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La Palabra Sábado 7 de Mayo de 2016

En busca de… Osvaldo Dalmasso, médico

A treinta años de la muerte de Krishnamurti Jiddu Krishnamurti siempre tuvo una gran curiosidad por el funcionamiento del cerebro humano pero no desde el punto de vista biológico sino enfocado hacia el amplísimo campo de lo psicológico. A partir del diagnóstico de las imperfecciones del hombre y de la sociedad en general, él consideraba que “para mejorar la sociedad debía primero cambiar el hombre” y eso sucederá cuando se produzca un cambio real en la educación desde las primeras etapas de la vida. La Neurociencia nos dice que el cerebro humano funciona con millones de neuronas en forma integrada. La Psicología experimental nos enseña que una parte de las interconexiones de esas neuronas está destinada principalmente a sentir y otra a pensar. La Filosofía nos plantea que el SER está vinculado con el sentir, con los afectos, mientras que el TENER se relaciona con el hacer, es decir con lo factual, con el pensar, con el conocer y con el progresar, conceptos también confirmados por las neurociencias. Estos son los dos grandes “programas mentales” con los que funciona el hombre, que a veces son contradictorios y por lo tanto causa de tribulaciones personales y sociales. Estos son también los grandes temas que enfocó Krishnamurti durante toda su vida a través de la educación. Sin embargo, nunca aceptó ser tratado como un maestro ni como una autoridad o un gurú y renunció a aceptar otra acción que no fuera la transformación mental de cada persona, sin sujeción a tradiciones ni a cambios preestablecidos. Esta actitud marca, tal vez, su sello más característico: Krishnamurti nunca habla de lo inaccesible, es decir en términos metafísicos. Conversamos con Osvaldo Dalmasso acerca de la vida y la obra del pensador indio.

Raúl Vigini

Por Raúl Vigini

LP - ¿Cómo y cuando tuvo contacto con las enseñanzas de Krishnamurti?

 

O.D. - Mi primer contacto con la obra de Krishnamurti sucedió en el año 1977, cuando el profesor Emilio Gentili me obsequió un libro. Su lectura no me resultó fácil al comienzo pero ahora creo que se debía a lo simple y categórico de los enfoques críticos sobre las falencias del hombre y la sociedad. A medida que avanzaba en el estudio de la obra escrita de Krishnamurti comprendía que se trataba de algo muy serio. Después me relacioné con grupos que seguían esta línea, vi algunos videos de sus conferencias, escribí algunas notas y di charlas en Rafaela, Santa Fe, Paraná y San Marcos Sierra, provincia de Córdoba.

Más adelante me contacté con Ginés del Castillo quien junto a su esposa Cecilia fundaron la Escuela de la Nueva Cultura “La Cecilia” cerca de Monte Vera, provincia de Santa Fe, en la que se enseña con bases en el pensamiento de Krishnamurti y está reconocida por la Fundación Krishnamurti de Hispanoamérica. Además visité la escuela fundada por Krishnamurti en Brookwood Park, en el sur de Inglaterra donde también funciona la Fundación Krishnamurti de ese país.

 

LP - ¿Podemos mencionar algunas características del trabajo docente en  la  Escuela de la

Nueva Cultura “La Cecilia” ubicada cerca de Monte Vera? ¿Cómo se enseña?

 

O.D. - El maestro o el profesor va detectando en cada alumno desde el jardín de infantes hasta el final del nivel secundario, las diferentes predisposiciones para capacidades futuras, mediante una observación empática constante, teniendo en cuenta también las influencias de factores genéticos, congénitos y ambientales -naturales y sociales- que constituyen la base de la personalidad. Se permite que el alumno madure en libertad y en el ejercicio de la “percepción alerta” de todos los estímulos que esté recibiendo en cada instante, externos -por medio de los sentidos- e internos -de su propia mente- alternando con los momentos de mayor o menor duración que necesita la concentración para cada tema a estudiar. Esa libertad implica mantener limpia, fresca y clara la mente del alumno, sin la siembra de estructuras de pensamiento basadas en creencias dogmáticas, nacionalismos extremos ni ideologías cerradas. Se lo orienta a no cultivar la percepción de la realidad a través del Ego, para que aquella no se distorsione, realidad que corresponde también a las interrelaciones que el niño va estableciendo con todo. De esa forma puede ser acompañado hasta que empieza a gestarse su vocación y luego hasta los diecisiete años, cuando llega el momento de elegir un trabajo o una carrera terciaria. El objetivo final es alcanzar la vida adulta realizando una actividad digna y del agrado de cada uno y no como sucede actualmente cuando cada persona improvisa su trayectoria de acuerdo a las circunstancias. Por supuesto que esta tarea no puede realizarse en un aula con cuarenta alumnos, sino en grupos que no superen los diez educandos tal como se practica en La Cecilia. Entonces el grupo funciona como un sistema integrado y no en estado caótico en permanente tensión y conflicto, porque el orden y la disciplina surgen espontáneamente y no por imposición rígida.

 

LP - ¿Por qué supone que no trascendió más el pensamiento de este filósofo sobre todo en el campo de la educación?

 

O.D. - En alguna corriente psicoterapéutica se cita con frecuencia el nombre de Krishnamurti. Pero “el hombre es un animal de costumbres”, como dice el aforismo. Para cambiar los hábitos que están como “cristalizados” en la mente, se debe comenzar desde la educación en edades muy tempranas. Pero los programas educativos son muy parciales y fragmentarios como veremos luego, debido a la inclusión de temas y materias con orientación casi exclusiva hacia lo factual, el alcanzar y el progresar, descuidando totalmente los aspectos vinculados con el ser. Además la educación está condicionada por infinidad de intereses creados que bloquean la presencia de estos aspectos tan esenciales para el ser humano.

 

LP- ¿Cuáles son para usted los tres libros más importantes que tiene en su biblioteca?

 

O.D. - En primer lugar “El Principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, porque contiene observaciones profundas sobre la vida, la naturaleza humana y la forma esencial, inocente, fresca y desinteresada en que se pueden establecer las relaciones humanas. Estos son elementos del campo afectivo que corresponden al Ser, el “estar siendo” en cada instante.

El segundo libro es “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach. Esta obra contempla una fábula novelada de una gaviota, que uniendo el deseo de progresar y el cuerpo, pone todas sus energías en la búsqueda de la perfección y de la libertad en el arte de volar. El deseo de Progresar de la gaviota, extrapolado a la psicología humana, está impulsado por recuerdos, creencias, imaginación, objetivos, decisiones y emociones, que asociado a las habilidades del cuerpo expresan el entusiasmo, la voluntad, la constancia y el esfuerzo en la práctica intensiva, puestos al servicio de un objetivo a lograr con el tiempo. Pero paradójicamente, por la búsqueda de la libertad y por no ceder a la presión de obedecer las reglas aceptadas instintivamente por su bandada, al mismo tiempo vive esclavizada por la obsesión perfeccionista de un proyecto sublimado en una utopía. El tercer libro es “Educando al Educador” de Jiddu Krishnamurti, que aborda la necesidad de cambios reales en la esencia de la educación. 

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Krishnamurti nació y vivió en la India hasta los 16 años, luego en Inglaterra hasta los 27 años y finalmente se radicó en Ojai, California, Estados Unidos. Desde allí viajó por Europa y la India dando conferencias ante públicos multitudinarios -principalmente universitarios- y desde aquellos temas se tomó material para su obra escrita. En 1935 estuvo en Argentina. Fue invitado varias veces a hablar en Asambleas de las Naciones Unidas. Tuvo diálogos profundos con Karl Pribram, neurofisiólogo de la Universidad de Stanford, con David Bohm, profesor de Física Teórica en la Universidad de Londres, con Bertrand Rusell, con David Feldman González, psiquiatra argentino radicado en Méjico y creador de la Psicología Holokinética, entre tantos otros. Murió en Ojai el 17 de febrero de 1986 a los 90 años.

por Raúl Vigini

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