Por Raúl Vigini
LP - ¿Qué hay en el libro?
P.C. - En el libro hay entrevistas del Negro a través de su vida de lo que su mamá y yo pudimos conservar que tengo en seis carpetas, que un buen día me puse a ordenar, por año, después por mes y las pegué en hojas encarpetadas. Un día mi nieto cuando era más chico, que ahora tiene nueve años, vio fotos del abuelo Carlos a quien no conoció y dijo: “Este es el abuelo Carlos. Y este es el abuelo Carlos, pero no es el abuelo Carlos porque es un personaje”. Entonces no tenía claro quién era el abuelo Carlos. Porque su papá y su mamá son acróbatas, pero de pronto no son su papá y su mamá, son acróbatas. Pero acá era algo que él no había visto. Entonces decidí escribir para el día de mañana cuando él sea grande, porque tal vez no llegaré, para que sepa quién era el abuelo Carlos. Y escribí, escribí, escribí, escribí unas quinientas páginas en la computadora. Y Beatriz Seibel me dijo: “No podés guardar eso, es una maravilla de textos todo lo que hizo el Negro. Tiene que ser público. Tenés que armar un libro”. Me fue dando indicaciones, que ponga el currículum del Negro en tal página, que haga un índice. Yo nunca había hecho un libro. Le hablé a Mauricio Kartum para que haga su aporte y escribió la contratapa. Hablé con Graciela Dragoski que en ese momento estaba como directora en el Centro Cultural Paco Urondo, y me mandó a esta chica Yanina Andrea Leonardi que es doctora en Ciencias Políticas, especialista en peronismo y gremialismo, justo para hablar de Carella. Hizo un prólogo sin haberlo conocido, leyendo el libro, conociéndolo a través de sus declaraciones, muy interesante. Y después Cecilia Fiel que está en Instituto de Cine y que sabe de imágenes, buscó entre fotos muy viejas, eligiendo treinta imágenes que aceptaron que se incluyan. Beatriz me convenció para que lo presentara en Proteatro, lo aprobaron, aunque temía que no lo hicieran por cuestiones políticas. Pero cuando hicieron veinte años de su muerte un diputado presentó para que se coloque una placa en su homenaje en el Teatro Carlos Carella y según me dijo el promotor, fue aprobada por unanimidad en el Congreso. Quiere decir que Carella está por encima de su ideología política. Entonces me dio tranquilidad saber que el libro había sido aprobado por Carella.Proteatro tiene convenio con Eudeba y se editó a través de la editorial universitaria.
LP - ¿En qué momento vio la luz “La palabra de Carlos Carella”?
P.C. - La primera presentación la tuve en la Asociación Argentina de Actores que vino Sagai y Actores juntos, y fue muy hermoso. Ahí estaba mi nieto, que no sabía cómo hacer porque estaba sorprendido. El tenía ocho años y me dijo: “¡Abuela, cuánta gente lo quiere al abuelo ahora!”. Porque estaba Pepe Soriano que decía: “Porque no me vengan a hablar de dignidad, porque si está Carella…”. Era tan hermoso. Sigue estando. Yo le decía a Carlos en vida: vos no tenés idea de tu dimensión fuera de la casa. Yo tampoco la tenía. El día que él falleció que se lo veló en el Teatro Cervantes, a la mañana siguiente le pedí a una amiga para que me acompañe a comprar los diarios. Le pedí al diariero un ejemplar de cada uno, él me miró y habrá pensado que estaba loca, y ella le dijo: “Es la señora de Carella”. Y el señor me dijo: “Señora, me va a permitir que yo le regale un ejemplar de cada uno porque soy hincha de Argentinos Juniors.Y he saltado en el tablón muchas veces con Carella un gol”. Yo tampoco tenía idea. Cuando se hizo la cancha nueva de Argentinos que él no llegó a ver. Era un fanático, lo vimos a Diego Maradona jugar con los Cebollitas. Yo iba en taxi a la inauguración ese día, el chofer me vio con el banderín, con ropa roja y blanca, y bastante curioso me preguntó como adivinador si era viuda de algún jugador. Le dije que no. Siguió preguntando, y al final le dije que era la esposa de Carlos Carella. Paró el auto, me dijo que era un honor llevarla, porque siendo Carella sindicalista de otro sindicato, fue el único que lo representaba cuando hablaba en la televisión. Y me dejó en la puerta de la cancha y no me quiso cobrar. Hace dos años iba al teatro y fui en taxi, el conductor me decía que yo tenía suerte de poder salir, y le expliqué que era porque me invitaban y no pagaba la entrada. Me dijo: “¿Por qué no paga la entrada?”. Le expliqué que mi marido era un actor muy querido. Me preguntó quién era. Le dije y él quedó mudo. No me quiso cobrar porque era para él un honor llevarme. Y eso me sigue sorprendiendo porque son muchos años de su partida. Este libro me sorprende porque no soy escritora y solo escribí por qué quise editarlo.Lo reconocían y lo siguen reconociendo y teniendo en cuenta como persona, no solo como actor.
LP - ¿De qué vivió en los años oscuros de la última dictadura?
P.C. - Empezó trabajando en teatro haciendo obras que podía, con huecos. Llegó un momento que teníamos solo para darle de comer al nene, y después había dificultad para poner cosas en la heladera. Entonces como programadora de IBM decidimos que yo iba a ir a trabajar a alguna parte. Había ganado la licitación de teléfonos Alejandro Romay. Le habían hecho mal el programa de la guía telefónica. Entré a trabajar con un sueldo impresionante, sin horarios, a veces llevaba al nene que era chiquito. Con él yo tenía una relación como tucumana, además. Después ocupé una jefatura en un trabajo de codificación también con él. Cuando enfermó mi suegra dejé de trabajar para atenderla a ella y Alejandro me dijo: “Dios quiera que nunca más necesites trabajar. Pero si necesitás trabajar, en cualquiera de mis empresas la puerta está abierta”. Es muy humano. Además, su hija puso en Teatrix la última obra el Negro.
LP - ¿Qué recorrido está haciendo el libro?
P.C. - Empezamos en Actores, en Hurlingham, en Avellaneda, en Tucumán capital y en Tafí Viejo, porque allí nací. Muy linda gente. Al día siguiente de Tucumán mis alumnos de jardín de infantes me dijeron que tenía otra presentación en Tafí Viejo.Este año estuve en Santa Fe, cuando llegué no lo podía creer por las atenciones. Me declararon Ciudadana ilustre. Imagino que se sumarán otros lugares.
LP - Si tuviera que hacer un resumen de esta historia de Carlos…
P.C. - Los dos primeros libros que regalé fueron los de mi nuera y mi hijo. Se lo di a ella y estaba sorprendida, y le dije para que conozca al suegro que no conoció. Y quiero que lo guarde bien porque ese libro tiene que ser para Catalina, su nena de dos años. Y se lo di a Martín para que recuerde a su padre porque son las palabras de él, y lo va a hacer acordar de sus dichos, de su humor.
Anécdotas
Cuando estaba todo bien diagramado, me enviaron la prueba de galera para corregir, habían puesto Perla Maguid de Carella, y le dije que lo aceptaba si ponían Carlos Carella de Maguid. Porque era un acuerdo que nosotros teníamos: la no pertenencia. Yo era Perla Maguid y él era Carlos Carella.
A Carlos no le gustaba ir en colectivo porque el chofer lo recibía con un “¡Maestro, permítame!” Y lo exponía ante todo el pasaje. Y le daba vergüenza. Entonces íbamos en taxi.
En épocas de la dictadura íbamos en taxi y hablábamos entre nosotros dos. El taxista decía: “Yo le conozco la voz”. “No sé…”, decía Carlos. “¿Usted trabaja en la televisión?”, insistía. “No” respondía Carella, y era cierto porque no tenía trabajo al estar prohibido.
Cuando el Negro estaba en la Asociación Argentina de Actores, dijo: “Bueno, acá pueden pedir cafecito o té del bar, cada uno pida lo que quiera”. En la primera reunión pregunta Carella: “¿Tienen frola? Traeme a mí una porción”. Cuando se la trae, pone la mano en el bolsillo y dice: “¿Cuánto sale?”. Y la paga. Fue suficiente la actitud para dejar ver que era gratis lo que se tomaba pero el que comía tenía que pagárselo.
por Raúl Vigini
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