Por Raúl Vigini
LP - ¿La música también la estudiaste?
G.A. - Ahora estoy formando un grupo donde estamos cantando, tocando el bombo, y bailando a la vez. Hice muy poquito de canto, pero más que nada fue trabajo de la voz con respecto a los objetos, buscar distintos sonidos de las voces, de poder trabajar con tu garganta, de dónde sale el sonido, qué corporalidad tiene, cómo se relaciona con el objeto, esa voz que sale a veces desde el objeto. Mi relación con la música es desde muy chica en la Escuela de Danzas donde nos enseñaron, ahí tuve la facilidad de poder leer música. Y hoy hace un tiempo que vengo estudiando bombo con Carlos Rivero, que tiene la facilidad de la didáctica, terminás leyendo música. Y para mí es muy importante trabajar con gente que sepa leer lo mínimo de música. También en algún momento estuve haciendo percusión corporal. La música es muy importante. Cuando trabajé con los títeres, entender por ejemplo qué es una frase musical. Tengo que hacer un movimiento con el títere dentro de una frase musical, y capaz que compañeros míos no tenían idea de la música. Para mí lo fundamental es entender lo mínimo que te va a ayudar a integrarte con las otras artes.
LP - La plástica te tuvo como protagonista.
G.A. - Creo que mi papá incentivó mucho. Toda la culpa la tienen mis padres (risas). Porque me sorprendía cuando mi papá dibujaba, me parecía tan hermoso, tan bien, eso empezó a traer en mí,el acercamiento a la plástica. Pero cuando pasé por Roberto Páez, él rompió mi cabeza, disparó otras cosas en mí con respecto a la plástica, y siempre le agradecí muchísimo lo que me transmitió. Cuando retomé con la danza para mí era que con el cuerpo dibujaba en el espacio, fue otra sensación retomar la danza, y siempre tuve esa cercanía con la plástica y ese amor profundo por ella. Y mi facilidad, porque me gustaba crear con las manos, y en algún momento me dediqué a la platería. Entonces trabajar con herramientas, con motores, eso ayudó mucho en la construcción de títeres, y que sea en función de lo que realmente querés. Justo ahora se dio la oportunidad, Silvia Zerbini me conectó con La Rioja, me pidieron unas máscaras que fueron hechas, modeladas en papel y cartapesta, como último detalle pintadas, y creo que toda mi experiencia de vida hizo que pudiera llegar a construirlas. Había hecho algo parecido, pero más simple, pero en este caso era para el escenario de Cosquín, eran más grandes, con rasgos más marcados, tenían que estar en movimiento con la danza y ser seguras. Que estuvieron en la delegación de La Rioja, fue muy hermoso lo que presentaron en el Festival de Folklore y muy emocionante.
LP - ¿La orfebrería con quién la aprendiste?
G.A. - Acá tuvo la culpa mi mamá. Ella era porteña, bailó con mi papá varios años y armó su propio ballet después, y me hacía con el papel metalizado del alfajor unas muñecas bailarinas que yo todavía las hago. Me encantaban, las hacía jugar hasta que las rompía, y le pedía otra, y se ve que la cansé, me enseñó a hacerlas. De pronto me vi metida en la plástica, y conocí el trabajo de Antonio Pujía que hacía en fundición bailarinas. Y averiguando conocí a alguien que enseñaba a cincelar, me llamó atención y ahí empecé con la platería con Lucía Petit de Más que había estudiado con Armando Ferreira en Olavarría.Conocí la obra de Damaso Arce en aquella ciudad cuando fui a participar de una muestra y me gustó mucho la técnica de cincelado por arrastre, golpeando la plata, la vas arrastrando y la vas moviendo y queda como una escultura. Fui a estudiar con Ferreira a Olavarría también. En un momento me dediqué mucho y estuve vendiendo en ferias. Ahora me dedico a tantas cosas que no tengo tiempo de tener en abundancia mucha producción, y cuando tengo días libres me pongo a fabricar.
LP - ¿Cómo suponés tu año a partir de hoy?
G.A. - En principio estoy retomando con el grupo de percusión canto y danza, sigo con mis clases intensivas, eso me permite viajar y abrirme a nuevos proyectos. Estamos por estrenar una obra de títeres para niños, que me tiene por protagonista con un títere y una chica que baila con objetos, dirige Nora Vidal. Tengo invitaciones de escuela de bailarines, lo de las artes integradas, están saliendo algunos viajes, voy a ver si retomo bombo. Hay mucho por hacer.
LP - ¿Cómo ves el nivel de la danza en nuestro país?
G.A. - Veo que estamos viviendo una transformación no solamente en la danza sino en lo social, en lo humano, en muchas cosas. El nivel de la danza, todo lo que vengo viendo es increíble, hay unos bailarines increíbles, con un amor sobre el escenario, en grupo, que me sorprende y enorgullece. A la vez también cuando yo era chica y empecé con la danza estaban más separados los bailarines de clásico, contemporáneo, de los de folklore, de los de tango, hoy están más integrados, de pronto un bailarín está zapateando, pero vino de la clase de contemporáneo y después se va a la clase de tango. En ese sentido me encanta porque hace que el mundo de la danza sea más unido y toda esta formación está en función del folklore. Lamento desde mi postura que todo se termine hacia certámenes y competencias, creo que todavía hay gente que está generando otros espacios más sociales, más de compartir, de poder intercambiar con el otro y no de competir. Hace poco divulgué un comentario mío que decía ¿qué pasaría si dentro de unos años nos preguntan qué es la tradición?Y, vamos a pensar que es competir. Entonces por qué no generamos otro tipo de espacios donde realmente cuando nos pregunten qué es el folklore podamos decir eso que compartimos los saberes de siempre, lo que uno trae desde su lugar y su territorio. Pero no con la necesidad de competir, ya que esa palabra me hace mucho ruido. Hay encuentros que favorecen esos lugares. Veo que hay un gran nivel y hay muchos bailarines que están abiertos. Por ejemplo, con mi propuesta de integrar está muy bien recibido por los bailarines, y eso me sorprende. Ahí es donde estamos viviendo una transición y estamos en una búsqueda. Los que esperan de mí que sea como mi padre, no lo van a ver. La búsqueda nos hace reflexionar, nos hace replantearnos otra vez de que esto esté vivo. Si no estaría haciendo lo mismo que antes de una manera que no me representa.
LP - Tus mejores momentos…
G.A. - Se me viene ahora cuando me emocioné al llegar a Jujuy. Conocí ese paisaje cuando me encontré con los hijos de Jaime Torres y habíamos ido a ver a Mercedes Sosa a La Quiaca. En ese paisaje me acuerdo que iba mirando mientras escuchábamos música de Jaime en el auto y me largué a llorar, y eso me removió a haber visto las coreografías de mi padre y tantos cuadros del norte y yo sin conocer ese paisaje, las nubes por la mitad de las montañas, y la inmensidad. Eso me removió y dije: ésta es mi casa. Me reencontré conmigo de niña que en ese momento se despertó y ahí decidí hacer un gran cambio de mi vida. No solo de mi vida cotidiana sino de paradigma, de pensamiento. Y a la vez, esto de que de pronto, vi pobreza pero jamás miseria, que eso sí se ve en las ciudades, ¿y lejos de qué? Si ahí me sentí más cerca de mí misma que en Buenos Aires… Ahí fueron mis grandes cambios, como a nutrirme de todo eso que había sentido.
LP - ¿Para qué se vive?
G.A. - Creo que, en mi idea, porque algo vinimos a hacer al planeta por la humanidad. Algo traemos y eso es lo que tenemos que recordar.
LP - ¿Qué lográs con lo que venís haciendo?
G.A. - Ante todo mi felicidad, mi transformación, y a partir de ahí lograr algo de eso en otro, ya me hace más feliz.
por Raúl Vigini
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