Cuando era muy chico, tenía cuatro años más o menos, y recuerdo que posibilidades para hacer medicina por estatus social no había. Vengo de una familia muy humilde, y cuando era chico decía: entre médico y basurero. Pero de médico era porque mi mamá me llevaba a un pediatra, y en aquel momento ya era viejito el pediatra, estamos hablando en los años ochenta y recuerdo que él me atendía muy bien y me auscultaba sin usar el aparato, me ponía un pañito detrás en la espalda, me decía “tosé nene” y acercaba la oreja. Yo no sé qué fue exactamente, pero sentí una inspiración en él. Eso fue en San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, donde me crié hasta los quince años, pero nací en Puiggari, Entre Ríos. Ahí creo que la calidad y la calidez con la que él atendía por eso pensé: o me gusta basurero, o me gusta lo que hace este hombre. Y basurero porque en mi familia había alguno que otro que era cartonero y no era raro ver eso.
Mi destino a los quince años
A mis quince años mis padres se fueron a vivir a Europa como misioneros, ayudando a una iglesia, y yo estaba terminando el secundario, era muy chico para ir a Buenos Aires. Donde yo nací, Puiggari, abría la Facultad de Medicina en el año noventa y dos, es relativamente nueva. Mi idea era poder estar de pupilo pero las posibilidades económicas eran imposibles, pero con la ayuda de mucha gente, el esfuerzo de mis padres de lo que se ganaba era para eso, mi primer año lo pude cubrir. Ese año viví como interno y estudiaba, el tema es que de ahí en adelante, cuando iba a asuntos financieros me decían que sin posibilidades económicas era difícil poder seguir estudiando. Y así fue que recibí el apoyo de una profesora una vez, después haciendo changas, gané una beca en Estados Unidos para seguir en Puiggari, así fue que apareció gente para colaborar.
La iglesia acompañando mi estudio
Sí. No sé si decirte “la iglesia” en sí pero sí la espiritualidad y estar en comunicación con el de arriba. En lo económico alguna ayuda concreta tuve.
Después vinieron las prácticas
Terminé en Puiggari de cursar en dos mil dos, de ahí estuve haciendo mi año de práctica en San Nicolás, en el Hospital San Felipe y después estuve once meses en Paraguay, una población indígena para poder ayudar con atención primaria de la salud. Me había anotado y quería ir a Rusia, pero fue la guerra de los chechenos y con cuarenta grados bajo cero como médico sinceramente no iba a poder colaborar mucho, a no ser que sea médico militar porque uno no sabe las características del sistema. Por eso fui a Paraguay. Después viví dos años en San Pedro. Yo quería hacer cirugía cardiovascular, tenía que hacer cirugía general primero, me inscribí si podía ingresar a aspirante en el sanatorio de Puiggari. Nací ahí, estudié ahí, pensé me va a tocar cirugía ahí, éramos diez anotados para un cupo de tres, pensé que era la mía. Sorprendentemente superé los exámenes escritos, pero en la entrevista a lo mejor no quedé entre los tres. Ahí me bajoneé y ahora tenía que anotarme en Buenos Aires para un examen en el que se anotan siete mil para un solo cupo en mi especialidad. Era cada vez peor, y me anoté también en Cemic, en el Italiano, en provincia, con la sorpresa y gracias a Dios que en todos había quedado en primer puesto y en uno segundo. Así fue que estoy en el Hospital Cosme Argerich. Donde creí que se cerraba una puerta, se abrían un montón. Y esto no lo conté en ninguna entrevista. Por eso en esto quiero dar una reflexión: a veces lo que nosotros creemos que es lo mejor para nosotros, no era lo mejor para nosotros. Si yo hubiese sido Dios, hubiese dicho quiero estar en Entre Ríos porque creo que lo mejor para mí es eso. Lloré, pataleé, sufrí, y Dios tenía preparado algo mucho mejor. Hoy por hoy te puedo decir que hemos hecho muchas cosas quirúrgicas a nivel Argentina. Ahora estoy como parte del equipo de cirugía cardiovascular cuyo jefe de unidades es el médico Walter Esteban y el jefe de vascular periférico es el médico Adrián Fernández que son los jefes de servicio. Quienes me formaron ya se jubilaron.
Mientras tanto formé una familia
Cuando estaba en cirugía general, entre guardia y guardia me casé con mi esposa que nació en Puiggari, y nos conocimos cuando yo era estudiante. Ella es secretaria ejecutiva bilingüe pero actualmente es ama de casa, y está dedicada a criar nuestros tres hijos pequeños Yael de ocho años y los mellizos Elián y Sofía que tienen cuatro. Igualmente, como trabajo para países árabes y en Estados Unidos, ella trabaja desde la casa conmigo junto con otras personas para mi empresa.
De qué se tratan esos trabajos externos
Desde hace unos años trabajo en Qatar, en Arabia, en la empresa ADGS que se encarga de la big data. ¿Qué significa eso? Básicamente trabajamos con inteligencia artificial. Estamos en auge hoy día que algunas computadoras tienen algunos conocimientos y decisiones como si fuera un humano. Lo que hago ahí es me encargo de enseñarle a un software, aun sistema, cómo poder pensar mediante algoritmos, en decisiones que podría llegar a tomar. Le damos información de muchos cirujanos cardiovasculares, muchas decisiones de muchos pacientes que han tenido, el software entremezcla las informaciones y larga la mejor decisión. No solamente para consultas on line, lo que estoy haciendo, que es mi trabajo en sí, estamos ideando un sistema que interviene a la persona sin tocarla, por afuera, es básicamente como un robot o un aparato, que hace cambios, sin necesidad de hacer un bypass para que la sangre llegue mejor a un lugar específico, y para que no llegue la sangre a lugares donde no debería llegar. Esto está en fase experimental, pero se aplica como una malla al paciente y sobre eso está todo.
También trabajo en Estados Unidos
Lo de Estados Unidos y la otra empresa con la que trabajo que es de nanotecnología, única empresa en Argentina que subvenciona mis investigaciones y es Nanotek Sociedad Anónima, lo que hacemos es trabajamos en la materia que uno ve, la partimos en millones de veces, y antes de que sea átomo, esa materia ha cambiado su forma y lo que uno ve en la forma macroscópica no es así en un microcosmos. Es más chico que el microscopio, y lo podemos ver solamente en microscopios electrónicos. Por ejemplo, el aluminio que conocemos cuando lo partimos en nanomateria es combustible, el oro que uno puede tener en una monedita y revolver en un vaso de agua y no se va a disolver, en nanocosmos se disuelve y va cambiando sus funciones. Es decir que hay un cosmos que no vemos y es diferente. Ese cosmos que no vemos aplicándolo al cuerpo cambia situaciones en el cuerpo que lo vemos exteriormente. Vamos a ver respuestas en el macrocosmos por la vista de situaciones técnicas que hicimos en el microcosmos.
Cómo se dio mi incursión en temas que desde afuera se suponen alejados de la cirugía cardiovascular
Sí. Bien dicho, parecieran. Pero están más cercanos de lo que uno quisiera. De hecho, creo que la batalla de una enfermedad se pelea ahí. Siempre me gustó mucho la matemática, e hice cursos acerca de los comportamientos emergentes de sistemas orgánicos complejos, como por ejemplo como las hormigas, las abejas, la bandada de patos. Todos ellos funcionan como un todo, pero por separado no son nada. Eso tiene una función específica matemáticamente. Hice un libro que se publica en Argentina en marzo y el prólogo cuenta que en el año mil ochocientos se empieza hacer una fórmula matemática para que un simple vendedor ambulante pueda recorrer todos los puntos dados de un mapa y volver a su lugar en un tiempo óptimo. Eso es una cuenta matemática. ¿Qué pasó con eso? Resulta que después de que se obtuvo la mejor fórmula para llegar al punto, nos dimos cuenta que las hormigas ya se movían de esa forma algorítmica hace seis mil años para los que somos creacionistas y para los que son evolucionistas hace millones de años ya tenían un algoritmo hecho. Y ahora con muchos algoritmos inspirados en lo que es orgánico resolvemos problemas artificiales como el aterrizaje de ciertos aviones. Eso se llama entonces inteligencia artificial, imitar a la naturaleza en aspectos que el hombre crea. Ahí me empecé a interiorizar, empecé a juntarme con ingenieros, ingenieros en robótica, matemáticos, empezamos a hacer un grupo de investigación multifacético, nos reunimos por internet o presenciales, aplicamos fórmulas, algorítmicos, para solucionar. Viajamos mucho, es un problema, no quiero mudarme de mi país, sería más fácil si viviera en Estados Unidos o en Qatar, y de hecho nos ofrecen buenas propuestas para eso, pero quiero quedarme acá todo lo que pueda.
Tuve una intervención quirúrgica destacada con un paciente extranjero
Justamente, el famoso desarrollo de cómo operé al turista norteamericano, está inspirado en los algoritmos y comportamientos emergentes de las cosas, y en un tornero mecánico que era mi viejo, es mi viejo, pero ya no se dedica a la tornería, un artesano del hierro. Y más o menos entre esas dos cosas, surge esta técnica quirúrgica por la cual fuimos mundialmente conocidos operando, una técnica inventada aquí. Si aplico la técnica tradicional quirúrgica para emergencia cardíacas en un paciente como ése, se muere.
La reacción de la sociedad científica médica que aplica lo tradicional
La ciencia te pide mucha casuística, yo no tengo porque operé a siete pacientes bajo esta técnica con ciento por ciento de efectividad. Está bien, debería tener mil, pero ahora que está registrada tengo la esperanza de que otros médicos la puedan aplicar. Es una técnica quirúrgica. En ese sentido uno puede tener una forma de manejar que otra, siempre y cuando sean las reglas. En una cirugía de altísimo riesgo la técnica que mejor te sale, es la que debés hacer. Esa es la consigna. El juramento hipocrático es justamente eso: hacer lo que más puedas a favor de alguien sin dañarlo. Empecé a cambiar esa técnica.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Yamil Ponce
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