Por Raúl Vigini
Avido de conocimiento, la lectura temprana le permitió descubrir los grandes temas desde la infancia. Fue testigo de décadas universalmente protagónicas que iban descubriendo movimientos permanentes en lo social y en lo político. De principios republicanos y de ideas socialistas, fue participando o como testigo de acontecimientos fundamentales en nuestro país y en el exterior. En esta charla con LA PALABRA nos cuenta su trayectoria.
LP - En muchos casos comienzo preguntando al entrevistado por su infancia. ¿Cómo fue la tuya en lugares, aromas, sabores que permanecieron en el recuerdo?
C.G. - Una familia italiana -mis cuatro abuelos lo eran- de origen proletario; un barrio popular de Rosario de clase media baja. Gente sencilla, trabajadora, respetuosa, solidaria. En cuanto a sabores, las pastas de jueves y domingo, infaltables, que preparaba mi abuela Antonia, mi madre o cualquiera de sus hermanas. Crecí en los años ‘40 y ‘50 del siglo pasado, cuando el país aún ofrecía posibilidades de ascenso social.
LP - ¿Qué fue lo que despertó mayor interés cuando tuviste que decidir tu formación intelectual?
C.G. - Fue una sucesión de temas. Primero la literatura, luego la historia, más adelante la economía y la filosofía. Leí a Mark Twain a los nueve o diez años; a los catorce ya andaba con los ocho tomos de la “Historia socialista de la Revolución Francesa”, de Jean Jaurés. Todo proveniente de la biblioteca de mi padre, un linotipista, miembro de la “clase obrera” ilustrada. Lo cuento en detalle en el libro.
LP - Llegar al primer trabajo es un desafío casi siempre. ¿Cómo fue en tu caso personal?
C.G. - Empecé a trabajar a los catorce años, como cadete en una agencia de publicidad. Más tarde fui vendedor de gatos hidráulicos, publicidad y hasta pollitos “bebé”. Debuté en el periodismo a los dieciocho años, alternando con esos menesteres. Desde los veinticinco, no hago otra cosa.
LP - ¿De qué manera se dio tu llegada a los medios de comunicación extranjeros y la consiguiente radicación en otros países?
C.G. - En 1976 el golpe de Estado me llevó al exilio y acabé instalándome en París, donde trabajé en el semanario Politique Hebdo y luego, hasta 1984, en la Agencia France Presse. Tuve que aprender de urgencia el idioma, ya que manejaba el inglés y el italiano, pero del francés, ni una palabra. En la AFP trabajé en el servicio en español, como periodista y traductor. Al mismo tiempo, colaboraba en diversos medios, como Radio France Internationale y Le Monde diplomatique. También de otros países de Europa.
LP - Según tu experiencia ¿reconocés países donde el trabajo periodístico se caracteriza por su nivel de profesionalismo superior a otros?
C.G. - Sin dudas, pero eso sucede en cualquier profesión. Respecto al periodismo, dejando de lado las cuestiones de ideología y orientación política de cada medio -todos tienen una- lo que hay que evaluar es la precisión y claridad de las informaciones, la confiabilidad de las fuentes, la calidad de la contextualización y la confrontación de opiniones. Pero hay otro aspecto: el nivel cultural y de exigencia de la sociedad; de los receptores. No es lo mismo informar a una sociedad como la sueca, por ejemplo, que a otra con una alta tasa de pobreza y analfabetismo. De allí que, en general, el periodismo tienda a ser de más nivel en los países desarrollados, con las excepciones del caso.
LP - Fuiste fundador de algunos medios gráficos ¿Qué te propusiste con esos emprendimientos?
C.G. - Fundador es mucho decir, aunque participé de la fundación de varios. Los objetivos fueron variando, desde los estrictamente profesionales hasta los políticos. Este último fue el caso de “Sin Censura”, el mensual que fundamos en París, durante la dictadura de Videla, con Julio Cortázar, Osvaldo Soriano, Hipólito Solari Yrigoyen, Gino Lofredo, Oscar Martínez Zemborain y Matilde Herrera. Cuando acabó la dictadura dirigí “El Periodista de Buenos Aires” y “Le Monde diplomatique” en español, edición Cono Sur.
LP - La publicación de libros también te tiene como protagonista. ¿Qué temas son los que más te motivaron para desarrollar en ese formato?
C.G. - Hasta ahora, el análisis político, económico y social; la entrevista, siempre desde una perspectiva y un estilo periodísticos, aunque incorporando elementos teóricos, mezclando o yuxtaponiendo información y opinión. Ensayos, se podría decir, aunque huyo despavorido del estilo académico, que encuentro oscuro, además de pretencioso, con las excepciones del caso. La literatura sigue siendo una materia pendiente, fuera de algún que otro relato aún sin publicar. Pero no parece una verdadera vocación, sino más bien un desafío, una curiosidad. Veremos.
LP - En los años setenta integraste un movimiento político de resistencia. ¿Qué evaluaste al decidir sumarte a ese grupo?
C.G. - Simplemente, lo que ocurría en nuestro país, en la región y en el mundo. En “Enemigos”, tanto yo como Rodolfo Richter explicamos en detalle cómo vivíamos y qué pensábamos sobre lo que ocurría desde el golpe de Onganía, en 1966. Nacido en 1943, hice la primaria y secundaria estudiando “Educación Democrática” e “Instrucción Cívica”, pero hasta mis cincuenta y pico de años, ningún gobierno democrático consiguió terminar su mandato en nuestro país. Como dijo un amigo mío de esos años, “en esta época, el que ‘no anda en algo’ es porque no tiene corazón”…
LP - ¿Qué análisis fuiste elaborando de esa participación militante con el transcurso de las décadas hasta el presente?
C.G. - El paso de los años, la experiencia, te hacen ver lo pasado con sentido crítico. En mi caso, haber vivido en varios países, en otras sociedades, incorpora elementos. Ahora tengo una mirada crítica, en casos muy severa, respecto a las acciones y los objetivos de las organizaciones armadas en aquellos tiempos. Pero aunque nada justifica algunos hechos, muchos elementos los explican, tal como detallo en el libro. La historia de los enfrentamientos sociales, de las guerras, está trufada de contradicciones de ese tipo. Nunca nadie acaba teniendo toda la razón, pero siempre es posible distinguir el bando que apunta hacia adelante. En los ‘70, igual que hoy, la pelea era entre statu quo y mayor igualdad económica y social.
LP - ¿Cómo concebís el periodismo en la actualidad?
C.G. - Es un tema complejo y apasionante, pero no tenemos espacio. Dejémoslo para otra ocasión.
LP - ¿Qué balance hacés de tu vida dedicada a esa misma actividad?
C.G. - Estoy muy satisfecho, aunque por supuesto contabilizo errores y proyectos inconclusos o nunca encarados. La vida es corta…
LP - ¿Lo que más te interesa ofrecer desde tu lugar profesional hoy?
C.G. - Aunque suene inmodesto, “ideas claras y distintas”, como quería Descartes, y un “análisis concreto de situaciones concretas”, como quería Marx.
LP - Algo más que desees agregar.
C.G. - Una recomendación: leer “Enemigos”…
por Raúl Vigini
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