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La Palabra Sábado 3 de Diciembre de 2016

En busca de… Laura Devetach, escritora

Hace camino al contar Los relatos de los lugareños que frecuentaban el hogar de su familia le alimentaban la imaginación y de allí se iban armando las historias menos pensadas y los personajes más originales. Una biblioteca interminable en la cocina le permitió llegar a los títulos escogidos desde niña para imbuirse en esa realidad insospechada. Todo contribuyó para que siga siendo una escritora reconocida e inolvidable. En esta charla con LA PALABRA nos cuenta sus vivencias.

Raúl Vigini

Por Raúl Vigini

LP - ¿Qué sigue atesorando en su alma de aquella Reconquista natal?

L.D. - Y… diría que muchísimas cosas. Fundamentalmente la niñez y la adolescencia, parte de la juventud y la naturaleza. Es decir, para mí el litoral es un lugar privilegiado en cuanto a naturaleza, me parece que es una maravilla. Y todo eso lo pude disfrutar mucho, con mucha libertad, porque eran otros tiempos, tiempos de puertas abiertas donde tenía la costumbre de escaparme mucho de mi casa, de chica… Era famosa por las escapadas de chiquita y después aparecía. Siempre me andaban buscando. El año pasado cuando volví me emocioné muchísimo frente a los lapachos, porque allá es como que estallan, en rosa, amarillo, blanco. Y en la época que corresponde después es el jacarandá celeste. El río porque estamos a orillas de un brazo del Paraná, el arroyo El Rey. La pesca, incluso tengo un cuento que es El pez dorado que fue contado por un pescador y muchas cosas me fueron contadas por muchachas de servicio, peones, porque en esa época mi papá tenía la carpintería y se usaba la cocina a leña, entonces iba siempre alguien a llevar la leña o a picar la leña y venían del monte y nos llenaban de cosas, como el pombero.

LP - Además de los relatos ¿cuándo le empezaron a interesar las letras?

L.D. - Creo que todo viene a través de la oralidad, y como recibí muchos cuentos contados, tanto por mi abuela como por este tipo de gente de trabajo con la que tenía amistad generalmente. Y después mi papá con todas sus historias de Italia y de su migración y todo eso. Y porque en mi casa se leía mucho. Después hay que tener presente que nací en el treinta y seis y me crié en la época del cuarenta cuando en Argentina era posible -por lo menos en Reconquista- que cada familia tuviera varias revistas que venían. Hoy las revistas que hay no llegan a todas las casas, en aquella época sí porque nos compraban para todos los chicos el Billiken y en una época estaba Mundo infantil, y estaba el Para Ti, la Vosotras, las mujeres tenían todas esas revistas y yo leía con ellas. Ellas hablaban de las novelas, y se intercambiaban las revistas, eso era muy interesante, era un tráfico de lectura para aquella época. Me acuerdo que el Para Ti traía poemas y aparte los autores de los cuentos eran buenos escritores con seudónimo. Incluso María Elena Walsh había trabajado en eso. Y tengo recuerdos de los cuentos leídos o escuchados, después ya empecé con los libros porque mi papá, normalmente, una vez cada dos o tres meses, viajaba a Buenos Aires con una valija y se la llevaba llena de libros comprados usados. Llevaba de todo. Tremendo. Esa es una de las grandes ventajas. A mí no me vigilaban para que leyera, y en mi casa había una biblioteca bastante grande que estaba en la cocina y mi papá tenía un juego que era con el diccionario, nos preguntaba qué querían decir las palabras y nosotros todos a ver quién acertaba.

LP - Desde su condición de carpintero llegar a esa instalación hogareña que promovía la cultura…

L.D. - Absolutamente. Es que mi papá en realidad fue un artista. El decía que era un artesano y no un carpintero. Era ebanista, él hizo barcos, incluso no me quedó ninguna documentación pero sé que alguna de las puertas actuales y de las barandillas de las escaleras del Banco Hipotecario Nacional, del Banco de la Nación Argentina, de Buenos Aires, fueron hechas por él y por mi tío. Ellos trabajaban para una gran compañía, que los explotaba terriblemente, entonces mi papá un buen día se fue a ver qué hacer y vendía cosas en un Ford T y un día se le rompió y se le quedó en Reconquista y él también. Así fue.

LP - ¿Cómo se escribe para los chicos?

L.D. - Ni sé qué decirle. Se escribe. Creo que se escribe. Me cuesta un poco explicarlo. Y creo que nací contando, tanto con los que me contaban a mí, como los que inventaba de chica, y aún antes de saber escribir. Siempre tenía cuentos para contar cuando había grupos. Todo el mundo me pedía. Me dedicaba a contar cuentos. No sé qué fue lo primero que escribí. Pero había empezado con cuentos para grandes. De hecho mi primer libro editado era para grandes que se llamó Lo desnudo y editó La rosa blindada. Muchos de los relatos, hice un trabajos sobre eso, venían de las vida de las personas, tanto mi papá que venía de Europa que me contó cosas de la guerra del catorce, y lo de los peones. Ahí moría mucha gente, tenían hambre, se enfermaban. Para mí era normal. Después empezó a aparecer la cuestión pedagógica pero nunca estuve en esa línea. 

LP - ¿Y el hecho de compartir, convivir, pasar el día, irse de vacaciones, criar hijos, con alguien que hace lo mismo que usted y casi en el mismo tema? Aunque mantengan sus independencias.

L.D. - La verdad que no se dio, porque la que se dedicó más a todo esto y sobre todo a la parte de reflexión y teoría fui yo. Más adelante cuando llegamos a Buenos Aires, donde durante mucho tiempo Gustavo trabajó de carpintero, hacía arreglos. En ese momento los chicos le dijeron por qué no escribía las cosas que les había contado y empezaron a recordar, y aparecieron, y aparecieron todos los que están en El monte era una fiesta. Fue  muy gracioso porque hay un cuento que hoy es el best seller de Gustavo -tiene dos libros que se vendieron mucho, mucho: Un barco muy pirata y El viaje más largo del mundo- y ninguno de nosotros se acordaba del final. Lo pensamos, lo pensamos hasta que un día le dije que podría ser así y entre los dos organizamos el final. Es uno de los libros que más se vende, muy entrañable, muy lindo. Estaba pensando hace tiempo que tengo el proyecto pero todavía no me animo. Quería tomarlo yo y hacerle una segunda parte desde mi punto de vista porque es muy lindo y se podría.

LP - ¿Considera importante que los libros que escribieron ustedes estén en las escuelas primarias y secundarias mencionados en los contenidos?

L.D. - Sí, lo que creo es en la biblioteca de aula, donde haya muchos libros, incluso malos libros, porque si no tenemos la posibilidad de confrontar no tenemos manera de elegir. No es tan complicado pero hay que saberlo. Porque en general la gente está muy alejada de la lectura como gusto. Como hábito es lo que nos enseñan en la escuela que no está entrenada. No es un hábito, tiene que ser un gusto, es un arte, es como mirar un cuadro o escuchar una música. Que cada uno tenga la necesidad de hacerlo.

LP - ¿Qué le queda por hacer?

L.D. - (risas). Tantas cosas. Haría todo distinto. Hice tantas cosas, televisión, teatro, radio. Si hoy me pudiera meter en la televisión, si tuviera poder, si tuviera dinero, pero por favor, haría cosas no sé si maravillosas pero sí le aseguro que no sería las cosas terribles que están haciendo en este momento. Salvando por supuesto algunas que se hicieron para Paka Paka con gente que se puso con el corazón para trabajar. Los demás lo hicieron con el bolsillo.

LP - Una reflexión dedicada a los lectores.

 L.D. - Que lean y lo que no les gusta digan que no les gusta. Y lo que sí les gusta digan que les gusta y por qué. Y comparen.

por Raúl Vigini

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