Por Raúl Vigini
LP - ¿Dónde transcurrió tu infancia y qué imágenes visuales y sonoras conservás?
N.G. - Transcurrió en Santa Fe, en el barrio de Guadalupe. Mi vieja siempre cantó en casa mientras hacía las cosas, y mi viejo los fines de semana se levantaba temprano a afeitarse y poner sus discos de folklore con un volumen que nos obligaba a despertarnos y escucharlos enteros. Terminé memorizando los Chalchaleros, Fronterizos, Guarany, etcétera. Mi vieja se ocupó de mandarnos a las academias de barrio para tomar contacto con todo lo que estuviera relacionado con el arte. Así pasé por danza, por patín artístico aunque duré poco no me gustaba caerme, guitarra y flauta. En cada lugar un repertorio diferente. Mi abuelo tenía grandes colecciones de música clásica, él vivía en su casa que se encuentra en el mismo terreno que mi casa materna-paterna, solo un patio las separa así que iba y venía, y cuando estaba en el patio se escuchaban también los discos de mi abuelo. No sabía que estaba entrando en el repertorio ruso, alemán o francés sinfónico, para mí todo era música clásica. Se mezclaba a veces con Ginamaría Hidalgo, creo que ése fue uno de los pocos discos de música popular que tenía mi abuelo, le encantaba como cantaba ella. Cuando vinieron los casetes se hizo grabar sus discos para poder escucharlos en el auto así que cuando salíamos de vacaciones o hacíamos mandados escuchábamos esa música también. Veía nombres largos como Tchaikowsky y otros cortos como Chopin o Mozart, muchos años más adelante en la universidad me encontré analizando esa música. Mi vieja además me acercaba la radio a la oreja cuando pasaban algún tema nuevo que a ella le gustaba. Una vez me despertó con el Unicornio azul cantado por Mercedes Sosa, estaba maravillada y quería que la saque con la guitarra para cantarla. En ese tiempo en casa se acostumbraba a la guitarreada después de comer cuando había reunión de familia materna así que mandarme a la academia a aprender guitarra aseguraba la peña de sobremesa. Otra cosa que no faltaba era acercarnos al Festival de Guadalupe, mientras se podía ir llevando sillones, cuando luego ya se cobraban entradas nos subíamos a la terraza y escuchábamos desde ahí lo que el viento traía, no estábamos tan lejos, así que pescábamos algo. Mi adolescencia tuvo la compañía de una amiga que con su familia mantenían actualizada la discoteca y así pude tener acceso a Buenos Aires 8, Trovadores, Grupo Vocal Argentino, Silvio Rodríguez, Suma Paz, y tantos otros que no circulaban por los medios masivos todavía.
LP - ¿Cómo se dio tu acercamiento a la música?
N.G. - En primer lugar por las clases particulares en la academia de barrio con Ofelia Rodríguez. Me introdujo a la lectura de partitura, a los primeros acordes, a cantar acompañándome con la guitarra. Allí conocí a otra chica que iba y somos amigas hasta el día de hoy: Carina Testa, hoy bailarina y profe de danzas folklóricas. Estaba en mi misma escuela así que los actos nos tuvieron de protagonistas y encargadas de musicalizarlos. Con Carina armamos un grupo vocal, su hermano hacía los arreglos y creo que fue en 1987 que entramos los cuatro del grupo a formar parte del Coro de la UTN dirigido por Abel Schaller, él nos orientaba con los arreglos y el sonido del grupo y a cambio debíamos formar parte del coro. Ahí conocí lo que era la técnica vocal y lo minucioso que puede ser el trabajo vocal.
LP - ¿En qué momento decidiste ocuparte en la formación de esa rama del arte?
N.G. - No bien terminé el secundario sabía que quería seguir aprendiendo canto, pero había una gran contraposición “social” entre querer estudiar música y la “supuesta” estabilidad laborar que eso podía darme, así que entré a estudiar el profesorado en Informática y Administración de empresas. En un momento me di cuenta que no podía estar así y me inscribí en el ISM y empecé a cursar, como podía. Sabía que quería seguir el canto, mi viejo me ayudaba llevándome a tomar clases con Rosmarie Helf en el auto, bien al norte de la ciudad. Con mucho esfuerzo me recibí el profesorado para empezar a trabajar, ya era madre. Fue muy difícil no poder dedicarme al ISM extrañaba mucho el ambiente de estudio universitario, dejé un tiempo de cantar, estaba con mi trabajo solamente, hasta que no aguanté más y armé un dúo con Susuky Fiol, que conocí en el Coro de UTN, ella guitarrista. Hicimos una amistad muy cercana, ella fue mi apoyo en muchos aspectos, fue una amiga que me ayudó mucho. Ese fue el comienzo real de mi camino cantando.
LP - ¿Incursionaste en otras disciplinas artísticas?
N.G. - Después de los intentos de mi madre de hacerme bailarina y patinadora de niña en mi adolescencia solo me dedique a la música. Hace unos años me entusiasmé con la posibilidad de dibujar, empezó siendo un juego para hacer dibujos de posiciones del cuerpo para ejercicios vocales. Aumentó mi interés cuando entré a un taller, tanto que terminé haciendo una muestra con obras con otros compañeros. Luego hice un año de acuarela con Fernando Pena, un gran acuarelista uruguayo. Por otro lado también me entusiasmó la fotografía, pero solo autodidacta.
LP - ¿Qué lugar elegiste para estudiar el mundo de los sonidos?
N.G. - Tuve la suerte de poder transitar por los lugares que considero los más enriquecedores de Santa Fe. Los lugares por los que transité fueron privados e institucionales. Los privados fueron con Rosmarie Helf, una gran maestra de canto que me mostró la técnica ligada a la energía interna, la mirada universal, el contacto de la voz con el mundo que nos rodea. Paola Tourn que me recibía con el repertorio que llevara y también me proponía obras académicas para profundizar ciertos aspectos, por supuesto Susana Caligaris quien primero me dio técnica en el Coro de la UTN como integrante, pero luego siguió el ISM y hasta el día de hoy me guía amorosa y sabiamente. También estudié bajo eléctrico y armonía con Adrián Barbet, un gran bajista/pianista que ahora vive en Río de Janeiro. Además de cursos y capacitaciones con Lilian Saba, Liliana Herrero, el Chango Farías Gómez, el Negro Aguirre, Amelita Baltar, y varios más.
LP - ¿Con qué objetivos ingresaste al universo concreto del canto?
N.G. - No sé si me puse un objetivo. Creo que el estar en el canto se fue dando. Durante la etapa de estudio del profesorado me desvinculé totalmente de la música, cuando casi estaba por recibirme retomé con todo. De ahí se fueron presentado las ocasiones: primero fue ir al Ciclo “A la gorra” que se hacía en el Foro de la UNL, luego algún pub, luego animarme a algún certamen, luego a otro y en el medio buscar el estudio, la técnica, los elementos que fueran dando la información y las herramientas necesarias para poder abordar la música. Se puso a rodar sola la rueda y no paró más.
LP - ¿Qué mensaje te interesa dar con tus proyectos culturales?
N.G. - Ahí si tengo muchos objetivos. La canción popular como diría el Cuchi Leguizamón: “es una síntesis de emoción y sabiduría”, si a eso le sumamos el Destino del canto de Yupanqui, tenés tarea de sobra para cada proyecto. Durante mucho tiempo sentí que se vivía a la cultura como espacios separados y delimitados, la música clásica por acá, la popular por allá, el jazz por allá. Después vi la composición de nuestros grandes y vi sus vidas rodeadas de cantidad de artistas de distintas expresiones, pero “artistas” no mercaderes de la cultura. Entonces uno de mis mensajes es ése, hacer convivir las artes es parte de la música, ésa es la música como expresión artística, no la música de molde. No me gustaría andar por andar nomás, creo que es importante hablar del respeto por nuestra música, de no dejarse engañar por la poesía barata, de defender lo que es nuestro, de no dejar de lado composiciones por la época en que fueron compuestas. Creo que es importante dejarse llevar por la emoción, allí hay un dato importante a la hora de valorar la música que escuchamos, allí es donde nos reencontramos con nuestra identidad. Como dice don Armando “Ando cantándole al viento y no solo por cantar, del mismo modo que el viento no anda por andar nomás”. Es mi deseo no andar por andar nomás.
LP - Algo más que desees agregar.
N.G. - Puedo agregar que me considero una afortunada, he compartido la música con quienes considero los mejores. Desde las orquestas de cámara, hasta músicos instrumentistas o cantantes que admiro y han sido modelos en mi estudio. Los trabajos de investigación me han acercado a profesionales de la música que me aún me enseñan a pensar y abrir mi mente a nuevas perspectivas que luego vuelco al canto. La literatura, la pintura, la escultura, todo aprendí a mirar. Eso gracias a la mano de mi compañero. Había por allí una puerta que debía abrirse y él me ayudó a hacerlo. Hoy cuando vamos a Bellas Artes, me paro frente al beso de Rodin y se me caen las lágrimas. Nunca hubiera imaginado eso en mi infancia. La literatura, los amigos poetas que conocí Horacio Rossi, Oscar Agú, Teresa Guzzonato, y tantos otros en mi juventud y los inicios de mi carrera como cantante, me regalaron esa otra puerta de la del encuentro de las almas a través de la palabra. Creo que es importante apoyar a quien tenga un mínimo de intención en el arte, no debería dejar pasar el momento de practicarla, de cultivarla. En el arte hay poesía y como decía mi amigo Horacio Rossi: la poesía hace habitable al mundo y agrego, hacer lo que queremos nos mantiene vivos.
por Raúl Vigini
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.