Tenía un trabajo que dependía de los avatares de la política, y eso más allá de que nunca es seguro, uno debe pensarlo con fecha de vencimiento, porque por más que todo vaya bien, no está bueno querer permanecer siempre en ciertos espacios de poder. Desde ahí pensé en tener un emprendimiento propio, pero nunca imaginé una Escuela de Circo… Pensaba más bien en vender ropa o algo así, ¡porque también amo la moda! Sin embargo, Víctor estaba buscando un espacio para dar clases de circo en ese momento, y me dice: ¿Y si lo abrimos juntos? Y así fue que empezó toda esta linda locura… Desde que encontramos el lugar, fue bastante rápido y loco todo, pero súper lindo: en menos de veinte días tuvimos que transformar un local inmenso en una escuela de circo. Ahí también aprendí a hacer de todo, pintar, lijar, usar herramientas que ni conocía... Abrimos las puertas con cero alumnos y por suerte, gracias a muchísimas familias y personas que depositaron su confianza en nosotros, hace poquito cumplimos tres años. Creo que todos los emprendimientos, para que vean la luz tienen que tener un poco de locura: de hecho nosotros hicimos la primera varieté a solo dos meses de abrir con un grupo de artistas que venían de otros espacios, porque obvio, los alumnos que habían arrancado eran muy nuevitos para pensarse actuando en público. Gran parte de lo que hicimos y hacemos hasta ahora tiene mucho de arriesgados, de cerrar los ojos y confiar en que puede ir bien o puede fallar, por más que le pongamos toda la garra. Seguramente muchos de los gestores culturales de la ciudad se van a sentir identificados con esto, porque es muy complejo hacer arte, y más aún cuando es autogestionado… Pero bueno, también lo hacemos porque es gratificante poder brindar y mostrar lo que hace mucha gente aprende en el espacio y en otras instituciones culturales también…
Llevar adelante una propuesta con esfuerzo personal y ayuda mutua
Como decía antes, la gestión de un espacio cultural tiene mucho de locura y de remo propio, sin contar que obviamente, que tanto Vic como yo tenemos nuestros propios laburos, más allá de Disparate. Son muchos los esfuerzos que se necesitan para sacarlo adelante… Pero hay muchas otras cosas que nos motivan porque nosotros entendemos al circo con un componente fuertemente social: no es solo abrir un gimnasio y ya, sino todo lo contrario… Nuestro objetivo siempre tiene que ver con generar vínculos de solidaridad con los otros, con potenciar valores como el compañerismo y la amistad entre los alumnos pero también hacia afuera, con otras instituciones culturales y educativas de la ciudad y la región.
Los valores que se promueven en las clases y la comunidad que asiste
En las clases se labura mucho en equipo: por ejemplo, siempre que viene alguien nuevo son los mismos compañeros quienes se encargan de enseñar las primeras acrobacias y cuidarlos. Eso acerca mucho a las personas, porque es una responsabilidad muy grande evitar que un compañero se lastime y eso, obvio, que se valora de parte de los alumnos. Y además, trabajamos mucho la idea de cooperación, de ayudarnos unos con otros... Eso trasciende el espacio, y ahí se da la parte más linda: se forman grupos de amigos que comparten cosas más profundas que una clase…
Actividades que se llevan a cabo en la rutina semanal del lugar
Semanalmente, damos clases de acrobacias aéreas y de suelo: somos tres profes y varios ayudantes que nos dividimos en cada clase. Además, viernes y sábado ensayamos con el grupo de artistas, que son los alumnos que desean participar en el espacio más allá de las clases regulares. No establecemos las clases en función de aptitudes, sino de edades. Pensamos el circo como algo colaborativo y no de competencia. Por eso en las clases, tratamos de generar un círculo virtuoso de colaboración y compañerismo donde todos aprendemos y nos retroalimentamos…
Cuando hablamos de telas, trapecios, también hablamos de teatro, música y acrobacia
Sí claro, siempre decimos que para el circo no hay edad. Vienen niños desde los cuatro años, pero no ponemos un límite de edad. Para hacer circo, hay que animarse a desafiar nuestros propios miedos y nuestras ideas que nos limitan. Siempre decimos que “no existe el no puedo”. Además, hay artistas que vienen de otras disciplinas como la música, el canto o la actuación y tratamos, en la medida de lo posible, de pensar shows y presentaciones donde cada uno pueda hacer lo que más le guste o donde más se sienta cómodo. Eso además da riqueza a las propuestas, porque la idea siempre es complementarnos…
Cómo resulta esa convivencia generacional
Hermosa. Somos como una familia. De hecho, los más chicos nos dicen Papá y Mamá, porque no solo les damos clases, sino que formamos vínculos. Hay alumnos que ya no vienen más al espacio y que, sin embargo, pasan a tomar mates, a compartir un momento. Obviamente que esto no se da naturalmente, sino que se trabaja para que eso ocurra: por ejemplo para las varietés de los peques, vienen los más grandes a ayudar en todo lo que haga falta. Eso es muy lindo porque siempre encontramos buena predisposición y buena onda de todos para pintar, peinar, cuidarlos hasta la hora de salir a escena… Se requiere mucha gente para llevar adelante varietés donde actúan tantos chicos, sumado a los nervios que cada uno tiene… ¡Es un montón!
Mencionamos a las destrezas circenses y pensamos en la seguridad de esas prácticas. ¿Cómo se resuelven en las instalaciones?
Para nosotros el tema de la seguridad es muy importante: de todos los montajes que tenemos hechos en el espacio, las cuerdas fueron testeadas por un ingeniero en materiales, a fin de verificar cuánto peso soportan en caída libre. No es un dato menor porque estamos colgados de esos montajes. Además, Víctor sabe mucho de montajes porque hizo cursos con Bomberos Voluntarios y otros tantos de seguridad aérea… Y además de chiquito escalaba montañas con su papá, así que todo ese conocimiento es muy valioso para nosotros.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Tatiana Santori
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