Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
La Palabra Sábado 10 de Octubre de 2020

Tantas cosas nos recuerdan el pasado… Oscar “Cacho” Valles

La eterna serenata Tuvo al menos un don, el de la originalidad. No suele ser común -y menos aun lo era en aquella época seguramente- que un porteño del barrio de Belgrano se orientara hacia la canción gaucha. Pero aunque muchos años después confesara que “la cabra tira al monte” para referirse al disco larga duración en el que grabó tangos propios con las guitarras de Roberto Grela y el lunfardo como referente principal, su vida estuvo signada por los ritmos nacionales y también por la canción indolatinoamericana. Cumplió su deseo de retirarse simple y entero cuando cumplió treinta años de vigencia con Los Cantores de Quilla Huasi, habiendo integrado el grupo con sus formaciones más distinguidas. Siempre su norte fue la poesía y la composición, una alternancia que le dio de vivir en el más sublime de los sentidos. Oscar Valles -de él estamos hablando- le dio al cancionero popular los títulos que más simbolizaron los momentos intensos de la historia de la música nacional en los últimos cincuenta años. Temas que fueron identificando etapas en el movimiento cultural del país adoptados por el fervor de los argentinos como himnos de plena autenticidad en la vida nacional. Lo heredan tres hijos que tienen a la expresión sonora como meta y a partir de allí dejan testimonio de una entrega íntima que necesitan llevarla a la manifestación exterior en nombre del padre. Pero también le dio la felicidad a cada fiel seguidor de su repertorio que se sintió identificado con el mensaje de amor, la copla paisajista, el sentimiento ante el dolor ajeno o el canto de paz. Era cuestión de encontrar una nueva forma de presentar un recital en el teatro, de buscar la mejor sonoridad de su requinto de doble encordado, de pergeñar el mejor arreglo para las selectas voces del conjunto de aquel momento, de lograr el color de ese sentir cuyano como si hubiera nacido en Villa Mercedes. Siempre sumó a la propuesta. No necesitó de grandes exposiciones y presencia permanente en los grandes medios. Lo suyo fue más sencillo, pero valioso. Hoy se siguen cantando y grabando sus obras. Muchas todavía no se han descubierto, es que son tantas. El 23 de marzo cumplió años porque sigue vivo aunque dejó su espacio físico el 17 de este mismo mes en 2003. La permanencia y el respeto con que se lo honra en cada lugar donde su trova es testimonio, debe tomarse como homenaje para dejar evidencia de una fructífera historia de comunión con un valor muy preciado de la humanidad: la canción. Oscar “Cacho” Valles, que sigue estando en cada escenario de la extensa vida cultural de los argentinos fue protagonista como pocos de una eterna serenata. La que le sigue dando gratos momentos a los que saben elegir a quién escuchar. Por tanta permanencia y buen legado... algo habrá hecho. Raúl Alberto Vigini - Suplemento Cultural “La Palabra” Nº 507 - Sábado 25 de marzo de 2006

archivo Horacio Díaz
archivo Horacio Díaz
archivo Horacio Díaz Crédito: El requinto de Cacho: En manos de Horacio Díaz como reconocimiento Foto 1 de 4
archivo Horacio Díaz
archivo Horacio Díaz Crédito: Universal: El estuche del requinto de Oscar Valles resume su camino musical Foto 2 de 4
archivo Pablo Budini
archivo Pablo Budini Crédito: La Yamaha: Elegida por Oscar Valles en la fábrica hoy suena en manos de Pablo Budini Foto 3 de 4
archivo Pablo Budini
archivo Pablo Budini Crédito: Hecha a mano: Chapa que identifica la Yamaha que obsequiaron a Oscar Valles sus fabricantes Foto 4 de 4

El requinto

Voy a contar la historia del requinto de Oscar Cacho Valles el cual tengo en mi casa con el orgullo que me hace. Estando en San Luis en la casa de Pedro Cacanfaun con mi señora tomando mate, recibo una llamada y era Leandra. Nos saludamos contentos, yo estaba de vacaciones cuando, por supuesto, como siempre, ella imponiendo me dice: “Te voy a decir una cosa pero me tenés que decir que sí”, así que le respondí: “bueno, dime”. Y me dice: “Tú tienes que llevarte el requinto de mi padre porque yo te lo quiero dar”. La primera reacción fue decir: “No, no, eso no, hay un montón de gente que lo merece si es que lo quieres dar”. Con lo cual ella me dijo: “La que decido soy yo, y mi padre, y mi padre quiere que lo tengas tú”. Así que fue tal la emoción -me había hecho a un lado de la reunión porque sonaba el teléfono pero me estaban viendo de frente- que mi señora me preguntó “¿qué pasa?” asustada. Ahí es donde les comento a ellos el motivo. Ese requinto es una historia en el folklore argentino. Imagínense sin ese requinto lo que sería. Tanto nos dio, que se paseó por todo el mundo. He grabado cosas con él, por supuesto, y puse una condición que es que cuando venga alguien a mi casa que lo toque. Porque sigo creyendo que eso es de todo folklorista, que de una forma u otra hacen folklore argentino. Que es una dicha tenerlo, pero todavía me pesa un montón.     

Horacio Díaz

La Yamaha

Aproximadamente en 2005 conozco a Leandra a través de Silvia Zabala porque en ese momento habían empezado un proyecto de trabajar juntas. Yo tocaba con Silvia, me sumaron a ese proyecto y ahí empezó una amistad que dura hasta hoy. Pasado un tiempo, Leandra decide grabar su disco Solo Valles y a raíz de la experiencia de trabajar junto con Silvia me ofreció que lo produzca, lo que para mí fue un desafío, y fue hermoso a la vez, porque si bien había muchas canciones que conocía de Oscar Valles, había otras que no y que las descubrí en ese disco. En ese tiempo hacía un par de meses que había vendido una buena guitarra que tenía, y le comento a Lea a ver si puedo conseguir una buena guitarra para grabar porque no tengo y para el disco quiero tener lo mejor. Estábamos en su casa con su compañero Horacio, y dijeron “bueno, está la Yamaha de Cacho”, y siempre tenía un prejuicio con esa marca porque  la había tenido. Son buenos instrumentos pero no me gustaban demasiado así que no puse demasiada expectativa de lo que iba a ser la Yamaha de Cacho pero pensé que iba a ser mejor de lo que tenía y me la trajeron. Cuando la vi y la toqué me enamoré porque es una Yamaha muy distinta a las que conozco y de hecho no he visto no más que dos o tres como este modelo. Me volví loco, estuve tocando un montón, obviamente la deje ahí y me fui a mi casa pero ya me quedé con toda la idea con esa guitarra. La intención de Lea al principio era llevar la guitarra al estudio y que yo grabara con ésa, pero yo estaba loco con la guitarra, y empecé a tratar de seducirla con la excusa que necesitaba familiarizarme con el instrumento porque iba a ser mejor. Primero no quería, hasta que logro convencerla, en el trayecto le hablo a mi esposa para que mi hija pequeña no la vea ya que iba a querer tocar. Me puse con la guitarra con mucho cuidado, pero tenía tanto temor por la presión recibida de Leandra, y empezó a salir una melodía que termino siendo el gato El asustao que no es otra cosa que mi susto por tocar esa guitarra. La tuve durante todo el proceso del disco la devolví, y me quedó el amor por ese instrumento. Surgieron otros trabajos y esporádicamente se la iba pidiendo ya que me había ganado la confianza de Leandra. Iba la buscaba y la tenía unos meses y la devolvía, así durante un tiempo. A su vez le venía diciendo que se la quería comprar, pero no la vendía, aunque me permitía usarla. Pasaron años hasta que el 2011 me vuelvo a Mendoza y debía devolverla. Se la llevé con todo el dolor del alma, pasó un año y creo junto a Sergio Santi la Orquesta de guitarras de Guaymallén, Mendoza, Lea escucha por teléfono esa orquesta y llorando me dice, la Yamaha no puede seguir callada, llevátela, y que siga sonando con vos. En pocos días me tomé un avión, me fui a Buenos Aires exclusivamente a buscarla. Fueron pasando varios años, veo en facebook que estaba Horacio Díaz tocando el requinto de Cacho y agradeciendo a Leandra que se lo había regalado cosa que me pareció muy hermoso y para mí quedó en esa simple anécdota, sin relacionarlo conmigo. Al otro día me llama Leandra y me dice que algo le había bajado del cielo y le dice que me tenía que regalar la guitarra. Es el día de hoy que la guitarra la tengo, la amo profundamente, me acompaña en todas las grabaciones, no la he llevado a hacer giras por miedo, pero a algún teatro sí. Es una historia de amor que tiene catorce años y va a seguir por siempre.    

Pablo Budini

 

El último tema

Papá me dijo: “¿qué le regalamos a mamá para el cumpleaños?”. Le respondí: “le compro lo que quieras”. Me contestó: “bueno, vos comprale algo que yo le voy a escribir algo”. El sentado en su sillón como siempre. Le compro un regalo a mamá y cuando vuelvo había escrito con esa letra chiquita que tenía, en la tapa de una revista Viva de Clarín, la poesía, y le había puesto feliz cumpleaños, con una grafía que ya no era la misma, casi ilegible, y ése fue su regalo para mamá. Después le pidió que esa letra se la llevara a Rubén Díaz. Papá se fue, y post mortem Rubén le puso la música y quedó ese Me has vencido que es tremendo. Hay que escucharlo porque es una maravilla.

Una anécdota entre miles

Sucedió con varios temas. Uno fue con la chacarera La vieja, que por algo papá hizo dos versiones. La primera tiene de estribillo: “Todos la llaman la vieja/ y a todo aquel que la canta/ le sale la voz del alma/ y el soncko por la garganta. Después salta otra letra que dice “Una vieja y otra vieja…” que es cualquier cosa. Por eso después hace un nuevo estribillo que dice: “Todos la llaman la vieja/ y algunos me la han copiado/ pero esta es la verdadera/ que canta todo Santiago”.

Leandra Valles

Seguí a Diario La Opinión de Rafaela en google newa

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso