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Locales Viernes 24 de Enero de 2025

amanto@, o un tal Amílcar Torre y su amigo Angelito Balzarino

Nadie duda que andan por los cielos donde los sueños conviven con las palabras y la búsqueda de la perfección se nutre de toneladas de lectura papel, aunque la tecnología hizo de las suyas y los convirtió en referentes, antes de partir.

EL ESCENARIO. La calle que recuerda al Profesor, en el este de la ciudad. Se fue en 2003.
EL ESCENARIO. La calle que recuerda al Profesor, en el este de la ciudad. Se fue en 2003.
EL ESCENARIO. La calle que recuerda al Profesor, en el este de la ciudad. Se fue en 2003. Crédito: FOTO E.P. Foto 1 de 2
ÁNGEL BALZARINO. El primer presidente de ERA (Escritores Rafaelinos Agrupados), entidad creada en 1971.
ÁNGEL BALZARINO. El primer presidente de ERA (Escritores Rafaelinos Agrupados), entidad creada en 1971. Crédito: FOTO ARCHIVO Foto 2 de 2

Por Edgardo Peretti

Primero fue un rumor. De esos que se mascullan entre colmillo y muela, a decir del gran Geno Díaz, cuando deseaba graficar el dato, o reconvertirlo en chisme. “Allá por el sector este, frente al hipódromo”, precisaba alguna otra fuente menos ruidosa.

Y era cierto o casi. Si no se tratara de dos personajes a quien uno conoció en su paso por estas existencias materiales, casi que podría dudarse.

La mujer estaba esperando el día que fuimos, dejando toda la sensación que estaba enterada. El sitio era claro: el cartel con el nombre de la calle no podía mentir, aunque todo lo demás era motivo de análisis o, al menos, de revisión con algo de coherencia.

Según esta abnegada ama de casa, el asunto era que todas las noches el cartel ese, el que daba cuenta de la calle, a las doce menos cuarto de la noche se iluminaba y en lugar de las letras que servían de indicador, comenzaban a pasar páginas de diferentes libros.

Sostiene la dicente, apelando al marco escritural de los viejos tribunales, que ella lo había advertido y que su esposo (legal, con papeles del civil y constancia de la parroquia del padre Corti) se lo negaba. Todo hasta que un día, el tipo, quizás con la paciencia a la altura de los tobillos, accedió al pedido de la consorte y se acercó al cartel.

Primero fue sorpresa, que se convirtió en misterio al cabo de pocos minutos, pero afinando los bifocales ya estaba en condiciones de leer con claridad: “El hombre que tenía miedo”, decía el título, el cual –al cabo de un rato- exhibía todas las páginas para acceder con tranquilidad.

“Se lo juro por la luz de la EPE que me alumbra”, sostiene el fulano. “Todo el libro se iba pasando y uno podía seguirlo tranquilo”.

No se quedó allí el inesperado cronista: “Yo me di cuenta enseguida que eran libros de (Ángel) Balzarino porque tengo un amigo que trabajaba en la biblioteca municipal y me los traía. Lo bueno es que al otro día siguieron con “Albertina lo llama, señor Proust” y después con “Las otras manos” y “La casa y el exilio”. Todo así, y en el final aparecía esa dirección de correo electrónico donde invitaban a hacer consultas”.

Recordando con cariño

amanto@ era la dirección virtual del profesor Amílcar Antonio Torre, docente de letras, persona de bien, diácono consagrado de su iglesia y ejemplo de humildad y sabiduría. Falleció muy joven, en 2003 a los 56 años. Sus restos descansan junto a los de sus padres en uno de los sitios más sencillos del camposanto, tal como lo hubiese deseado. Una calle y muchas lágrimas lo recuerdan.

Ángel Balzarino (1943-2018) había llegado de Villa Trinidad muy joven y en Rafaela forjó una carrera literaria que lo hizo trascender las fronteras de la Patria. Su obra “Rosa” (1976) se estudia en Estados Unidos y está considerado como una de las vanguardias literarias más notables, aún hoy.

Considerado como un experto maestro en el arte de escribir cuentos, supo transitar su labor con presencias urbanas y personajes queribles y otros detestables. Un espacio de la sede de ERA (Escritores Rafaelinos Agrupados), que fundara junto a Amílcar y otros pares, lo recuerda, cerca de la sala Elda Massoni y en el ingreso de la biblioteca Fortunato Nari, muy próximo a tantos afectos, de historia rica, de humildes personajes, grandes en obra y en esencia de esta ciudad.

¿Y qué pasó en el barrio?

Aunque nos pareció sincero y veraz, a este humilde escriba le quedó la sensación que algo estaba faltando en días que Rafaela celebra aniversario por su declaración como ciudad, hace 112 años. Si hablábamos de la calidad conceptual del Profe Amílcar y el don del misterio que tan bien manejaba Angelito, a esta historia alguien le estaba escondiendo un capítulo.

Fue solo cuestión de esperar una noche de luna nueva, esas que amagan con ser luminosas y terminan grises. Fuimos a la esquina a la hora de la magia. Y hubo magia. En un momento, el trozo de metal se hizo luz y anunció un libro más, “Cenizas del roble”, lo que fue acompañado por una tenue luminosidad que se adueñó de las hojas laberínticas de la misma especie que son mayoría en la zona.

Era cierto. Pero no fue todo. Sigilosamente, sin ruidos o palabras, muchos vecinos se acercaban con sus reposeras, sus viandas y hasta una jarra de sangría bien macerada más un choripán cortado a los apurones bamboleándose en un plato de loza.

Hermosa velada. Nos confundimos con la asistencia y en alguna pausa (se ve que por exigencia de la programación o del satélite celestial que emitía la señal), varios nos consignaron que el correo de Amílcar respondía a sus inquietudes, con agregados y citas literarias que ayudaban a comprender más cada obra.

A la una de la mañana se terminó la función. Cada uno a su casa y nosotros, en silencio, con el alma llena de recuerdos. Dimos la vuelta buscando la vieja ruta 166, frente al otrora famoso hipódromo, con toda la idea de seguir tan desapercibidos como creímos haber estado. Error. Antes de llegar a la última curva antes del semáforo, una de las pantallas indicadoras se iluminó y nos deseó un buen retorno al hogar, más la invitación a volver otro día, otra noche, a otra función.

Curioso. O no. Era la que indicaba la calle del profesor Virgilio Cordero. Noche completa de magia.

Abrazo al cielo, Amílcar y Angelito.

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