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Locales Domingo 17 de Abril de 2022

Cuando los ahorros de los pibes estaban en pequeñas estampillas

La Libreta de Ahorro de la Caja Nacional de Ahorro y Seguro propiciaba el hábito de la previsión a futuro de las nuevas generaciones. Una propuesta noble y valiosa siempre derrotada por la inflación. Las alcancías, un clásico sin tiempos.

REDACCION

Por REDACCION

Por Edgardo Peretti

En un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad (gracias, Charly) allá por la escolaridad primaria la economía de los educandos se manejaba con tres monedas ya que los billetes eran cosa de “grandes”.
La primera, la más notable por peso y envergadura era la de “1” peso argentino. Notorio elemento metálico que reconocía como últimos pasos por la Casa de la Moneda los últimos dos años de la década del cincuenta.
Esta era la de menor valor pues las de 25 y 50 centavos estaban fuera de uso. En este, como en todos los casos, los índices inflacionarios (un tema del cual nadie hablaba entonces porque nadie sabía) se encargaban de darlas de baja por imperio de los precios y las circunstancias.
Esta era la moneda para el cambio o el “vuelto” y era la preferida de los antisociales que las arrojaban a los árbitros en las canchas, ya que la distancia y la altura la convertían en proyectiles tan efectivos como peligrosos. Eso, en otros lares. En estos pagos no se conoce a ningún gringo que haya cometido jamás tremenda canallada; la de tirar una moneda, me refiero.
La que seguía en orden era la de “5” pesos. Más chica, más liviana y ya con otro material. Impoluta con su número indicador de valor en el anverso y con la imagen de la Fragata “Sarmiento” en el reverso. Esta modalidad de mención es puramente académica, ya que para los mortales usuarios era “cara” o “seca”.
Esta monedita era un aporte apreciado ya que era la más común que llegaba desde las manos de los padres, padrinos y abuelos, obviamente en orden inverso. Se la conocía como la del “barquito”.
Con ese valor se podía comprar un chicle “Bazooka”, o diez caramelos masticables, o un mapa político o un paquete de figuritas en el kiosco/librería de la señora Cata Cantín. Ochenta metros más allá, en la Librería “Sol de Mayo” (de la familia Vegetti) se ofrecía la opción – siempre por el mismo precio- de una bolsita de maní de girasol o chicle “Adams”.
Pero la gran estrella era la de “10” pesos. Al igual que la de “5” no era redonda, sino que tenía lados en su perímetro, aunque era más grande y pesada. Y contundente. Una moneda de este valor compraba muchas cosas en su segmento, desde un yo-yo “Russell” a una pelota “Pulpo” en tamaño chico (similar a una de tenis) para jugar a las “cabezas” en los recreos (pecho vale marear y doble cabezazo, vale doble). Esta era la del “caballito”.
Olvidaba su presentación. Un “10” tipo gótico en una cara y un gaucho a caballo en el reverso. En realidad la figura de “El resero”, monumento que evoca la figura del paisano laburante en la pampa en medio de la nada, cuya estatua original está en la puerta del Mercado de Liniers. Amantes de lo etílico en vidrio lo asocian, erróneamente, a la marca de vino del mismo nombre: “Resero, blanco sanjuanino, el vino que hizo famoso San Juan”. Salud.
El tema de fondo es que esta monedita significaba también el costo de la estampilla que se pegaría en nuestra Libreta de Ahorros. Había que ser muy equilibrado de cabeza y bolsillo para dejar el valor en un papel. “El ahorro es la base de la fortuna”, nos decían sin más detalles. Con los años aprendimos que las estampillas son de nosotros, las fortunas son ajenas (SIC). Gracias, don Ata.

LA LIBRETA DE AHORRO DEL MENOR
El amigo Edelso Gunzinger, siempre atento, nos hizo llegar su libreta de Ahorro. ¿Qué era? Cuando un menor comenzaba a trabajar “en blanco”, las patronales tenían que hacer un aporte, no jubilatorio pues tenía menos de 18 años pero sí a una libreta, donde constaba el valor. Cuando el trabajador cumplía la mayoría de edad se presentaba en el Correo y retiraba lo que había “ahorrado”.
La referida “libreta” (un documento público) tenía un número personal y un timbrado interior con los datos del titular, poniendo énfasis en su nombre, domicilio y fecha de nacimiento.
Por las dudas, un sello agregaba la siguiente leyenda “Condicional. En esta cuenta no podrá efectuarse desembolsos hasta que el titular haya cumplido 18 años de edad, salvo autorización de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Nacional. Decreto Nº 30428”.
La primera medida la había tomado Juan Domingo Perón como Secretario de Trabajo y Previsión en el año 1945 (Decreto 32412), ratificado en 1948 por la Ley 12921 y el Decreto Reglamentario Nº 30428/48.

AQUELLOS AÑOS FELICES
Gastados los almanaques propios y ajenos, uno advierte con cuanta pasión los mayores han guardado su libreta. Y tienen razón. Es parte de una vida y la puerta de ingreso a la puerta del trabajo y de los sueños. Ahorrar sigue siendo hoy una virtud.
No recuerdo haber reclamado nunca por esos ahorros propios. Cosas que pasan y que nos dejan pensando; con dos “caballitos” más, me podía comprar la “Pulpo” más grande.

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