Por Raúl Vigini
LP - Sin conocer su edad, seguramente podemos intuir que la infancia tuvo el sonido de la radio en el ambiente familiar de su entorno. ¿Cómo fue esa época?
J.G. - Por supuesto, la radio era el medio con el que nos comunicábamos con el mundo, más allá de que también en casa se leía el diario y varias revistas. Uno de mis juegos favoritos durante la niñez era encerrarme en el baño y leer los avisos imitando a los locutores. Pertenezco a la generación que todas las tardes escuchaba las aventuras de Tarzán y también de Poncho Negro y su inseparable amigo el indio Calunga. Epoca de oro de la radio, donde también acompañaba a mi madre escuchando las radionovelas con Hilda Bernard y Fernando Siro. Por suerte la televisión no terminó ni suplantó a la radio como medio sino que ambas conviven perfectamente.
LP - Cuando tuvo que decidir su formación con mirada profesional. ¿Hacia dónde se dirigió?
J.G. - Al principio, luego del secundario, me puse a estudiar Ciencias Económicas. Al poco tiempo me enteré de que existía una carrera para estudiar publicidad. Entonces no lo pensé dos veces y cambié de carrera. Desde siempre supe que la publicidad era lo mío. Me sentía capaz de redactar una buena pieza de televisión, de radio o de gráfica.
LP - ¿Qué circunstancias lo llevaron a dedicarse casi exclusivamente al tema de la publicidad como comunicador?
J.G. - La vida. Siempre les digo a mis alumnos universitarios que no les extrañe si terminan trabajando de algo que no están estudiando específicamente. Uno se prepara según la vocación que siente en un momento determinado pero a lo mejor la vida le está reservando otra ocupación. Yo estudié publicidad y gracias a esos estudios me animé a crear un programa de televisión y pararme frente a una cámara. Simplemente porque me sentía capacitado, sabía de qué hablarle al público.
LP - ¿Cómo se dio su llegada a la televisión abierta?
J.G. - Una de mis tareas en la revista Mercado era tratar de difundir los premios Clío a nivel masivo. Llevaba los comerciales ganadores de ese premio por todo el país en funciones organizadas por las agencias de las principales capitales. El éxito de estas presentaciones fue enorme. Año tras año crecía la cantidad de espectadores que se acercaban a un cine para ver publicidad. Así fue que se me ocurrió que el tema daba como para crear un programa. Así nació El Show del Clío posteriormente llamado El Show Creativo. Tuve la fortuna de conocer a Julio Lagos a quien contratamos para la conducción. De él aprendí muchísimo. Me enseñó cómo conducir el programa sin aburrir.
LP - ¿La radio lo tuvo como protagonista también?
J.G. - Amo la radio. Pude crear y conducir un programa que se emitió los domingos por la noche en Radio Continental durante tres años, hasta que la enorme oferta de las transmisiones del fútbol ocupó ese espacio.
LP - ¿Qué importancia le asigna a su paso por los medios gráficos?
J.G. - Mucha. La gráfica forma a los verdaderos periodistas. Uno aprende a escribir correctamente, a investigar y, fundamentalmente, a leer todo el tiempo. Fui el creador y editor de la revista El Publicitario que durante quince años reflejó lo que estaba ocurriendo en la Argentina y el mundo en materia publicitaria.
LP - Tiene a la docencia como actividad destacada. ¿En qué carreras?
J.G. - Estoy en la carrera de publicidad de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y de la Universidad del Este de La Plata. También dicto Publicidad y Promoción en la licenciatura de comercialización de la Escuela Argentina de Negocios.
LP - Algunos avisos que recuerde por lo originalmente contundentes.
J.G. - De la Argentina la pick up Ford F100 arrojada desde un avión Hércules en el año 1974. También la confusión que establecía una nena entre la mamá en la cocina y su papá en la oficina a través de una llamada telefónica. Se la conocía como la nena de la mayonesa Hellmann’s. Toda la campaña de “La llama que llama” para Telecom y todos los comerciales maravillosos de la cerveza Quilmes.
LP - Una anécdota personal relacionada.
J.G. - El Show del Clío pasó desde su creación en 1984 a canal 13, unos cinco años después. El programa en ese momento tenía una frecuencia mensual, emitiéndose un viernes por mes a las diez de la noche. Un día me llamó el director de programación del 13, Hugo Di Guglielmo, para preguntarme si me animaba a hacerlo semanal. Sin dudar le respondí afirmativamente, ¡era la oportunidad de mi vida! Un tiempo después me confirmó que empezaríamos a salir semanalmente los sábados a la medianoche. Cuando Julio Lagos se enteró me dijo: “No nos va a mirar ni mi vieja…” Menos mal que se equivocó…
por Raúl Vigini
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