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La Palabra Sábado 28 de Noviembre de 2015

El mensaje que quise dejar en la novela “El jardín de los delatores”*

por Cristina Pérez - periodista y escritora (Buenos Aires)

Raúl Vigini

Por Raúl Vigini

Lo primero que me pasó es que me generó mucho entusiasmo la posibilidad de construir un argumento, un esqueleto de la historia, lo que le llamo el electrocardiograma de la historia. Segundo, me generó mucho desafío el género, porque sentía que tenía la pulsión de abordar el thriller, un género con mala prensa o si se quiere con poco prestigio, el menos elegido por los autores locales.  Y a mí me gustaba la idea de ponerme a trabajar en un thriller porque lo siento como un género muy teatral con ritmos muy vivos, que si bien juega mucho con esta idea de tener al lector como agarrado de la butaca del teatro o del cine, lograr esos efectos para mí era muy divertido y desafiante. Entonces la elección del género y la posibilidad de construir el argumento ya son dos pilares muy importantes de cómo se hizo el libro. Y después, que quería explorar temas que me parecían muy en boga como el del espionaje a nivel mundial y local. En el momento en el que empiezo a hacer el libro, no solamente había hechos mundiales sino que en Argentina teníamos la interna de los servicios de inteligencia, la presencia del general Milani, la vuelta al escenario de la inteligencia militar con ingentes presupuestos. Luego que hay una exploración del periodismo de investigación, porque en la novela aparece muerto un periodista de investigación, y lo que percibía era que el discurso tan inflamado del gobierno con los periodistas, y a veces nombrando algunos o escrachándolos, tenía como la sensación de que podía terminar con cualquier loquito haciendo cualquier cosa. Y de ahí salió una trama, seudofuturista, que creo que también aborda la idea del estado de sospecha en el que de pronto nos encontramos todos enfrascados por estas cosas que nos pasaban.

Las letras siempre me cautivaron y pude escribir sistemáticamente hasta publicar

Escribí toda la vida, lo que pasa es que no publicaba. Y por suerte, un día alguien pensó que podía abrir un camino publicando y escribiendo, y ocurrió. Mi editora Florencia Cambariere, tiene mucho que ver. Y empezamos con los cuentos, y ahora llegó la novela.

Qué me inspira a la hora de escribir

No creo en la idea de la inspiración como algo mágico, creo que uno primero tiene una especie de gozo y agonía. Lo que sé es que escribir para mí es una necesidad. Que por momentos no hay distancia entre mi mente y mis manos tipeando el teclado. Y que es como una especie de energía que necesito buscar y alimentarme de ella porque es como si respirara. Entonces en ese punto de la historia es como que me gustara tomar esa arcilla, convertirá en algo más, ver de qué manera contar una historia, cómo generar verosimilitud, cómo insuflarla de lo humano, cómo lograr que salte de las páginas a las cabezas o a las almas. Y esa tarea me parece un milagro, porque uno tampoco es dueño de lo que escribe, siempre escribe más de aquello que soñó y se responde muchas cosas de la propia vida con lo que escribe pero también aprende, descubre, se transforma, con lo cual la experiencia del escritor es una experiencia trascendente. Por momentos psicoanalítica, por momentos metafísica, por momentos mística, y en la que abreva todo lo que vivió, o que leyó, todo lo que sufre y lo que disfruta. La  verdad no puedo pedirle más a la vida.

Cómo fue recibido el libro de acuerdo a mis expectativas

Estoy muy contenta porque el primer objetivo está cumplido, que es que cuando pregunto “¿qué te parece?” lo que más me dicen es que no pueden dejar de leerla o que es atrapante o que es cautivante y ahí está el género. Ese es el género. Porque no es un libro para contemplación, es un libro para que se te muevan las tripas y lo que quieras seguir leyendo. Y después con respecto a la temática pasó algo que ya escapa a mis manos. Entregué el libro en diciembre de dos mil catorce, y en enero estalló el caso Nismann con lo cual el espionaje se convirtió como en el eje temático del año y ahí dije yo no escribí ficción, esto tiene  mucho de realidad y entonces hay como un interés convergente no solamente por la historia, por lo ficcionado sino por lo fáctico.

La posible influencia de la información que recibo a diario en mi trabajo del noticiero televisivo

Creo que todos los escritores somos esponjas de la vida y lo que vivimos obviamente sale, por otros canales, pero sale a la hora de hacer ficción, lo que puede haber de mi vida como periodista en el libro, aparte de las reflexiones sobre el periodismo en sí porque dos personajes son periodistas es que los lugares que yo cuento los transité, que las personas que yo creo en mi imaginación, si existen sus alter ego en la vida real son personas que con su tipología pude haberme cruzado, entonces ahí hay como una materia prima que está en mi propia vida, pero nada que ver lo que me pasa a la hora de construir un texto para dar una noticia que un libro de ficción. Son dos mundos.

Cómo ordeno mi vida para poder hacer y disfrutar de varias actividades

Lo que hace posible que todo esto ocurra es que lo disfruto. Que hay una conexión entre eso que hago y lo que soy. Pero no renuncié a nada, simplemente hice lo que quería. Cuando hacés lo que querés no renunciás a nada. Hoy lo sigo viendo así. Y después, creo que hay algo que -no es que lo creo sino que lo vivo- hay una dimensión lúdica que no perdí, en todo esto que hago, y es la que me permite abordarlo con mucha frescura, sin solemnidad, aprendiendo a equivocarme, a que me salga mal, a que me critiquen, entonces hay un lugar de mí donde estoy como protegida por la convicción de que ser lo que soy significa seguir estos impulsos vocacionales y que ni siquiera importa a veces el resultado. Y en esa relación con la mirada de los otros me llevo bastante bien porque en un punto no me importa, si no, no haría nada. A veces te frena la mera idea de que alguien pueda no entender. Creo que hay mucha gente con la que nos conocemos desde hace tanto tiempo que me recibe en su casa, me escucha cuando le explico lo que me pasa, lo que hago, lo que no hago, y hay una especie de comprensión, porque en el fondo todos tenemos algo pendiente y a veces no nos animamos. Por suerte podemos darle espacio a las cosas que tenemos en la lista de frustraciones o de sueños, así que en ese sentido creo que hay algo muy lindo. Y también son tiempos crueles, porque uno está más expuesto a nivel de redes sociales, a nivel masivo, es más cercano y más personalizado el reclamo si es que existe. Y creo que hoy uno tiene que tener el cuero duro, porque nadie tiene derecho a la crueldad, y la crueldad empieza a tener efecto si le damos lugar. El que quiera comprender que comprenda, el que no se le explica,  y el que elija la crueldad sin intentar comprender, se cocinará en su propio resentimiento.

Cuál es la próxima novela

Por ahora estoy en realidad viviendo esta ceremonia maravillosa de llevar una historia a la mesita de luz, porque uno va de acá para allá contándola, comunicándola, como está pasando en este momento, o presentándola, y el día que se publicó el libro lo volví a leer. Lo transité como un lector de estreno, lo terminé hace un par de días y es muy fuerte para mí porque ya el libro no era mío cuando lo empecé a leer, entonces me estoy permitiendo este otro lado del disco. Y hay una novela en plan, cuyo matiz final va a depender de cómo se despliegue ésta porque tengo en la cabeza una especie de thriller romántico, pero también puede ser una novela romántica que no es lo mismo. Lo que pasa es que por mi temperamento soy muy afín al thriller, entonces me sale al natural. Y estoy condenada al thriller. Tengo un par de argumentos en la cabeza. Y con el teatro estoy trabajando en un calendario Shakespeare para el año que viene, y con un proyecto de una masterclass sobre Hamlet y tomando clases. Pero el teatro es más errático porque no depende tanto de mí y porque tengo como una preferencia -me gusta Shakespeare- y no me da igual hacer una cosa que otra.

*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Cristina Pérez

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