El sábado por la noche, Ariel Tarico y David Rotemberg se presentaron en el Cine Teatro Municipal Manuel Belgrano y todo lo que prometieron se hizo realidad: el humor, las carcajadas y una noche inolvidable para los rafaelinos que fueron parte.
Es que uno de los principales logros de este show es hacer que el público sea parte de la escena, como si todo en realidad fuera una charla entre amigos que se cuentan cosas en una tarde de mates y pororós (bien santafesino).
El escenario del Belgrano se convirtió, entonces, en la galería de los bustos presidenciales de la Casa Rosada, pero también en un lugar donde todo podía pasar: el recuerdo, las viejas épocas, los mejores humoristas que recorrieron la televisión argentina, momentos memorables de los artistas y un espacio para reír de principio a fin.
La política, por supuesto, es el eje principal de toda la obra; la política como fuente humorística y crítica irremediable de un país que crisis tras crisis intenta recomponerse y, podría decirse, no lo logra. Los "termos" y las "mabeles" fueron representadas a la perfección en distintos momentos que atravesaron la obra. Reírse de esto es reírse de la vida misma y sus vericuetos, de las decisiones y los errores, de las soluciones que terminaron siendo problemas. También es reírse indiscriminadamente de los gobiernos pasados y presentes, encontrar el sarcasmo hasta en la última acción.
Es indiscutible que el humor de Tarico y Rotemberg está excelentemente trabajado: las entradas correctas en los momentos justos, el chiste de salón, pero también el que requiere de más contexto, de más esfuerzo. El público se reía con todos, con las ironías y los gestos, con los chistes y las imitaciones geniales de Tarico, con los monólogos de Rotemberg. Por el escenario desfiló desde Mirtha Legrand, hasta Marcelo Bonelli y políticos habidos y por haber, todos bien logrados. El que sacó más risas fue Bullrich, pero también Milei, el personaje más reciente de Tarico y el que más cautivó. No faltó la hermana del presidente y Adorni, para completar la tirada.
Cada imitación demandaba un cambio de vestuario y pelucas que se daba de forma dinámica, a veces sobre el mismo escenario y otras veces detrás de bambalinas.
Por supuesto, el show no solo demuestra talento humorístico, sino también talento musical. Rotemberg está en el teclado y cantan, de vez en cuando, para ponerle melodías a las escenas.
En más de dos horas de show, el público tenía que respirar para volver a reírse. Es para destacar que el humor no dejó apartada a la nostalgia y también a la reflexión, que más de una vez llegó a la escena.
Ya hacia el final, entró el humorista cordobés Capocha Orellana para deslumbrar con otras imitaciones. El show fue más que completo y la risa se agradece, aún más en estos momentos, en un fin de año tumultoso.