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La Palabra Sábado 26 de Noviembre de 2016

En busca de… María Fernanda Peralta, arpista

Cordaje encendido Una niñez que le permitió conocer los ámbitos culturales de su entorno familiar, la llevó a compartir los espacios de la música y de la danza. De allí la cautivó un instrumento representativo del acervo guaraní y sus estudios con importantes referentes del arpa, le aseguraron un destino laboral que hoy pretende afianzar y superar. Conversamos de su experiencia en geografías diferentes.

Raúl Vigini

Por Raúl Vigini

LP - ¿Cómo llegás a la música?

M.P. - Mis papás son del Paraguay y tenían un cuerpo de danza, un grupo de baile, de danza paraguaya, entonces me crié en peñas y escuchando bandoneón, guitarra, gente cantando, arpa por supuesto. Ellos se conocieron en Buenos Aires y me crié en ese ambiente. De ahí mi relación con el arpa, de ver y escuchar, que me gustaba, y les pedí que me compraran un arpa y que quería aprender a los siete años. Pero nunca pensé que me iba a dedicar al arpa, era completamente un pasatiempo. De hecho después del colegio estudié abogacía tres años, dejé, y ahí retomé el arpa en serio.

LP - ¿Por quién te decidiste cuando tuviste que elegir el profesor del instrumento?

M.P. - Como mis papás tenían un grupo de danzas, había una arpista, me empezó a enseñar ella, Susana Peña, y después me enseñó Angel Báez que parte del grupo, y ellos fueron mis dos primeros maestros en el principio.

LP - ¿Estudiaste siempre arpa paraguaya o también la clásica?

M.P. - Estudié de oído, ahora estoy empezando a estudiar teoría, pero siempre con el arpa paraguaya.

LP - ¿Cuándo advertiste que tu intención era más formal hacia el profesionalismo?

M.P. – Tocaba de vez en cuando en las peñas, pero sin tomarlo como un compromiso. Fue a través de Angel Báez que estaba trabajando en el Hotel Intercontinental, y el señor que lo había contratado le preguntó si conocía a alguien y él me consultó si quería ir. Fue como que me empecé a entusiasmar de nuevo y salió un trabajo sin buscarlo. Yo estaba yendo a la facultad todavía, y empecé a trabajar en el Hyatt de Recoleta, muy linda la experiencia durante un año y medio. Y meses después de dejar ese lugar sale mi primer viaje a Japón.

LP - ¿Habías intentado el contacto para que se diera en ese país?

M.P. - No, tampoco. Fui a un concierto de una arpista en Buenos Aires, me encontré con una colega y ella, que había empezado conmigo a los siete años con la misma profesora, no estaba interesada en una propuesta que le hicieron para Japón y le dio mis datos. La productora japonesa me llamó, me ofreció el contrato, y así fue que estuve tocando a los veintidós años en el exterior.

LP - Para llevar tu propuesta a otros países. ¿Habías superado el repertorio paraguayo?

M.P. - Estaba en proceso de aprendizaje. Ese hecho lleva mucho tiempo porque uno se acostumbra a tocar guaranias o polcas y después tenés que tocar otras cosas. Como todo necesitás aprender. Cuando empecé a tocar en el hotel estaba sacando temas nuevos y cuando salió lo de Japón ahí sí fue sentarme horas a estudiar de todo un poco y ahí fue que empecé con Amadeo Monges.

LP - ¿Cómo llega a vos el nombre de Amadeo Monges?

M.P. - Lo conocía, sabía de él, sabía que era un excelente músico, un excelente artista, pero no personalmente. También se dio que estando más metida en el ambiente de la música, me enteré que iba a tocar y fui a escucharlo. Cuando terminó el recital, me acerqué, lo saludé, y le pregunté si daba clases y si me podía enseñar. Así empezó. Y fue antes de que me fuera por primera vez.

LP - ¿Cómo armaste tu repertorio para llevarlo a otros países?

M.P. - Siempre depende de adónde vas y qué vas a hacer adonde vayas. En este caso como el trabajo que hice es de hotel, no te exigen determinadas canciones, pero hay como una lista de temas que son los conocidos, algo de Los Beatles, algo de Frank Sinatra, algo más actual de la radio, medio pop que se pueda adaptar en el arpa. Empecé a buscarlos y a sacarlos. Antes del primer viaje, que fue cuando conocí a Amadeo, él me ayudó muchísimo porque tiene mucho conocimiento. Y uno va aprendiendo, después lo hice sola.

LP - En cuanto a tu elección. ¿Cuál es la música que te gusta?

M.P. - Realmente si puedo elegir me gusta tocar música latinoamericana en general, tango, paraguaya, es lo que más hago y más disfruto hacer. Me gusta el ritmo latino, movidito, tipo salsa.

LP - ¿Qué lugar ocupan en el público, dentro de ese repertorio que ofrecés, nuestros ritmos?

M.P. - Los japoneses son muy cultos, puede suceder que toques una zamba y la conozcan pero tiene que ser muy difundida como Alfonsina y el mar o Luna tucumana, pero en otros lugares no pasa eso. Estuve trabajando un año y medio en Qatar, Medio Oriente, y eso no pasó pero sí conocen el tango, como La cumparsita o El choclo. Depende del público que te esté escuchando, hay quienes tienen más interés, que les gusta, pero es muy relativo.

LP - Viajaste varios años ¿Cuál es el proyecto musical que te proponés hoy?

M.P. - Estoy armando de a poco, porque todo lleva su tiempo, un repertorio y en lo posible generar espacios más por acá. Quizás siga viajando un tiempo, no sé, pero mi sueño es dedicarme a dar conciertos, por ejemplo.

LP - ¿Cuánto tiempo le dedicás al arpa para mantener el estado como intérprete?

M.P. - Todos los días practico. Ensayo por lo menos cuatro horas diarias. No seguidas, porque aprendí que no está bueno hacerlo continuado. Es más productivo estudiar media hora, dejás un rato, después otra media hora, pero espaciado. Hay que cuidar la espalda, las manos, y así se las protege.

LP - El disco casi siempre es importante para los músicos. ¿Cómo se dio en tu caso?

M.P. - Me encantaría volver a grabar un nuevo material, vamos a ver cómo se dan las cosas si lo puedo hacer el año que viene o empezarlo al menos. Me parece que es importante tanto como hacer presentaciones. Es una manera de que la gente te conozca.

LP - ¿Y el tema docente como trabajo?

M.P. - Doy clases pero poco. Un poco por lo de los viajes, y otro por la falta de regularidad. El arpa es un instrumento un poco caro, o tener que ir a Paraguay a comprarla.

LP - ¿Te presentás sola o con acompañamiento de músicos?

M.P. - En general voy como solista pero si nos encontramos con algún músico se arma ahí. En algunos casos -depende donde vaya a tocar- puede ser guitarra, bajo y percusión.

LP - ¿Cuál es tu anhelo con tu profesión?

M.P. - ¡Qué pregunta! Creo que es lo que te comenté: dedicarme a dar conciertos. Todo lo que implicaría llegar a lograr eso es un montón, sería realmente un sueño que quisiera realizar. Poder establecer un circuito acá o afuera, en festivales o encuentros, cuestiones culturales para darme a conocer con el arpa.

LP - ¿Cómo te fue como mujer en el ámbito laboral?

M.P. - En general muy bien. No me tocó vivir ninguna situación desfavorable.  Lo que veo, y supongo que antes habrá sido diferente, más difícil para ellas, ahora ya somos varias mujeres las que tocamos el arpa.

LP - Para lograr tus objetivos tuviste que renunciar a algo?

M.P. - Sí. En mi caso, viajar en cualquier momento del año te quita posibilidades de ponerte a estudiar otra cosa. Ahora hay recursos a distancia pero es complicado llevar una vida más normal. La música lleva muchísimo tiempo, y a veces uno no toma conciencia de eso. La dedicación para aprender un tema que tocás en tres minutos, lo que no se ve, hace lo que uno es por fuera, pero lleva un proceso. En lo afectivo es muy difícil. Estoy muy contenta y agradecida porque conocí lugares y viví cosas que de otra manera no iba a ser posible. Entonces eso siempre lo reconozco mucho. A veces me gustaría que algo fuera diferente, pero después me doy cuenta que es lo que elegí y hay que hacerse cargo. Es una elección, y si  hace bien es porque fue acertada. En mi caso los viajes los hice sola, estuve de seis meses a un año sin compañía, solamente estuve con gente que está de paso. Y hay que aprender a vivir así. Pero me gustaría otra cosa.

LP - Una anécdota.

M.P. - Cuando recién llegué a Qatar, en octubre de dos mil catorce, uno tiene ideas sobre ese pueblo, pero en las ciudades turísticas es diferente. Los primeros días, cuando pasaban ellos con sus túnicas blancas, casi ni los miraba porque me sentía inhibida. Un día, terminé de tocar, un muchacho me dijo “Hola”. Di vuelta y lo miré y me dijo que le dé mi número de teléfono. Le dije que no lo iba a hacer. Insistió, insistió. No se lo di. Al principio me costó relacionarme con ellos porque son como arrogantes y tienen esa cosa de posesión y de tener todo fácil. Al principio te choca pero no tuve mala experiencia con la gente.

por Raúl Vigini

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