La importancia de la gestión cultural
En el 2015 mi vida personal fue un terremoto, y me fui a vivir a Buenos Aires porque sentí la necesidad de cambiar de sitio y darme la oportunidad, y el lujo, de empezar de nuevo. No tenía planes a largo plazo ni proyectos certeros. Solo el ofrecimiento de mi amiga Paulina Fain para trabajar con ella en la gestión de su Organización Tango para Músicos. Más adelante, a ese trabajo le fui sumando otros que me permitieran subsistir en la city porteña. Entre ellos, daba clases de flauta, de música en teatro espontáneo, y me sumé al equipo de Cecilia Bunge y Federico Borobio para La Matera, un programa nacional de capacitación en Gestión de proyectos culturales. Entre el Tango para Músicos y La Matera, me súper entrené en gestión y me sirvió muchísimo. Creo que en el fondo, en mis genes estaba la gestión de proyectos por herencia de mi vieja que es Administradora de empresas, pero mi hacer “artístico” me hacía entrar en el caos creativo y perdía el hilo. Y hablando de Hilos, simultáneamente, junto a un grupo de compañeras armamos Hilo Rojo Teatro Espontáneo, compañía con la que tuvimos el placer de dar funciones y ciclos en salas muy reconocidas del circuito alternativo de Buenos Aires como la sala del Club Matienzo. ¡Es un orgullo haber sido parte de este colectivo!
El Hospital Italiano, Susurro de colibrí y el arte en espacios de salud
Volviendo a Buenos Aires, lo más importante de esa etapa fue, que finalmente, luego de una vuelta de casi veinte años, encontré el link entre la música y el mundo del hospital. En 2016 empecé a trabajar en el equipo de Arte en Salud del Hospital Italiano y, entendí que esta era mi misión en la vida: Trabajar como artista en hospitales. Durante cuatro años mi tarea se desarrolló en las salas de internación. Al principio solo en pediatría y luego nos extendemos a salas de internación de adultos: terapia intermedia, terapia intensiva y oncología. En dúos, junto a artistas realmente mágicas como Mariana Ramos clown, Diana Tarnofky narradora, Ana Clara del Moral titiritera y Angie Camblong música, creábamos intervenciones con música, poesía, objetos, viajes sonoros, que abrieran la puerta a nuevas posibilidades para acompañar a los pacientes, sus familias y los equipos de asistencia del hospital. Cada encuentro con cada persona era único, irrepetible, personal. De manera respetuosa ingresábamos a ofrecer un momento, que construíamos con lo que el paciente nos entregaba y con lo que traíamos en nuestro carro de instrumentos y objetos. ¡Mi fanatismo era, y es, enorme! ¡Hasta me fui a vivir a la vuelta del hospital! Cada día de la semana me tocaba uno o dos sectores diferentes, pero confieso que terapia intensiva de adultos se transformó en mi pasión. En ese sector, a diferencia de otros espacios, el equipo de enfermería estaba profundamente involucrado en la actividad. Previamente a nuestra llegada, pasaban por las habitaciones y les contaban a las familias que íbamos a estar por la tarde. Y cuando largábamos la ronda, siempre se sumaban algunas o algunos profesionales del equipo de salud a tocar algún instrumento, a cantar, o incluso a susurrar una poesía con el susurrador. Las posibilidades de crecimiento de estas intervenciones son tan infinitas como el bienestar que producen a quienes las viven, aunque sea por un ratito. Y por eso, impulsamos una investigación cualitativa entre nuestro equipo de Artistas, el equipo de enfermería y el equipo de metodologías del departamento de investigación del hospital. Fue la primera y esperamos que no sea la última. El haber descubierto el campo del Arte en Salud, y el sentir que tenía mi capacidad de gestión “aceitada” por tanto proyecto ajeno, me animé a presentarme a una beca del Fondo Nacional de las Artes con mi proyecto llamado Susurro de Colibrí. Gané una beca de Creación y fui a Córdoba a armar un equipo de artistas hospitalarios y hacer experiencia en la Maternidad Ramón Carrillo y en el Hospital de Niños. Aunque no pude continuar el proyecto, la semilla quedó allí sembrada, y sé que en algún momento volveremos a esos y otros hospitales de Córdoba.
Actividades en otros países. Por qué y para qué
¿Por qué no? En los viajes recuerdo que mi mirada es solo mi mirada, no es la única, y es ínfima en comparación con las numerosas y variopintas opciones que presenta el mundo. Este proceso me ayuda a revelar mis propios prejuicios, a conocerme más, a tomar decisiones. Te diría que no necesariamente los viajes deben ser a otro país y creo, que uno de los viajes más importantes en mi vida fue a un Carnaval en Amaicha del Valle en Tucumán. ¡¡La mudanza de Córdoba a Buenos Aires también significó un viaje enorme!! Aun cuando yo viajaba bastante seguido a la capital por clases, conciertos y funciones, vivir allí me brindó nuevas experiencias. Me tuve que enfrentar a mis propios prejuicios e ignorancia. Los porteños realmente nos ven a los del interior como “extraterrestres” ¡y es mutuo!. El desconocimiento que tienen de las provincias y las diferentes realidades es impactante. Al principio me costaba que me tomaran en serio, escuchaban mi tonada cordobesa y pensaban que estaba contando un chiste. ¡Era como hablar otro idioma! Buenos Aires es extrema, te enamora y te sacude, te obliga a aprender a defenderte. ¡Crecí mucho y le estoy eternamente agradecida!
Los fundamentos de decidir una nueva vida en Seattle
Actualmente vivo en Seattle, Estados Unidos porque decidí apostar al amor con todas las fichas y eso implicaba mudarme. Mi compañero es chileno-sueco, y sabemos que este lugar es transitorio. Con el tiempo seguramente nos moveremos otra vez, es parte de nuestra lógica de vida. Actualmente estoy por empezar una carrera que se llama Arts in Medicine en la Universidad de Florida. Es un trayecto académico que espero me abra nuevos horizontes en el hacer del arte en los hospitales y en los espacios de fragilidad, en este país o en cualquier parte del mundo.
Anécdota de mi actividad en algún lugar del mundo
En el 2015 me invitaron a dar clases en el Encuentro Internacional de Playback Theater en Canadá. Mi clase, era sobre entrenamiento musical para actores y tomaba como eje distintos ritmos sudamericanos. Entre mis alumnos de ese día había gente de Suecia, Japón, Finlandia, Rusia, Estados Unidos, Canadá, Suiza y Chile. El punto de mayor profundidad en la clase llegó cuando les enseñé a tocar y cantar la Vidala para mi sombra de Atahualpa Yupanqui. Primero les enseñé el ritmo de baguala y les conté cómo las mujeres del norte argentino comparten sus sentires con solo dos o tres notas mientras golpean la caja. Luego les enseñé la Vidala de Yupanqui por fonética y les expliqué su significado. Al final, hicimos un círculo, todos tocamos el ritmo como un mantra y, quienes quisieron, en su propio idioma, improvisaron cantos contando lo que sentían. ¡Fue increíble! Fue muy emocionante escuchar bagualas en ruso, en sueco, en japonés… aún sin tener idea de qué contaba cada quien, podías sentir el respeto por los relatos de los otros en una comunión íntima que no voy a olvidar nunca.
“A veces sigo a mi sombra, a veces viene detrás, pobrecita si me muero, con quién va a andar.” Hoy pienso en esa sombra de Atahualpa, y pienso en las sombras propias.
Ojalá cuando no estemos, los recuerdos de nuestras sombras hagan sonreír a los que quedan.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Mariana Occhiuzzi
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