Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
La Palabra Sábado 25 de Febrero de 2017

Proezas… hazañas… Alea jacta est…*

por Ana María Colombo - profesora de Lengua y Literatura

Una encrucijada, un momento en el cual, el aquí y ahora se vuelven transcendentes: un pensamiento, una determinación, una acción, una tribulación… El tiempo exacto en el que algo va a suceder, en el que hombre sabe que está frente a su destino o en el que el destino, agazapado, se devela como una proeza o como una derrota.

Y por otro lado pensamos en un concepto que aborda Ana M. Barrenechea cuando afirma: “Recuerdo, se emplea para nombrar el acto de recordar o lo recordado; memoria, designa la facultad de recordar. Varios puntos se han revelado como importantes en este enfrentarse de la memoria y el olvido”.

Y estos dos aspectos convergen en el espacio escriturario de Balzarino, personajes que fueron parte de la historia americana y europea, nombrados, reconocidos y  otros anónimos -pero no por ello menos trascendentes- enmarcados en un contexto histórico que como lectores vamos descubriendo. Un tiempo que va desde el siglo XV -con atisbos de tiempos también más lejanos- hasta el siglo XX. Y aparecen en las páginas en plano de contracara, de contraluz, de antítesis; y vamos reconstruyendo a través de los nombres, de las batallas, de la geografía… a quién o a quiénes ha elegido esta vez el escritor para contar su historia. Para darle voz en esas instancias de incertidumbres o de certezasque suceden allí, en las conquistas de nuestra América; en las escaramuzas civiles; en las batallas de una incipiente Argentina emancipadora; en la valentía del gauchaje curtido por la pampa y la desolación; en la Argentina del olvido, de los desaparecidos y de la memoria para otros; en la guerra austral congelada de esperanzas. Historias que dialogan, textos que dialogan como lo dijo magistralmente Bajtín; el mosaico de citas del que habló Kristeva. De una cuentística que responde a textos anteriores, a otros que conviven y que será la cimiente de otros futuros. Dice Julia Kristeva “…el campo en el que un texto se escribe es un campo ya escrito, esto es, un campo estructurado -pero también de estructuración- y de inscripción. Desde esta óptica, todo texto sería una reacción a textos precedentes, y estos, a su vez, a otros textos, en un regressus ad infinitum”. Por ello la lectura nunca será ingenua, leeremos reescribiendo desde nuestras propias lecturas, desde la de Balzarino, y de otros autores y hechos que alimentaron la imaginación del autor y de nosotros los lectores.

Y nos encontramos en las páginas con Francisco Pizarro y el inca Atahualpa; Pedro de Mendoza, Catalina Pérez y Juan de Osorio; Cristóbal Colón; Túpac Amaru, Micaela y José Antonio de Areche; El general Rivas, Cipriano Catriel y Calfucurá; Facundo Quiroga y Santos Pérez; Felipe Varela, el Chacho Peñaloza, Taboada, la Tigra y ese pozo de Vargas; Belgrano y uno de los tamborileros de Tacuarí; Estanislao López y el general Anacleto Medina; el capitán Zárate y el joven soldado de Malvinas; el Coronel Marcial Galarza, la enfermera y una de las tantas NN que pare en cautiverio, y otros personajes (que ya irán descubriendo ustedes cuando lean este libro). Que están protagonizando su propia historia y con su propia voz. Una voz que irrumpe en la mayoría de los relatos en un estilo indirecto libre -un rasgo estilístico de Balzarino- es decir la voz contundente del personaje que se dimensiona en  primera persona sin signo gráfico que nos lo anticipe; como también el paralelismo de las dos caras de la historia; o del quiebre temporal presentes en una diagramación y una tipografía, que nos exige una atención en esta reconstrucción lectora y subjetiva de ese relato histórico ficcionalizado.

Como dijera Umberto Eco en “Lector in fabula”, el lector es requerido por la obra para lograr decir algo más. Y que esto no podría resultar si en el propio texto no existieran esos “espacios en blanco” que deben ser llenados o rellenados mediante la propia interpretación y podremos dotar de significado propio al texto, al cual reescribimos leyendo. Entonces pensamos en esos nombres contundentes de los cuentos: Trampa para un caudillo -  El prisionero -  Antes de la caída  - La gloria perdida - Los verdugos  - La esperada venganza, entre otros; y los personajes de la historia que habitan esos relatos con su propia vida o con su muerte; con el dolor de la derrota o la sonrisa desafiante de la proeza que se creyó realizada: Un “Alea jacta est” la suerte está echada.

Historias en las que juega un rol importante la espera, ese “tempore” que le ha macerado la herida de la venganza, del odio, del rencor, ha horadado la pena del alma; avasallado por una memoria que atrincheró el olvido y se cubrió de resentimiento. Y que certeramente el autor lo descubrirá, le correrá el velo en el momento preciso en el que algo va a suceder.

Por otro lado si pensamos que  la memoria es un espacio narrativo que jamás es ingenuo como lo sostiene Elida Lois en los “Archivos de la memoria escritural latinoamericana”, porque ya la tarea de selección y registro se abre hacia una interpretación, por lo tanto esos personajes son también la memoria del autor o lo que considera memorable de recordar o dar a luz en los cuentos, pensar lo que pudo haber pensado como víctima o victimario en un juego de roles.

Entonces estamos frente a una memoria duplicada, la del personaje y la del autor, o del personaje que le replicó al autor en su pensamiento con una mirada subjetiva sobre ese hecho que ahora es posible de narrarse, de hacerse memorable.

El tiempo de espera antes de comenzar la tortura, quitarle al otro lo más preciado, firmar la sentencia, acechar o ser acechado, traicionar o ser traicionado, hacer justicia por mano propia, pagar la hazaña en la soledad del olvido y la desesperanza. Parir el hijo y el grito simultáneamente porque vendrá el vacío; truncar a sangre y fuego el espíritu libertario del hombre originario, del gauchaje; o saciar la venganza por la llegada y arraso del malón. Cada uno tendrá su motivo para vivir o morir, para matar o defenderse. Y nosotros como lectores presenciaremos esa instancia crucial.

Estas historias de proezas y derrotas nos demuestran una vez más que la literatura tiene un sitial de honor en nuestra ciudad, que el espacio escriturario local tiene mucho para seguir haciendo y dándose a conocer.

Quisiéramos cerrar con una afirmación de Ernesto Sábato que representa la maravillosa tarea de Angel y de otros escritores que permiten poner a la literatura en el lugar de privilegio que merece estar: “La gran literatura es generosa, cicatriza todas las heridas, cura todas las llagas y aun en los momentos de humor más negro dice sí a la vida”.

Bibliografía:

BARRENECHEA, Ana María (2003) (Comp.) Archivos de la memoria, Rosario, Beatriz Viterbo.

BARTHES, Roland  (1994) “Escribir la lectura” en El susurro del lenguaje, Buenos Aires, Paidos.

COLLA, Fernando (Coordinador CRLA, 2005) Archivos. Cómo editar la literatura latinoamericana del Siglo XX, Centre de Rechercher Latino-Américanes.

LOIS, Elida, Arachivos de la memoria escritural latinoamericana, pp.244-258.

ECO, Umberto (1979) Lector in fabula: la cooperación interpretativa en el texto narrativo, Italia, Lumen.

NAVARRO, Desiderio (Selección y traducción, 1997) Intertextualité. Francia en el origen de un término y el desarrollo de un concepto, UNEAC Casa de las Américas. Embajada de Francia en Cuba, La Habana.

KRISTEVA, Julia. Bajtín, la palabra, el diálogo y la novela, pp.1-6.

*El texto pertenece a la presentación del libro “Historias de proezas y derrotas” del escritor Angel Balzarino

 

Seguí a Diario La Opinión de Rafaela en google newa

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso