relación íntima con su jefa de asesores, infringiendo los códigos de ética de esa organización, Claver-Carone responsabiliza por esa medida a Guillermo Francos, entonces director ejecutivo de Argentina en ese organismo, durante el Gobierno de Alberto Fernández. Claver-Carone ha dicho de él las peores cosas, entre ellas que representa “lo peor de la casta política argentina” y que es “más kirchnerista que Cristina y más albertista que Alberto”. El hoy jefe de Gabinete le contestó llamándolo “cínico”.
Curiosamente sonó esta semana la posibilidad de que el jefe de Gabinete pudiera dejar el cargo. Tal vez con destino a una embajada.
Guillermo Francos fue quien días pasados dijo que el Gobierno no piensa convocar a extraordinarias. Ya antes había relativizado el interés oficial por aprobar el Presupuesto. Volvió a hacerlo al señalar que si bien entienden en el Gobierno que “sería un buen signo institucional que el Congreso de la Nación apruebe el presupuesto que envió el Ejecutivo, si no lo hace, seguiremos con la prórroga del actual”. No es lo mismo: no sería bien visto desde el exterior que por segundo año consecutivo -algo inédito- no hubiera presupuesto. En el Gobierno lo minimizan; dicen que el efecto de eso sería “neutro”.
Cada vez son más los convencidos de que el Gobierno está tentado por prorrogar el presupuesto actual, que por eso le dieron al proyecto del Ejecutivo un tratamiento tan laxo y espaciado, y solo buscan una excusa para dar el portazo. La habrían encontrado en la convocatoria que hizo la oposición para sesionar este martes. No les preocupa que ese día quieran aprobar el proyecto de reforma de la ley que regula los DNU, pues el presidente ya ha dicho que la vetará. Los desvela en cambio el otro tema por el que han convocado a sesionar: el DNU 846/24, que habilita el canje de títulos de deuda sin los requisitos estipulados por la Ley de Administración Financiera y sin autorización del Congreso. Para el oficialismo, esa sesión “atenta contra las negociaciones del Presupuesto que se estaban llevando a cabo”. Señal de que si no alcanzan a frenar la sesión del martes, frenarán el debate de la “ley de leyes”. Mala señal para una oposición que teme a la discrecionalidad que le permite al Gobierno manejarse sin presupuesto. Es una falacia que los gobiernos se perjudiquen en esas circunstancias: más bien sucede lo contrario.
Es la disyuntiva que enfrenta la oposición, que bascula entre dos alternativas bien distintas: desafía al Gobierno marcándole límites en el Parlamento, o resigna esa posibilidad para evitar la ira presidencial que, en lo inmediato, se traduciría en la caída del Presupuesto.
Es cierto que el Gobierno no quiere extraordinarias; más bien espera el final del período ordinario para protegerse de eventuales embates opositores en el único lugar donde puede ser débil. Y en ese tiempo de Congreso cerrado, dicen, avanzar a puro decreto. Incluida, dicen, la designación en comisión de los jueces propuestos para la Corte que están frenados en el Senado.
Se ilusiona mientras tanto Milei con replicar aquí la victoria arrolladora que los encuestadores no predijeron en EE.UU., y dominar ambas cámaras. A priori, eso no sería posible en una sola elección. Pero ya aprendió el mileísmo que el triunfalismo arrastra voluntades ajenas. (parlamentario.com)