Por Sebastián Hadida
Con el almanaque de 2024 a punto de caducar y un arranque de 2025 que asoma sin actividad parlamentaria, se disipan las chances de suspender o derogar las PASO, el objetivo del Gobierno.
Para derribar la instancia de las primarias obligatorias en el calendario electoral, el oficialismo debe alcanzar acuerdos con un sector de la oposición en el Congreso y aprobar una ley en ambas cámaras antes del 5 de mayo del año próximo. Esto es así porque de acuerdo a la norma vigente, el presidente Javier Milei tiene un plazo máximo para convocar a las PASO 90 días antes de su realización. Si la ley no resultase reformada antes de esa fecha, la convocatoria a las PASO será mandatoria.
El 12 de diciembre pasado, durante un brindis de fin de año con periodistas acreditados, entre ellos la agencia Noticias Argentinas, el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, sugirió que el oficialismo haría un intento por reencauzar la reforma electoral y política en marzo próximo.
Si el arco se corriera para marzo, esto significaría que el Gobierno dejará pasar todo febrero y no habrá llamado a sesiones extraordinarias durante todo el verano. Hoy esta versión se asemeja mucho más a una certeza que a una posibilidad.
El problema es que si la actividad en el Congreso se reanudara recién en marzo, los plazos de tiempo para hacer una modificación de la ley electoral serán a todas luces exiguos, y el oficialismo no tendrá margen de error posible.
De hecho, Menem reconoció que para llegar con los tiempos, deberán hacer un trámite intenso y veloz en comisiones de Diputados, para luego repetir el procedimiento en el Senado.
Por ahora, los argentinos deberán ir a las urnas el domingo 3 de agosto por las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), en tanto que el 26 de octubre deberán volver a votar por las elecciones generales. El objetivo será renovar 127 de las 257 bancas de la Cámara de Diputados para el periodo legislativo 2025-2029, junto con 24 de las 72 bancas del Senado de la Nación para el período 2025-2031.
Más allá del factor tiempo, que es insoslayable, el otro obstáculo que tiene el Gobierno tiene que ver con la extrema dificultad para construir una mayoría parlamentaria en esta cuestión.
Bloques aliados que en el pasado reciente se mostraron muy leales en otros temas, como el PRO y la UCR, no quieren saber nada con quedarse en 2025 sin la herramienta ordenadora de las PASO, y más aún cuando parece angostarse las posibilidad de armar una alianza electoral con esas fuerzas.
El vínculo político entre el presidente Javier Milei y el líder del PRO, Mauricio Macri, atraviesa su peor momento luego de que el oficialismo frustrara de forma adrede el tratamiento en la Cámara de Diputados del proyecto de Ficha Limpia.
El fundador del partido amarillo denunció pública y abiertamente el “destrato casi permanente" del Gobierno hacia el PRO, y le recordó al actual Jefe de Estado que sin el inestimable apoyo de su fuerza política durante el primer año de gestión "hoy el riesgo país estaría por encima de los dos mil puntos”.
Macri les pidió a sus acólitos que se preparen para armar listas propias en todo el país, aunque no le cerró del todo la puerta a la opción de una coalición con La Libertad Avanza en algunos distritos.
En una entrevista, Milei le contestó al presidente del PRO con un ultimátum: “Vamos juntos en todos lados o si no iremos separados”.
El crecimiento vertiginoso del mileísmo en la representación del electorado más conservador, que hasta hace poco tiempo tenía como referencia a Macri, hace que La Libertad Avanza esté cada vez menos necesitado de hacer concesiones electorales al PRO.
Es más, la transferencia de representatividad es tan evidente que hay dirigentes que saltaron en garrocha del macrismo al mileísmo en las últimos días, como Diego Kravetz.
Otros dirigentes del ala más libertaria del PRO, como Diego Santilli y hasta Cristian Ritondo, ya no saben en qué idioma más decirle a Macri que afloje su enfrentamiento con Milei, a quien quieren de aliado y no de rival en las urnas.
En el entorno del presidente están convencidos que no necesitan al macrismo para ganar las próximas elecciones. Sin embargo, para la renovación del Congreso queda prácticamente un año entero, y la composición actual del Congreso es francamente desfavorable para La Libertad Avanza (39 diputados de 257 y 6 senadores de 72). Esta correlación de fuerzas tan adversa lo obliga a poner en la balanza, en alguna medida, los intereses de los aliados, para que sigan siendo socios durante 2025.
Las consecuencias de haber roto el diálogo político con Macri ya se está sintiendo: el Gobierno hizo cuentas y llegó a la conclusión de que no tenía sentido llamar a sesiones extraordinarias si no iba a contar con la colaboración de sus habituales aliados, por ejemplo, para privatizar Aerolíneas Argentinas, o para aprobar las leyes Antimafia u Hojarasca.
El oficialismo necesita sanear su relación con el PRO para reactivar lo más pronto posible su agenda en el Congreso, pero si apuesta a inmolarse por la causa de la derogación de las PASO solo logrará dinamitar lo poco de diálogo que preserva con el espacio amarillo. (NA)