Por Raúl Vigini
LP - ¿Cómo se dieron tu acercamiento y tu pasión por el teatro?
L.B. - Me cuentan que a los cuatro años le dije a mi padre que quería ser actor. Nací en Junín en una familia que nada tiene que ver con el arte, de ninguna raíz. Padre futbolista. Cuando le dije eso se alarmó, e insistí. Al principio no me dejó, y todos los años insistía. No me dejó nunca. Siempre fui muy inquieto, muy lúdico, fui a una escuela donde actuaba a veces en los actos, siempre con mucha emoción. Recuerdo que en primer grado estaba enfermo, no me querían mandar a la escuela, y actué enfermo igual. A los diecisiete años me fui de Junín a Rosario a estudiar letras, pero empecé a estudiar en el Conservatorio Nacional de Actuación, me iba a escondidas, después les conté. Hice las dos cosas, al año siguiente me fui a Buenos Aires, me pude independizar, hice dos años de letras en la UBA y entré en el Conservatorio de Arte Dramático que tiene una carga horaria importante. Cinco años estudiando ahí. Me recibí, soy actor, pero estudiando actuación me di cuenta que dirigir era lo que más me apasionaba. Me gustaba más dirigir que actuar, con lo cual agradezco mucho la formación como actor porque me dio las herramientas que son las que utilizo hoy para dirigir. Escribo y dirijo tanto teatro como cine. Estrené al año de recibirme mi primer espectáculo, llevo cinco obras estrenadas como autor y director. Y una película estrenada como guionista que se llama “La valija de Benavídez”, y estamos escribiendo la segunda. Si todo sale bien la estamos filmando el año que viene. Además dirijo actores en cine, asistencia de dirección, producción. Trabajé de muchas otras cosas, típica historia que hemos tenido varios viviendo en una ciudad tan grande a la que arribé en dos mil uno. Y de a poco me metí en el ambiente y por fortuna no tuve que trabajar de otra cosa que no tenga que ver. Fui asistente de José María Muscari, con Román Podolsky, y me llama Gastón Barral que dirigía Uocra Cultura en ese entonces con quien nos conocíamos desde muy chicos, me convoca para ocupar un cargo porque se había ido el jefe de sala. Lo abordé con todos los prejuicios, pero cuando conocí la sala me enamoré y decidí quedarme a trabajar ahí. Y sigo hasta hoy, con mucha afluencia de público y muy buenos espectáculos. Y paralelamente escribo y dirijo mis espectáculos.
LP - ¿Seguís estando cerca de lo alternativo?
L.B. - No abandoné estrenar en el ambiente alternativo porque es un espacio de mucha libertad, creo que se cocina lo mejor, sin demanda más que las estéticas propias. Y además particularmente veo mucho, entre tres y cinco espectáculos por semana, más las que funcionan en el teatro de Uocra. Y estoy convencido que en el teatro alternativo se cocina lo mejor del mundo. Es el campo por donde me gusta nadar, es muy interesante.
LP - Y el presente ¿en qué te ocupa?
L.B. - Estoy ahora estrenando una obra que no escribí sino me invitaron a dirigir, de una dramaturga argentina, Rocío Carrillo, formada en el Centro de Estudios Teatrales Latinoamericanos, también produzco.
LP - Hablabas de la formación actoral, y de tu decisión de dirigir en vez de actuar. ¿Hasta dónde te forma la carrera actoral para ser director?
L.B. - Cuando terminé la carrera de actuación, con las herramientas del actor, seguí pensando en hacer la carrera de dirección. Es una opinión muy personal pero creo que enseñar a dirigir es muy difícil, enseñar a actuar no tanto porque le da las herramientas. Pero enseñar a dirigir responde mucho a la mirada, a las inquietudes artísticas, estéticas, del director. Para mí la dirección tiene algo muy intuitivo, de cómo ver una obra en escena. Me costaba mucho decidir con quién aprender a dirigir siendo que pocos me motivaban y me parecían interesantes. Así que decidí no hacer la carrera de dirección hasta que lo conocí a Rubén Szuchmacher. Y fue y es un gran docente de puesta en escena que más allá de sus obras que vi muchas, es un gran formador de actores y de directores muy didáctico y con una cabeza interesante para escuchar. Y después de esos dos años con él empecé a dirigir.
LP - ¿Qué querés lograr cuando te ponés a escribir un guión?
L.B. - En principio es entretener. No tengo aspiraciones ni literarias, ni intelectuales. Somos populares. Por eso estamos en el terror, o la ciencia ficción, o la comedia, porque son géneros que en lo personal me resultan muy atractivos. Pero responden a mi deseo como hacedor artístico que es entretener al espectador. Si no me entretengo todo lo demás irá después. Y cuando me capta o me entretiene, no me importa si es un drama o si es una comedia. Si una historia me captura no me importa si me hace llorar o me hace reír, o me hace pensar. Para mí lo importante como espectador es que me pienso como espectador a la hora de realizar.
LP - ¿Qué le exigís al colega cuando lo vas a ver al teatro o al cine?
L.B. - Tiene que ver con lo anterior que dije: entretenerme en principio. Y después que sea verosímil, la verosimilitud de cualquier historia. Y ahí no importa el género, no tiene que ver con ningún naturalismo, ni realismo, ni nada. Que uno pueda entrar. Que es lo que busco como realizador también.
LP - ¿Qué lugar creés que ocupa o debe ocupar el teatro en la sociedad?
L.B. - Como cualquier manifestación artística. A mí me gusta mucho el teatro y soy un apasionado del género porque está vivo, porque es único, irrepetible, porque late junto con la sociedad. Pero lo hace cualquier manifestación artística, es un poco un reflejo. Un reflejo muchas veces real, muchas veces distorsionado, muchas veces exagerado, pero reflejo al fin. Creo que el teatro en todas las épocas le devuelve a la sociedad una mirada particular, que la cuestiona y la hace reflexionar. El teatro es una experiencia viva, por eso me conmueve muchísimo más que cualquier otra manifestación artística, transpira con los cuerpos, el ser humano está ahí y late con vos.
por Raúl Vigini [email protected]
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.