Por Raúl Vigini
LP - ¿De qué manera eligió sus estudios?
C.V. - Nací en Buenos Aires hace muchos años… En mi infancia no existía la carrera de mi profesión. Siempre me gustó la investigación. Nunca me imaginé trabajando en un banco con un horario. Me gusta lo creativo. Lo que hago es creativo y además es una función social. Recuerdo perfectamente el día en el que iba caminando por la avenida Corrientes y Callao a mis veintitrés años, y decía tengo que tener una profesión que sea diferente y que pueda ayudar a las personas. Sin saber cuál iba a ser. Hice el secundario, estudié ingeniería porque mi madre soñaba que mi hermano fuera ingeniero, pero como mi padre nos dejó cuando éramos adolescentes tuvimos que ir a trabajar. Yo seguí y él se quedó. No hice la carrera completa porque no era mi vocación si bien era muy buena para física y matemática. Y ese día me pregunté qué será de mi vida.
LP - ¿Cómo se dio la circunstancia de formarse en determinadas ciencias?
C.V. - Comencé con ingeniería que son ciencias duras, y me ayudó mucho en mi profesión. Porque son ciencias exactas, es una profesión muy abarcativa, y nos diferenciamos de la criminología, que a veces la gente confunde criminalística con criminología. Y la criminología lo que estudia es la conducta humana peligrosa. O sea, todo aquello que rodea al delincuente: su familia, su infancia, su estadía en la prisión, y que tenga que ver con su conducta, eso estudia. La criminalística es una ciencia que se nutre de otra ciencia, donde predomina la química, porque si vamos a estudiar adn o sangre, o cualquier material biológico para usar la química o revenido en metales que es cuando cualquier maquinaria o aparato puede tener la numeración alterada -generalmente limada- que a través de químicos fuertes van apareciendo los números que quedaron debajo. Hay que enfriar enseguida y tomar una fotografía porque el número puede borrarse. También hice pericias en explosivos, estupefacientes donde tengo un magister y he viajado a Italia por este tema. Me dediqué mucho al doping en el deporte y también para profesiones con riesgo. Por ejemplo, en el deporte buscamos que no influya sobre la resistencia que tiene el atleta, que no le dé ventajas sobre los demás. En cambio, en una situación peligrosa, una persona que usa armas o que conduce un tren, y consume algo, puede producir una catástrofe. Entonces empecé a estudiar mucho la vida de los deportistas y cómo están apremiados por tantas tensiones. Muchos buscan mejorar. Por el alcohol no es doping porque es depresor, ¿pero en el automovilismo? Así vengo estudiando y diciendo que hay muchos resultados injustos. Pero hay una forma que no se puede escapar que es el análisis en cabello. El cabello mantiene todo dentro de la médula hasta el largo que tenemos. Napoleón fue estudiado por un matrimonio que consiguió todas las muestras de cabello que las damas de aquel entonces habían guardado en sus camafeos. El tenía dosis de arsénico que disminuía y aumentaba en determinados momentos. Porque si comenzamos cortando el cabello en la raíz es lo más cercano, si comenzamos de abajo es lo más lejano, vamos midiendo aproximadamente un centímetro por mes, y así obtenemos el resultado. En aquella época había paredes verdes y la pintura contiene arsénico, el verde más aún, y cuando estaba en la isla Santa Elena después de Waterloo, encontraron que él desmejoraba en determinados momentos y pensaban que aspiraba arsénico con la humedad que había en la prisión y había muerto por eso. En realidad, es que en la historia clínica de Napoleón vieron los momentos que decían de su enfermedad y los que estaba mejor, buscaron las coincidencias y vieron que le traían un vino de Tolon que a él le gustaba. Quien se lo traía era el amante de su mujer. O sea que, con tantas batallas, todo un guerrero, murió en la forma más cruel por una cuestión de polleras. Así que siempre el amor en todas las historias.
LP - ¿Cuándo descubrió esas carreras que fue eligiendo para sus estudios?
C.V. - Esto pasó mucho más adelante. Ya tenía más de treinta y dos años y en la Facultad de Derecho, solamente ahí, y en la Universidad del Litoral, tenían esta carrera. Fui policía en el intermedio, antes fui modelo, pero ahí ya me fue atrayendo la investigación. Decía qué apasionante descubrir un crimen y a la vez el autor. Ingresé a la Policía Federal casi por casualidad, pero estando adentro empecé a querer lo que hacía. Yo siempre quiero lo que hago si no, no lo hago. En ese caso tenía mi sueldo seguro. Estuve en comisaría y después en la calle castigada, y ahí la verdad que conocí las mejores historias, conocí mucha gente, y traté de cambiarle la cara de que la policía no era la persona mala, el ogro, sino que podía hacer una sonrisa. Los únicos que tenían que tenernos miedo eran los delincuentes.
LP - La capacitación siempre fue un objetivo.
C.V. - Ingreso a la carrera sumamente apasionada, diciendo ahora voy a hacer realmente lo que quiero. Entro a la facultad, volví a reconocer el lugar, en la UBA, y dije quiero saber, por lo tanto, me sentaré siempre en el primer banco. Porque no me gusta quedarme con lo que dice el profesor o con lo que leo en los libros, sino preguntar. Aprendí algo que me gusta mucho lo que dicen los chinos: “Mejor ponerse verde una vez y no rojo toda la vida”. Entonces preguntaba y preguntaba, era muy curiosa. Recuerdo que ingresamos setenta y cinco y nos recibimos cinco. La carrera fue muy exigente y agradezco los profesores que tuve que fueron maravillosos, unos verdaderos maestros que no se guardaban nada, y todavía había un resquemor de cómo una mujer en criminalística. Después me especialicé en balística, peor. O sea que yo tenía que saber el doble para estar a la altura de un hombre.
LP - ¿Cómo es la capacitación en balística?
C.V. - Soy licenciada en Criminalística que es una carrera universitaria. Esa carrera involucra diferentes temas: balística, tenemos nociones de medicina legal, especialidad en documentos, química y bioquímica, todo lo que tenga que ver con identificación humana. Pero la balística me atrajo porque yo había sido policía y había disparado en las prácticas y no me fijaba en lo que ahora me fijé: dónde caían las balas, cómo pegaban, los recorridos. Entonces decidí hacer un curso de balística de un año donde aprendí mucho, y fue en un instituto que se dedica al tema. Allí primero fui perito mecánico armero. Todo lo que ayude a mi profesión. Porque cuando uno se recibe cree que llegó, pero hay que seguir estudiando siempre. Hay que demostrar confianza para que me vayan dando los casos. Hace dos años hice el curso de Analista en patrones de sangre que en toda Sudamérica seremos diez, pero es muy importante porque podemos demostrar si las manchas son de alta velocidad, si son por armas de fuego, o por arma blanca, si estaba caminando, o iba corriendo, o en qué lugar estaba.
LP - Y empezó a trabajar ya recibida. ¿Cuándo se dio?
C.V. - El primer trabajo que tuve ya comienzo con un homicidio. Fue desde lo privado. Siempre fui perito de parte para particulares y perito de oficio para el Estado. Me acerqué mucho a mis maestros, para que me guíen. Ya que llevo innata la observación minuciosa, y así me fui desenvolviendo, hasta que la gente fue creyendo en mí a medida que iba resolviendo casos que otros no resolvían. Por ejemplo, gracias a la fotografía forense que es importantísima, yo resolví todo un caso que titulé “Escrita con sangre” porque es el único caso en la Argentina donde alguien deja escrito con sangre las iniciales de su asesino. Los profesores siempre nos decían “nunca involucrarse con la gente”. Yo no les hice caso, porque me involucro en cada caso, pongo toda la pasión, pero pongo todo el conocimiento que me da su entorno. Por ejemplo, las hijas que ese hombre que había matado una viuda negra, me contaban la personalidad de su padre. Así con las fotos pude saber todo lo que hizo en el último momento. Ampliando las fotos pude ver su mano con sangre y las iniciales en el piso. Cuatro años después pude resolverlo. La autora del crimen falleció antes del juicio por una enfermedad terminal. Su maldad llegó hasta el último momento. A veces un caso de balística se cree que se revuelve solo con la balística. No. Se resuelve con todo lo que encontramos. Utilicé también la grafología forense, mis conocimientos en documentación. Y así como ese caso, tuve miles.
LP - ¿La grafología forma parte de la criminalística también?
C.V. - No. Eso lo hice aparte porque uno puede detectar letras que representan mucha información de cada persona. Por ejemplo, la G es la letra que representa el sexo, y en un violador es completamente distinto, porque su libido no está en el goce del sexo normal que tenemos todos los seres humanos, sino que en ellos está la sumisión. Se puede detectar si se droga por los temblores que tiene.
LP - Grandes momentos y satisfacciones de su profesión.
C.V. - La que conté fue una enorme. En el caso de Mariano Ferreyra actué de casualidad porque los que somos peritos de parte no tenemos acceso a tocar los elementos con los que trabajamos. Menos aun si se trata de proyectiles, plomo, que son lábiles. Eso lo hace el perito oficial. Nosotros observamos, tomamos fotografías y pedimos que hagan otras pruebas desde afuera que hagan ellos, pero no lo tocamos.Un perito aplastó el proyectil contra un escritorio y fue a juicio oral con años de inhabilitación, pero teníamos las fotos. Eramos catorce peritos y era muy difícil lo que queríamos demostrar, si era un tiro directo o si había sido un tiro por rebote. Estaba Gendarmería Nacional, Policía Federal, y los peritos de todas las partes. Por fundamentos me incliné a un tiro por rebote, porque las estrías se van viendo en forma helicoidal y en una parte el proyectil estaba completamente chato como sensación de haber pegado en alguna parte, pero además el disparo venía de abajo hacia arriba. En esto me ayudaba la ingeniería que había estudiado. Pudimos demostrarlo.
LP - Sabiendo que la actividad demanda trabajos intensos y los ámbitos menos gratos. ¿Con qué compensa eso en su vida?
C.V. - Y… compenso con el arte, trato de pintar, de bailar árabe, de bailar flamenco, y de estar con los amigos. Y en eso me siento plena.
por Raúl Vigini
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