Por Raúl Vigini
LP - Como estudioso del idioma, además sos muy observador del tema. ¿De dónde tomaste el vocablo “palabro” que incluiste en el título de tu último libro?
E.G. - ‘Palabro’ es uno de los nuevos términos incorporados por la RAE al diccionario oficial y define ‘toda palabra rara o mal dicha’, además de ‘palabrota’ y como en el libro me ocupo de la pronunciación de muchos de esos términos lo mismo que de la forma correcta de pronunciar otras voces, opté por usar ‘palabros’.
LP - ¿De qué manera fuiste preparando el contenido de esta edición que nos ocupa?
E.G. - Durante el último año, fui recopilando términos y seleccionando los que integrarían cada una de las secciones del libro.
LP - ¿De dónde provienen las palabras que ‘se ponen de moda’?
E.G. - La mayoría provienen del uso que les da la gente; otras, fueron propuestas por la RAE a través de su diccionario y muchas nos vienen por la influencia del inglés, idioma considerado el más ‘universal’, debido a la proliferación de esos vocablos en todos los ámbitos: ciencia, deportes, espectáculos, economía, etcétera.
LP - ¿Qué acontecimientos hacen posible que el idioma vaya mutando en todo momento?
E.G. - ¡Gracias a Dios, el idioma va mutando! Hoy en día, debido a la globalización, los cambios en la lengua llegan de manera más inmediata y no hay que esperar mucho tiempo para que la Academia incorpore nuevos términos o expresiones.
LP - ¿Con qué rigor podemos aceptar o no la utilización de nuevas palabras?
E.G. - Hay quienes se enojan con la RAE por ciertas incorporaciones en su Diccionario, pero en realidad la Academia no impone nada, simplemente sugiere tal o cual uso. Mucha gente desconoce que la Academia Argentina de Letras -AAL- editó en marzo de 2019 el Diccionario de la Lengua de la Argentina que incluye una extensísima lista de argentinismos -términos o expresiones propias de nuestro país-, muchos de los cuales no están incluidos en el diccionario de la RAE y, sin embargo, los argentinos podemos usar sin objeción.
LP - El hecho de tener cada vez más expresiones cotidianas con esnobismos nuestro idioma. Pero además que se utilicen apenas unos cientos de palabras del diccionario para comunicarnos. ¿Qué reflexión te merece?
E.G. - Habla de la pobreza de léxico de nuestra sociedad. Una lengua que tiene más de cien mil vocablos, de los cuales una persona de cierta cultura utiliza menos del diez por ciento nos exime de mayores comentarios.
LP - ¿Cómo estructuraste ‘Palabros de moda’?
E.G. - Fui diagramando las secciones del libro a medida que iban surgiendo los términos. Curiosamente, la primera sección que elaboré fue la que aparece al final del libro: Argentinismos que no figuran en el DLE -Diccionario de la Lengua Española-. Luego, aparecieron las otras.
LP - El lenguaje inclusivo está de moda. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
E.G. - Acepto y promuevo todo lo que sea inclusión, pero de ahí a tratar de imponer una forma de hablar, sobre todo, cuando se trata de alterar normas lingüísticas preestablecidas, no me parece conveniente. Los cambios en la lengua se producen a través de los siglos, no de la noche a la mañana. Se me ocurre que el llamado ‘lenguaje inclusivo’ va a comenzar a ser tomado con seriedad el día en que deje de sonar ridículo, algo que todavía no sucede.
LP - También son tiempos en los que la sociedad ha visibilizado el tema del machismo al que le dedicás un capítulo.
E.G. - Es un capítulo muy breve, en el que seleccioné una serie de dichos populares que deberíamos erradicar del lenguaje coloquial, como ‘Bailar con la más fea’, ‘Quedarse para vestir santos’ y otros.
LP - ¿Cómo recopilaste esos palabros actuales?
E.G. - Como lo hago siempre que elaboro mis libros: escuchando y leyendo en los medios de comunicación, por supuesto, luego de corroborar su existencia en el diccionario oficial.
LP - Hay frases que se transformaron en expresiones populares y vos utilizás con criterio motivador en los capítulos del libro como “Ahora sí se puede”. ¿A qué te referís?
E.G. - Es una sección que analiza esas expresiones que hace tiempo eran consideradas incorrectas pero ya no lo son. Por citar un ejemplo: el verbo ‘enervar’, originariamente equivale a ‘debilitar, quitar las fuerzas’, pero ha sido usada tantas veces con el valor opuesto, que la RAE finalmente optó por incluir en su definición el valor de ‘poner nervioso’. Y así, hay muchos casos más que integran la sección del libro.
LP - Pero también la picardía suele jugar desde tiempos ha con frases que dichas de una manera u otra transforman sustancialmente el significado. Y lo presentás como “No es lo mismo…”.
E.G. - Es una sección basada en el viejo chiste ‘No es lo mismo me baño en el río que me río en el baño’, pero en este caso, con frases serias cuya mala interpretación daría lugar a errores, algunos irreparables: ‘No es lo mismo calificar que clasificar’; ‘No es lo mismo la editorial que el editorial’, y muchas más.
LP - Tus libros redundan en beneficios para los que deseamos conocer más sobre el lenguaje cotidiano que utilizamos. ¿Cómo y cuándo se utiliza bien la palabra redundancia?
E.G. - La redundancia es uno de los pocos errores que es bien conocido por el público en general, por eso, es muy común que la gente lo use en expresiones como ‘¡Valga la redundancia!’. El problema es que muchas veces no se trata de tal redundancia sino de una cacofonía. Y jamás escuché en los medios decir ‘¡Valga la cacofonía!’.
LP - Muchas palabras nos pueden dar la idea de un significado erróneo por ignorancia. Cuando mencionás la ‘ortología’ estás desarrollando un tema poco conocido.
E.G. - Ortología, ortofonía y ortoepía son términos que refieren a la correcta pronunciación de los vocablos, algo tan necesario como ausente en los medios de comunicación locales. Palabras como ‘desavenencia’, ‘espurio’, ‘monstruo’, ‘tergiversar’, etcétera sufren constantes deformaciones en su pronunciación y eso, en los medios, no debería suceder.
LP - ¿Qué intenciones tenés con este nuevo “hijo idiomático”?
E.G. - La misma que tengo cada vez que publico una obra: difundir las formas correctas de expresarnos en nuestro rico idioma, sobre todo, señalando aquellos errores que se producen en los medios de comunicación, porque el general de la gente habla como quiere y como puede, pero quienes disponemos de un micrófono no tenemos derecho a deformar la estructura lingüística de la lengua.
LP - ¿Dónde estás desempeñando tus actividades en la actualidad?
E.G. - Tengo un espacio en la emisora FM Cultura 97,9, los martes entre las diez y las once de la mañana y doy clases en el instituto Eter, en la carrera de Periodismo Deportivo, a alumnos de segundo año.
LP - Anécdota de una palabra mal usada.
E.G. - Allá por los años 70, en un colegio privado, en la zona de Villa Urquiza, era yo un joven docente que solía hacer travesuras junto con colegas. En una oportunidad, a la cocinera del colegio le quitamos unas empanadas que había dejado junto a una ventana para que se enfriaran y nos las comimos. Presenciado el atraco por el director del establecimiento, éste me recriminó: -¡¡Caramba, profesor, estoy sorprendido!! A lo que yo -siempre velando por el correcto uso del idioma- le respondí: -Un momento, señor Director. ¡¡El sorprendido fui yo!! Usted estará absorto, indignado, molesto, pero no ‘sorprendido’.
LP - Algo más que desees agregar.
E.G. - El deseo de un 2020 pleno de salud y trabajo para todos. Y, respecto del idioma, que volvamos a las fuentes que nos permitieron disfrutar de la lengua más rica. ¿Cuáles son esas fuentes? Pues, leer mucho, interpretar lo que hemos leído, comentarlo y poder resumir el contenido.
por Raúl Vigini
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