Por Pablo Abratte
En busca de… Eliana Liuni, música
Interpretar el abrazo
Un largo camino de encuentros con ella misma le abrió las puertas de la maduración personal y posibilitó que su crecimiento profesional con el arte de los sonidos se fuera dando paulatinamente pero de manera ininterrumpida. Crecer en la propia vida es su meta, brindarse con la mejor entrega es su propósito, exigirse todo lo posible para disfrutar de un final feliz en cada acontecimiento. Con una mirada muy amplia del devenir, supera etapas y suma talento, y siempre el prójimo es el mejor destinatario.
LP - ¿Qué infancia tuviste para llegar a lo que sos hoy?
E.L. - ¡Epa¡ ¡Qué pregunta! Maravilloso. Ya entramos con el tiro al ángulo. Mirá, no sé si creés en las percepciones, pero si creés en las percepciones fue muy atinada tu pregunta. Mi abuelo. Bandoneonista. Claro, es un ser que amo profundísimamente hoy después de veinte años de fallecido. Me marcó humanamente y me marcó su sonido del bandoneón. Me acuerdo que estábamos acostumbrados a decir si era profesional o no, si se lee partitura, si no se lee, y eran otras épocas. En los años 40 y 50 se trabajaba en la música sin tener el título de músico y se era músico sin tanto protocolo de la exigencia. El piso del músico no catalogado como profesional era altísimo. Lo que te puedo contar de esa infancia que recuerdo, me atravesó a mí también, desde sus ocho hasta sus trece, juntó peso por peso hasta comprarse un bandoneón. A los trece se lo dieron, era un primer bandoneón que abriendo y cerrando tenía las mismas notas y tres años después lo cambia, compra un doble A y ahí toca el teclado completo. Siempre ha tocado casamiento, serenata, prostíbulo, era la manera en la que en ese momento la música se propagaba. Pero no se dedicó profesionalmente yendo al conservatorio, aunque fue amigo de Sebastián Piana. Lo disfruté hasta mis doce a este abuelo materno. El primer recuerdo que tengo a los seis años es el de pedirle a él que me enseñe algo que le tarareaba y después entendí que era Desde el alma. Pasaba y lo escuchaba tocar el bandoneón este tema y me emocionaba. Un día le dije: Rilo -como le decíamos al abuelo en vez de Luis- me gustaría tocar y pude tocarlo. A mis tres o cuatro años escuchaba en televisión -tiempo de Malvinas- lo que después supe que era Todo a pulmón de Lerner. En casa siempre hubo piano, a dos manos, me sentaba y sacaba lo que escuchaba. Tiempo después, ya más grande y revisándome para atrás creo que las elecciones trascendentales en la vida van muy ligadas al amor, y él es una persona que me marcó a modo de amor. Y creo, intuyo y estoy convencida, que los más grandes apoyos que tuve los tuve de parte de él. Una batería a los cinco, aunque no la compraron pero insistía, y eso es inolvidable. De hecho toco un montón de instrumentos, y la prioridad que más me emociona es la del bandoneón, que recién pude empezar a tocar hace un año. Lo llevé a arreglar y estoy atravesando eso muy lentamente, muy afectivo.
LP - ¿Cómo fuiste incorporando los instrumentos no convencionales?
E.L. - Te veo y ya tenés cositas musicales. Hay una frase del arquitecto Corbussier que dice que los buenos artistas copian y los genios roban. El está todo inventado, ¿me representa o no? Creo que está todo para reinventarlo o todo para inventarlo. Y lo no convencional en mi vida entra como la necesidad de jugar y no perder la capacidad de juego en la adultez y también siendo muy permeable a que si yo tengo que sonorizar esto no da lo mismo cualquier cosa. Con Marcelo Katz tengo grandes discusiones porque él es compositor y sé que mi rol entre tanto en el proyecto “Mudos por el celuloide” y mi compromiso en el grupo es no ser solista de vientos sino una pintura que coloreo. Veo un cuadro y digo acá va un relieve, acá es gris, acá es un color, acá es nada, es todo un compromiso ser colorista. En mi biblioteca que es enorme ves arquitectura, pintura, fotografía, de música es de lo que menos tengo. No es lo mismo una estructura arquitectónica y de ingeniería que solamente quedarme con una estructura compositiva por lo menos para mi sistema de pensamiento.
LP - ¿Te dedicás a la composición?
E.L. - No. Es quizás lo que ahora más me tienta. Estoy en un momento donde tengo el valor necesario para decir pienso y escribo. También es cierto que tengo treinta y cuatro, empecé a los dieciséis, toco un montón de instrumentos, no tengo tiempo.
LP - ¿Necesitás del ensayo personal e íntimo habitual para repasar los instrumentos?
E.L. - Cuando tenía diecinueve leí la biografía de Piazzolla que me atravesó. Y no lo entendía. El decía “después de mucho tiempo me voy a las giras y lo que hago es acostarme en la cama, cerrar los ojos y repasar el teclado”. Después de veinte años lo que hago ahora es repasarme. Repasarme la respiración, repasarme la calma, repasar al cuerpo, repasar la certeza de que sé dónde me voy a equivocar porque tengo dudas. Para quedarme tranquila. Y sabés que con ese trabajo no vas a hacer agua. Y si vas a hacer agua, asegurarte que vas a estar contenido. Hago muy bien mi trabajo, me subo al escenario sabiendo qué es lo que tengo que hacer para ser feliz, y en el caso de estar insegura como ser falta de ensayo que a veces se da porque todos los proyectos no son iguales, me garantizo de trabajar y de entregarme al diálogo con buenas personas humanas que tienen un alto nivel de compromiso y escucha. Entonces lo que no está por ensayo está por entrega, el resultado siempre es positivo.
LP - ¿Hay inseguridad por una cuestión anímica?
E.L. - Yo soy una tipa feliz. Hace diez años que investigo desde eutonía a fedora, de fedora a yoga o a natación que me requiere una coordinación, pongo mi cuerpo activamente. Son cosas que mi cuerpo atraviesa y atravesó. Pero no registro nunca una duda de nervios, tengo un alto convencimiento de que el trabajo es previo, hecho, de leer artistas que abren. Soy muy de los rituales, me gusta, y el ritual es quizás tener un libro potenciador, alguna frase como las de Yupanqui que te recuerden que eso es importante, pero tampoco es necesario para todo. Hay que saber cuando uno se tiene que correr y dejar pasar. Tengo un alto trabajo con el ego entonces no necesito que se me vea, necesito que se emocionen tanto como yo, pero para cuando bajás el abrazo esté y sea recíproco. No podría haber sido artista si no me hubiese salido del pecho. Por eso lo de la calma.
LP - Hay una entrega absoluta donde lo que contás es tu vida.
E.L. - En el amor del arte, en el amor de la familia, en el amor de sentarme con no ocultarte nada. De la misma manera es el sonido que sale. Me dicen “pero no tenés vida”. Tengo la vida que amo.
LP - ¿Cuánto sacrificás aunque hagas lo que querés y que esta forma de vivir no te permite?
E.L. - Fueron, son y sé que serán. Igualmente creo que es recíproco. A los diecinueve mi familia no posibilitó que me fuera al exterior. Uno antes que todo es persona. No sentí ahí la necesidad de irme, pero en ni quedarme siempre, ahora viajo mucho. Y no sé si voy a ser madre a mi edad. No es renunciar, es entender cuáles son las prioridades dignas de cada uno. Todo que está en mi vida está por una decisión y todo lo que falta está por una razón. La música en mi vida es una forma de vida. Una forma de expresión y una manera de amar. Quizás mis construcciones no entran para un tipo de pensamiento de construcción, lo que no significa que sea ni más ni menos, ni correcto ni incorrecto, vengo de una familia tradicional lo cual eso me cargó de mucho peso. La trascendencia va a quedar con mi disco grabado cuando ya no estemos.
LP - ¿Qué futuro esperás de lo tuyo?
E.L. - Espero la integridad, la dignidad, la sinceridad de acá hasta que diga basta. Los gustos van cambiando, las inquietudes son casi siempre las mismas con más madurez y calma. Hoy creo que lo mío en los últimos años va a estar mucho más ligado a lo que te dije, la relación del cuerpo en el espacio escénico. Confío que es necesario unir en la vida, en el mundo, y que la única manera es no teniendo miedo, fracasando pero también juntándose. Espero seguir teniendo el mismo nivel de pasión y entrega en la búsqueda. Dignificar lo que uno es en el hacer. La vida es inentendible, y en mi caso es una construcción sincera.
por Raúl Vigini
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