Nací en Merlo, provincia de Buenos Aires. Vengo de una familia muy grande, tengo muchos hermanos, jugábamos siempre. Nos hemos criado creando muñecas o juegos. Jugaba, jugaba, y el teatro es eso, es un juego, no? Me acuerdo que en la escuela me gustaba actuar, teníamos teatro. En realidad me puse a estudiar teatro por casualidad porque cuando tenía doce años acompañé a una amiga mía a un curso de teatro, también a una escuela en horario extra escolar, y cuando había una improvisación teatral dije: yo también quiero jugar, y desde ese momento no dejé nunca de jugar. Eso fue siempre en Merlo. Yo estaba terminando la primaria, empiezo la secundaria, y me entero que estaban abriendo una escuela de teatro. En Merlo hay un teatro muy bonito con más de quinientas plazas, y habían montado una escuela bastante completa donde había cuatro materias fundamentales: recitación o actuación, foniatría, expresión corporal y títeres. La escuela era para adultos pero como a mí me gustaba tanto, a mis trece años, mi mamá fue a hablar con el director Carlos Rubino y me hicieron una entrevista. Como vieron que estaba muy determinada, ingresé y era la mascota del grupo. Empezamos a trabajar con la maestra de teatro y con la maestra de títeres y hemos hecho dos espectáculos para fin de año. Resulta ser que la maestra de títeres que trabajaba en el Teatro San Martín de Buenos Aires montó un espectáculo y yo me anoté. Es decir que a los quince años me encontré trabajando profesionalmente y girábamos por todos los teatros de la provincia. En ese momento entendí que el teatro, y el de títeres sobre todo, podía ser una fuente de trabajo para mí.
Mi llegada a Buenos Aires
Cuando termino la secundaria y comienzo el conservatorio, a los diecinueve años. Probé y entré. Hice arte dramático. Con el teatro tradicional no me hallaba mucho. Y allí había mucho prejuicio con el títere así que me había alejado de eso. No se veía como una cosa muy respetada. De hecho hasta el día de hoy trabajo para reivindicar la figura del títere y la importancia del arte del titiritero. Entonces terminé haciendo bolos en la telenovelas, y no era lo mío. Volví a los títeres, monté un espectáculo para poder trabajar y lo hice en los barrios y a la gorra.
La importancia asignada a la formación
A mí me encanta el ambiente del teatro en general. Lo que falta en Argentina es una escuela como por ejemplo hay en Barcelona que vos vas a hacer teatro, cursás tres años básicos y después tenés la especialización de objetos, de títeres, experimental, físico. Eso falta en Buenos Aires.
Viajar por el mundo
Muchísimo. Voy a trabajar a festivales de teatro desde Japón hasta Rusia, Estados Unidos, casi toda Europa. Hay muchos circuitos de festivales de teatro de marionetas.
Haber hecho lo que me gusta ¿significó grandes o pequeñas renuncias en mi vida?
Sobre todo dejar mi país. La primera cosa que tuve que renunciar es vivir en mi tierra. Pero tenía veinte años y era el momento. Esa fue la primera gran renuncia. En cierto punto me encontré con el dilema de formar o no una familia. A una edad determinada decidí tener un hijo que ahora tiene seis años, para eso hice un cambio de vida, hasta que encontré a la persona justa. El dilema era ¿quiero ser solamente artista o puedo ser mujer y también mamá? Sí, puedo. Hay también mucho prejuicio también sobre eso. Hay muy pocas mujeres que trabajan solas sobre el escenario. ¿Cuántas son? Generalmente son mujeres que acompañan al compañero. En Italia tengo mi furgoneta, con todo mi material, llego al teatro, cargo y descargo, hago muchos kilómetros, y estoy orgullosa de poder trabajar sola y ser autosuficiente en este campo.
Lo que me propuse cuando encontré este lugar en el mundo del trabajo
Primero que se caiga el prejuicio enorme que se tiene sobre el teatro de títeres, sobre todo. Y eso no sucede solamente en Argentina, sucede mucho en Italia y en España, que se piensa que el títere es solo cosa para niños o es un arte menor. Trabajo mucho con niños pero trabajo mucho para adultos, y resulta ser que cuando voy a trabajar en el norte de Europa -Alemania, Austria o Dinamarca- hago espectáculos solamente para adultos y no es que cambio repertorio. El mismo espectáculo que vendo para público infantil o familiar lo vendo en un teatro con una programación oficial para adultos. ¿Por qué? Porque no hay prejuicio. Solamente por eso, porque en realidad además de lo novedoso que tiene esa cosa de utilizar los pies y distintas partes del cuerpo como marionetas humanas, trato siempre de mandar algún mensaje, por más que yo no use palabras. Siempre se puede comunicar en el mensaje gestual, que puede acercarte igualmente y que puede ayudar a comunicar algún mensaje, algún punto de vista o alguna emoción. Para mí el teatro es comunicación sobre todo.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Verónica González
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