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La Palabra Sábado 28 de Marzo de 2020

Cuando la música llega a tu vida*

Vivencias

archivo Angélica Adorni
archivo Angélica Adorni
archivo Angélica Adorni Crédito: Reconocimiento: Angélica Adorni con Ramón Ayala homenajeado en el Centro Cultural Rojas Foto 1 de 2
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archivo Angélica Adorni Crédito: Estudiantes de doctorado de la UBA: En Jornadas de Jóvenes Investigadores en Sao Carlos, Brasil Foto 2 de 2

Creo que todas las personas vivencian la música de chiquitos por diferentes vías: la radio, la escuela, lo que escuchan en las casas. En mi caso mi familia era muy musical, mi mamá tocaba la guitarra, cantaba mucho, cuando yo era chica. Mi papá escuchaba la radio, grababa sus casetes, se compraba sus músicas. Pero no se dedicaban profesionalmente a la música. Nadie en mi familia se dedicó. Sino más como amadores de la música. Que es la forma en la que la mayoría de la gente vivencia en el día a día, en lo cotidiano. Siendo chiquita en mi casa se escuchaba bastante de todo, había casetes de música clásica, había mucho folklore, quizás algo de tango, y le pedía a mi mamá, me gustaba mucho cantar, que quería ir a un coro o algo por el estilo. Finalmente existía la Escuela Municipal de Música Remo Pignoni, esto fue en el año noventa y dos. Me inicié en los talleres de expresiones sonoras para niños, de juegos a través de los instrumentos y búsquedas sonoras, y continué en esa escuela estudiando flauta dulce y piano. Que, por suerte, en ese sentido, hago la lectura desde ahora más grande, siento que Rafaela por ser una ciudad no tan grande, ofrecía esas opciones, así como la Escuela del Sindicato de Músicos. Tenía esas opciones gratuitas, aprendizajes, alrededor de eso toda una red de músicos, programas radiales, gestión cultural, organización de conciertos, que eso también es muy rico para nutrirse musicalmente. Recuerdo haber ido a recitales que han cambiado mi vida siendo muy adolescente. Esas vivencias son importantes en una ciudad que existan, porque por un lado tenés la parte gratuita, pública, esa posibilidad, que no haya un impedimento económico para ir a estudiar un instrumento. Por mi parte mi familia lo apoyó comprándome el instrumento cuando fue necesario. En los noventa Rafaela era una ciudad que ofrecía bastantes cosas para alguien que era relativamente curioso. Desde el lugar de formación hasta los recitales, muestras de arte, teatro. La Escuela de Música en ese momento tenía una formación de corte académico, clásico, en ese sentido le estoy muy agradecida porque me dio una formación de mucha calidad, técnica, instrumental, auditiva, musical en general, de muchísimo nivel. A mí me gustaba mucho historia, siempre me gustaron las ciencias sociales, humanísticas. Hice esa modalidad en la Escuela de Comercio que justo empezaba y tuve la oportunidad donde se me abrió un mundo con materias como psicología, sociología, antropología, y cuando tenés buenos profesores como fueron también los de Educación Cívica, la inquietud social se te despierta. Ahí de alguna manera quise combinar como esos dos amores digamos, la música que muy tempranamente supe que quería hacer algo con eso, y la historia. Para que ciertas vocaciones o ciertos caminos sean vehiculizados, o la misma persona lo vea posible, es una cuestión de coyuntura, hay ciudades que tienen un circuito cultural mucho más fuerte y otras que no. Y otras veces depende de esfuerzos personales. Yo fui beneficiada y estoy agradecidísima de haber escuchado ciertas personas porque en los dos mil el conocimiento de la música era de boca en boca ya que no había internet. Ir a esos recitales y a la salida tener los discos que ofrecían. En mi caso personal fueron muy importantes. La escuela de música era dirigida por Omar Corrado en ese momento, que se dedicaba a la musicología, viajaba, daba conferencias, trabajaba en la UBA, en la carrera que finalmente estudié, y yo conocía de la existencia de esa disciplina que se acercaba de las ciencias sociales a la música por él y por un compañero de la escuela de música que ya estudiaba en Buenos Aires. Cursé la Licenciatura y Profesorado en Artes orientación música de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. La carrera fue muy rica también, muy anclada en filosofía, en antropología de la música, ética. La formación era muy teórica, decidí hacer otras cosas también, entonces paralelamente a la carrera tomé clases de piano particulares, de canto, hice algún taller de percusión, danzas, tratando de unir esos dos universos: el teórico de la práctica, la escucha, el hacer, el vivir. Es como una necesidad. Desde el piano empecé a iniciarme en la práctica de la ejecución del folklore. Que lo había escuchado toda la vida, pero nunca lo había tocado en el piano. Ahora cambió y la escuela tiene materias de música popular. Tomé clases con Pablo Fraguela, traté de hacer un caminito, me fui acercando a la música popular desde la práctica, bailando tango, tocando tango, yendo a talleres, tratando de unir esas dos cosas. Promediando mi carrera a los veintidós años recibí una beca para ir a Brasil seis meses a Belo Horizonte. Fue muy enriquecedor porque había gente de distintos países, tomar contacto con otras músicas, las diferencias culturales y la riqueza pudiendo conocer un poco más todo. Cuando terminé la carrera que también tiene un anclaje en música académica, había cursado una materia de música popular y de los pueblos originarios que me había interesado mucho, y descubrí que quería dedicarme a la historia o a la investigación musical pero lo que me gustaba era la música popular. En Argentina es un área que recién está empezando. Hice seminarios, fui adscripta de esa materia, estuve en grupos de investigación, entré a un grupo de investigación de músicos populares, seminarios de tango y folklore, talleres de candombe y de cajón. Todo sumaba a esos aprendizajes.

Iniciar la experiencia laboral 

Empecé dando clases de música en jardines y en escuelas primarias con mi título de la Escuela Municipal de Música Remo Pignoni. Amo la docencia, es lo que me motiva a investigar. Después di en secundarias y en institutos superiores. En dos mil diez me presento a la beca con Silvina Mansilla que es especialista en música argentina, salió la beca y ahí me pude empezar a dedicar específicamente a la investigación y a la producción teórica sobre música popular. El tema que elegí para mi doctorado fue Canción litoraleña abordándola desde lo histórico social y del análisis musical en los años sesenta. Encontré que había ciertos músicos y ciertas músicas de esa época que tenían mucha relevancia y que todavía no habían sido abordados desde la musicología o desde otros estudios. Cuando digo canción litoraleña intento separarlo de lo que es el universo del chamamé. Pero en ese momento muchos compositores empiezan a ponerle canción litoraleña y no chamamé. Tomo a Ramón Ayala, Aníbal Sampayo, Cholo Aguirre, con canciones muy famosas, muy emblemáticas, muy difundidas. Decidí tomar ese corpus porque no estaba investigado. El chamamé tenía algunos trabajos que los correntinos le han dedicado. Me parecía que había que hacerle justicia primero a Ramón Ayala con un trabajo desde la universidad que lo reconoció a él en dos mil diecisiete. El trabajo está en marcha hasta el año que viene y me daría el título de Doctora en Historia y Teoría de las Artes. Con un tema de música popular que no es poca cosa. La inserción de la música popular en el ámbito académico es reciente. Ahora la carrera que yo cursé va a incorporar a partir de este año la materia músicas populares además de antropología de la música, hay mucho interés y mucha expectativa en los alumnos.

*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Angélica Adorni

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