Por Raúl Vigini
Escribir este número aquí, en el editorial, impacta tanto como haber llegado hasta él. Es obvio, pensamos: la cifra, para la humanidad y desde épocas remotas, tuvo una significación decisiva; el sistema decimal, las tablas de la ley, los dedos de las manos y los pies; incluso en nuestro país es pronunciado el diez para dar cuenta de un excelente estado de ánimo o premiar el esfuerzo de los estudiantes; hubo un jugador de fútbol que lo dotó de personalidad y lo alzó a alturas divinas y otro que recogió la antorcha, ambos llevan en la camiseta el número que lo dice todo, que lo resume todo. No hay mucho para hacer si uno pretende desentenderse del peso de esta cifra rotunda. Hay en ella completud, aunque esa misma característica implique también un vacío para el que ose lucirla, para el que intente ser portador del diez. Plenitud y vacío, como en la runa Odín, usada en la mitología vikinga: la runa blanca. Por eso la tapa, abrigando este número en el que celebramos los anteriores que han posibilitado llegar hasta acá. Pero si el número nombra la excelencia, es por otro lado también sólo una cifra, una nada insignificante en un universo inimaginable en sus dimensiones. ¿Qué puede significar haber llegado al número 10 en un planeta como el que vivimos? Mucho y nada. Sin embargo, hay cosas que por insignificantes que sean en la coreografía de galaxias y supernovas muestran en sí mismas algo tan necesario, irrepetible y cotidiano como cada crepúsculo, el día se cierra y da paso a la noche, es una nota precisa, un instante que divide los tiempos: hacia atrás, la luminosidad, hacia adelante, la penumbra. Fin o principio. Ciclos que volverán a levantarse en un nuevo giro, que muestran el orden que mueve las cosas. Haber llegado aquí, entonces, tener diez revistas publicadas y en la calle es nada y todo: un número redondo, un premio al esfuerzo. Algo se ha cerrado y algo se abre. Sólo conoceremos el futuro construyéndolo; mientras tanto, lo que hubo hasta ahora nos permite celebrar. Gracias por haber estado ahí, por seguir danzando.
Alejandra Laurencich
Debate ¿Buenas críticas es igual a buenos libros?
Es muy común que en revistas especializadas, suplementos o programas culturales, por no mencionar los blogs dedicados a la literatura, se vean elogiados (hasta el punto de volver imprescindible su lectura) libros escritos por autores contemporáneos que, una vez comprados por el confiado lector, llevados a casa y leídos, dejan la impresión de merecer la indiferencia en el mejor de los casos ¿Qué compromiso hay en la escritura de una crítica literaria? ¿Responde a intereses que no tienen que ver con la calidad? ¿Cómo saber si una reseña es confiable? La balandra convocó a doce especialistas, reconocidos periodistas, autores y críticos, para que desde el ojo de la tormenta nos ayuden a “leer” a los que leen y juzgan los libros, a quienes suben o bajan el pulgar con el poder de sus palabras.
Libros que serán olvidados a los quince o veinte minutos de haber llegado el lector a su página final, que no han ni siquiera rozado un solo estamento de lo que podría denominarse la sensibilidad lectora, que jamás podrían ocupar un lugar en el corpus de la literatura son, con alarmante frecuencia, objeto de admiración de la crítica. Incluso cuando se puede reconocer buena intención en ellos es claro que esas obras hubieran debido permanecer en el cajón de los borradores, y que son parte de un montón olvidable. La intrascendencia más pura y perjudicial es lo que depara su lectura. Este fraude no sorprendería tanto si no fuera por el evidente contraste: en las páginas de medios especializados se los sigue mencionando como material indispensable para comprender el presente o el futuro de las letras, sus autores siguen recibiendo loas y espacio mientras otros autores -no siempre principiantes o recién llegados al mundo editorial- son ignorados con alevosía, pese a los premios o a la trayectoria dignísima que puedan ostentar. ¿Por qué textos que en un taller literario serían catalogados como textos básicos, carentes de toda belleza u originalidad, son en tantos casos -cuando provienen de algunos narradores contemporáneos- endiosados por sus cualidades?
Como se puede vislumbrar en el debate que sigue, las operaciones de prensa, el amiguismo, el intercambio de favores, los odios o amores encubiertos pueden ser en muchos casos la razón de una crítica favorable y engañosa. Pero pareciera que además de todas estas lamentables razones hay una en la que caen incluso los críticos honestos, que acatan con sumisión y quizá sin proponérselo el prestigio del consenso del que hablaba Bioy Casares. Ese maravilloso llamado de atención expresado en una conversación con Noemí Ulla: “Creo que en la opinión de la gente sobre los libros contemporáneos, nadie se atiene a su propio juicio sino al prestigio del consenso. Así, en los años cuarenta he visto que todo el mundo, la izquierda y la derecha, los nacionalistas y los internacionalistas, consideraban que Mallea era el más grande artista. Un día eso concluyó, y no sé si hay mucha gente que hoy crea que Mallea haya escrito una línea que valga la pena. Yo quisiera creer que la ha escrito, nunca la encontré. Por estas cosas se cometen toda clase de injusticias,
se admira a los admirados, se hunde a los hundidos. Aunque de vez en cuando alguien piensa que conviene levantar a un hundido. Sucedió con Roberto Arlt, con Horacio Quiroga, con Gombrowicz, con Faulkner. Hay una serie de autores que son inexpugnables, admirados por todo el mundo, y a mí nunca me han atraído. Siempre he querido aplicar mi juicio con entera libertad de las opiniones ajenas”(1).
Nos preguntamos: ¿es posible que no haya lugar para una crítica genuina, una opinión que no esté influenciada ni por los vínculos (ya sea positivos o negativos) del escritor con los medios, el prestigio que acompaña su trayectoria o incluso el afecto que despierta su manera de ser? En resumen y volviendo a la pregunta del debate, ¿podemos afirmar que una reseña positiva de un libro habla de un buen libro? Y si no es posible hacerlo, ¿cómo retornar a una crítica confiable?
(1)Ulla, Noemí. Lecturas y líneas estéticas, Alicante. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2013. Otra ed.: Conversaciones con Adolfo Bioy Casares, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 2002, pp. 17-35.
*El texto pertenece a la edición de la revista La Balandra N° 10 - otoño/invierno 2015
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