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La Palabra Sábado 3 de Diciembre de 2016

La decisión de estudiar letras*

por Laura Devetach - narradora y escritora (Buenos Aires)

Ya tenía el plan desde el secundario que quería ser escritora. Fundamentalmente escribía cosas que vaya uno a saber dónde están. Lo tenía en la cabeza pero Reconquista tenía eso de que todos los jóvenes se iban a Rosario, a Santa Fe. Hice mis averiguaciones y sabía que para letras tenía que ir a Córdoba. Lo hice y la verdad es que para fui fue mi tierra adoptiva. Fue una ciudad entrañable que quería mucho. Y ahí estudié, hice la carrera, tanto como estudiante como después docente. También estuve mucho en lo creativo, teatro para chicos, en el barrio, y al final me fui más para ese lado. La carrera docente me cansó, con sus tiranteces, sus peleas, la política. A veces era más importante eso que poder concentrarse en los temas que a uno le interesara. Y era de alguna manera militante, estaba en el centro de estudiantes, si bien no quería desempeñar cargos.

Resolver el medio de vida a partir de esa profesión

Tampoco había mucho ingreso en la universidad. Tenía trabajo en un secundario privado. Preparábamos alumnos, En un primer momento cuando nos casamos, tuvimos los chicos, trabajé en un profesorado de Bell Ville, Córdoba, que era muy lindo en aquella época, después vino el tema del gobierno de Juan Carlos Onganía y vino el golpe.

Cómo nos conocimos con Gustavo Roldán        

En la facultad de Córdoba. El había ido muchos años antes que yo con la familia, porque eran varios hermanos. Así que estuvimos juntos casi sesenta años. Nos casamos en Córdoba y allí nacieron nuestros dos hijos Laura y Gustavo.

Cuándo nos vamos de Córdoba

En el setenta y seis porque veíamos que la cosa se ponía muy embromada, se habían puesto muy duros con las universidades. Gustavo trabajaba en la universidad pero además para yapar el jornal siempre fue muy hábil con la carpintería, mi papá le enseñó algunas cosas, y hacía bastidores para los cuadros. Así que tenía bastante trabajo y cuando se vino lo de Onganía que todo el mundo empezó a ver que dejaba gente cesante, le decía tengamos otro medio de vida, porque en cualquier momento nos echan. Hicimos un kiosco para vender libros, yo empecé con infantiles, y los afiches y discos que estaban muy de moda en ese momento que llevábamos de Buenos Aires, Gustavo les hacía el marco. Estuvimos con eso dos años pero después fue insostenible.

En qué momento necesité publicar mi primer libro

Bueno, el que me empujó mucho en salir al mundo fue Gustavo. Porque yo tenía miles de cosas todas guardadas. Y La torre de cubos que es mi primer libro publicado lo hice en muy poco tiempo porque eran cuentos que les contaba a mis hijos y un buen día me senté a escribirlos, mejor dicho a dictarle a Gustavo que era buen dactilógrafo, yo no, aprendí después. Y entonces por separado mandé todos esos cuentos a distintos concursos, estamos hablando del sesenta, un momento de mucha efervescencia. Y dijimos “Acá hacemos el libro”, y para editarlo lo mandé al Fondo Nacional de las Artes y ganó el premio para edición. Ellos me daban el dinero para toda la edición y tenía mi amigo Víctor Viano, plástico ilustrador que fue el que hizo los dibujos de la primera edición. Que hicimos en Córdoba, fue el primer libro que se impuso en el país desde el interior. Como sello nos respaldaron de Eudecor, la Editorial Universitaria de Córdoba. Pegó muy bien. Al día de hoy tengo alrededor de treinta y cinco títulos infantiles.

Mi presente en lo literario

Muy bueno, estoy en un muy buen momento. De mucho reconocimiento. Estoy muy asombrada, porque sé que a la mayoría de la gente no le pasa esto. Al contrario, no siempre se reconoce. Y estos últimos años estoy como muy considerada, tengo muchos amigos, la gente, tengo muchos exalumnos y maestros porque lo que hice durante años fue trabajar en la promoción de la lectura. Fui a colegios, estuve por todo el país en distintos planes de lectura así que la gente con  la que tuve contacto es muy grande. Hice una buena relación con toda esa gente. Hoy recibo mensajes permanentemente en las redes sociales y en la feria del libro me he encontrado con muchos conocidos.

Lo que puedo rescatar de esos tiempos de incentivo a la lectura

Ibamos a distintos lugares con el plan de lectura con una amiga. Pedí que me enviaran al mismo lugar para seguir el trabajo. Fuimos a Yaciretá, en Ituzaingó, Corrientes. Era un pueblo de tres mil habitantes y cuando empezaron la represa llegaron veinte mil varones de Latinoamérica y Europa. Eso creó en el pueblo un revoloteo sensacional. Nosotros en ese momento estábamos buscando  material popular, relevando, hablando con gente. Y ahí hicimos talleres que después continuamos donde la gente tenía que traer eso en grupo para después procesarlos. Hasta policías teníamos de alumnos en esos lugares. Es increíble.

Cómo analizo la lectura actualmente

Creo que hay un gran movimiento, es decir, eso empezó hace años, tal vez con el gobierno de Raúl Alfonsín, después se hicieron cosas descabelladas, y se retomó nuevamente. De una manera u otra he participado en eso. Donde se trabaja con el adulto ahí prende. Si el adulto no es lector no funciona. No es que tenga que hace leer al chico porque sí. Después si soy lectora lo haré no como obligación sino como búsqueda de placer o como una cosa afectiva. Para mí la lectura no tiene nada que ver con los libros de pedagogía que dan guías para después trabajar los cuentos. Es otra cosa.

Qué modificaría en la enseñanza primaria y secundaria

De todo. No haría tan compartimentadas las materias. Trataría de que sean más reconocibles, tendería puentes entre la historia, las ciencias sociales, la literatura, más integral, que se comprenda que El matadero tiene que ver con lo político, con lo social, con el romanticismo, que de ahí sale Esteban Echeverría con otro tipo de romanticismo. Creo que todo eso es muy interesante. Quizás la facultad facilitó ese tipo de comprensión no porque ellos lo hicieran sino porque nosotros leíamos, y creo que fuimos maestros entre nosotros en el grupo que a mí me tocó. Era habitual que en la facultad la mayoría fueran mujeres pero en mi grupo era la única entre diez varones, incluido Gustavo. No tenía plata para comprar los libros, y mis compañeros que ya eran mayores que nosotros nos prestaron todo. Nunca rendimos con apuntes porque nos gustaba leer esos libros. Nunca me voy a olvidar del libro de la Historia social de la literatura y el arte de Arnold Hauser que todavía tengo, una maravilla, no creo que se haya superado todavía. Y eso es un trabajo más horizontal que vertical.

*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Laura Devetach

 

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