Por Raúl Vigini
LP - ¿Qué tuviste en tu infancia en lo que tiene que ver con la expresión para que hayas desarrollado todas tus actividades en la vida?
D.B. - Bueno, cuando fui chico mi papá me estimuló muchísimo en todo lo que era cultura y pintura. Estando en Bahía Blanca, y mi papá era secretario de Cultura en la municipalidad de ahí. Además mi tío era dibujante técnico y fue quien dibujó el plano con la adaptación de la primera botella de Coca Cola que vino a la Argentina. Y ellos me estimulaban, y con mi primo Guillermo siempre pintábamos, él lo sigue haciendo. Después intento ingresar a la facultad de artes pero se había cerrado la escuela, inclusive en la de cine donde también quería estudiar en el año setenta y uno. Quedaba abierta arquitectura en La Plata así que ingresé allí y me recibí en el setenta y nueve u ochenta y me fui a Buenos Aires. Me dediqué a la gráfica, a la publicidad, fui director de arte de varias agencias.
LP - ¿Con alguna formación académica en el tema?
D.B. - No existía el diseño gráfico como carrera en ese momento. Era lo que uno iba investigando y obteniendo por ahí. La relación entre el continente y el contenido que puede ser una forma de definir a la arquitectura se aplicaba para los envases, entonces no es una caja donde uno le pone una tapa el diseño de un envase. Por eso dicen que el mejor envase es la piel de una naranja. Cuando estaba en quinto año gané un concurso de diseño entre nosotros y era un huevito con un patito que se asomaba con un periscopio por afuera. Mientras estudiaba arquitectura en La Plata empecé a estudiar con Horacio Altuna historieta en el pasaje Barolo en el Instituto Argentino de Dibujantes. Diseño lo estudié con una persona que se dedicaba a eso, después fue amigo y socio mío, ahora vive en Barcelona y es un capo de la arquitectura Fernando Alvarez Prozorovich, que da los cursos de doctorado de arquitectura allá.
LP - ¿Y al momento de decidir por el trabajo?
D.B. - Ingresé en una agencia de publicidad como director de arte con lo que venía haciendo en el dibujo, después pasé a otra más grande con cuentas importantes y después al grupo Alto Palermo como director creativo en lo que era publicidad y acciones de promoción y comercialización. Concomitantemente trabajé para L’Oréal durante doce años como diseñador, desarrollé algo que se vendió en todo el mundo -no lo patenté (risas)- que funciona en Francia ahora, los productos se vendían en las góndolas de supermercados, acá se empezaron a vender en farmacias, y ese concepto viajó por todo el mundo. Después trabaje para Pelé, en una oportunidad me pidieron el diseño de un estuche para un libro de Pelé que se llamaba El legado. Puse mi pie en un plástico, lo firmé como Pelé y eso me abrió el camino con él y algunas cosas sigo haciendo y empecé a trabajar para museos de fútbol como director de arte, de Boca, de River, de fútbol sudamericano, Wembley, ahora Juventus.
LP - Es un poco el sueño del pibe todo eso, no?... ¿Cómo se puede llegar a esos lugares del mundo casi impensados para hacer un trabajo artístico cultural?
D.B. - No sé cómo hacen en ningún lugar del mundo. Hay un escultor que hizo el maní gigante en Chicago, y cuando lo vi, es increíble, la escultura no tiene ninguna unión visible.
LP - ¿Pero cómo se llega a L’Oréal, por ejemplo?
D.B. - Porque era amigo de una persona que hacía muebles exhibidores para L’Oréal, y le preguntaron si conocía alguien que fuera diseñador o algún arquitecto, y ahí entré yo. Siempre son causalidades. Porque si hubiera hecho mal mi trabajo duraba dos meses y estuve doce años trabajando para ellos. Y lo de Pelé también, porque le gustó, me conoció, fui a México con él a hacer la presentación de su libro.
LP - Y paralelo a todo esto hay una generación de artesanos en cuchillos…
D.B. - Hay un cuchillero que era armero, que era papa, hace no sé cuántos años, y después otro familiar mío que es el abuelo de mi papá por parte de la madre -de apellido Angelici- que hacía cuchillos. Entonces a mí siempre me quedó esa cosa de hacer cuchillos y siempre me pareció maravilloso eso. Y hace siete u ocho años empecé con ese oficio. Tomé clases con un artesano croata que es espectacular como trabaja y me enseñó algunas cosas.
LP - Cuando uno habla de publicidad entiende que el que diseña y se inspira tiene una propuesta directa para llegar a alguien que después tuviera acceso a ese bien o servicio. Cuando uno piensa en un cuchillo que sabemos para qué sirve, desde el lugar del artesano ¿en qué se piensa?
D.B. - Particularmente pienso en la función y en la estética. Me interesa el diseño. Hay muchos cuchilleros muy buenos pero no lo diseñan, empiezan a sacarle filo a un fierro y le dan la forma o le hacen un dibujo muy burdo. Soy muy preciso en el diseño, y el primero que hice gané un premio en el diseño. Me gustan muchos los cuchillos que tienen un diseño que se llama drop point -con la punta para abajo- como esas primitivas piedras. El cuchillo es una cosa elemental, y tiene tecnología, pero una tecnología en los materiales, pero en el diseño hace miles de años que se utiliza. Entonces lo que apunto es a calibrar el sintonizador en el diseño.
LP - ¿Hay un pedido expreso en quien va a solicitar el cuchillo o queda a la inventiva del artesano y alguna vez alguien lo elige?
D.B. - En mi caso los hago para amigos o para gente que me los pide expresamente. Estoy haciendo ahora cuchillos para buzo. El buzo fotógrafo investigador necesita un cuchillo que no tenga punta, tiene que tener punta roma para levantar piedras, tiene que tener la posibilidad de cortar un cabo, tiene que tener serrucho, tiene que tener filo, tiene que tener un metal muy resistente a la corrosión marina, entonces eso va definiendo, tiene que tener buen grip, tiene que tener una soguita para atarlo a la muñeca, entonces tiene que tener agujero. Todo eso hace que el cuchillo sirva. Me mandan las huellas de las manos, hice cuchillos para James Hetfield que es de Metallica, él me mandó la huella de su mano, es cazador y un tipo enorme, y le hice un cuchillo de caza, tiene hacha, serrucho y un gancho.
por Raúl Vigini - [email protected]
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