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Información General Martes 14 de Abril de 2020

Si hay fe, siempre habrá esperanza

Curanderos, brujos y manosantas forman parte de nuestra comunidad desde siempre. Sus recomendaciones y aportes han contribuido de manera contundente al ámbito social y cultural. Hay que creer o… consultar a otro. Dedicado a la memoria del inolvidable hermano Tito Cremona, el “Brujo”.

Agrandar imagen IMAGENPROPIA LECHUZAS.- Los bichos que más nos cuidan. Por eso los elegimos para decorar este aporte.
IMAGENPROPIA LECHUZAS.- Los bichos que más nos cuidan. Por eso los elegimos para decorar este aporte.
Edgardo Peretti

Por Edgardo Peretti

En estos días aciagos e inéditos que nos toca vivir, hemos considerado aportar algo de información necesaria para ayudar a la coyuntura con un poco de humor, aunque advertirá el lector que todo lo que se diga puede tener muchas definiciones, pero jamás será una ficción.
Por las dudas, tóquese la parte de la anatomía que prefiera.
Cualquiera que ande por la vida con alguna experiencia encima (años) habrá conocido el accionar de curanderos, curanderas, brujos de ocasión y manosantas que aportaron a nuestra existencia. Todo es cuestión de fe. Esta gente aportaba su sabiduría con total desprecio por lo material (los reales, los valiosos) y jamás transitaban el camino del mal. Esto era un pecado capital y se pagaba con algo más que la pérdida de poder; era un camino asfaltado al infierno.
Por eso hemos elaborado una lista de prestaciones, las cuales – seguramente- serán incompletas, aunque no recomendamos buscarlas en listados de obra social, por las dudas.
Cuando alguien tenía un problema, siempre había quien ayudaba; y esa persona solía mirar, escuchar y diagnosticar, claro que siempre con prudencia y con una última frase : “andá a ver al doctor, por las dudas”.

Prestaciones y otras yerbas

Veamos entonces lo que nos deja un repaso breve por este tópico:
Bolsita de alcanfor: se adhería con un alfiler de gancho a la parte superior de la camiseta o a la ropa interior. Prevenía y atenuaba el catarro y – dicen- disimulaba falta de paso por la ducha.
Paspadura: aplicación de grasa de gallina para la ingle, “Maicena” (para bebés) y, como alternativa hoja de paraíso en la oreja izquierda. En otoño había que descartar el último punto.
Parásitos: también conocido como “lombrices”; té de ruda, ruda (macho) bajo la almohada y ruda en el calzoncillo (hombres, obvio). Se diagnosticaba con hilos de coser (blanco) esparcidos en un plato con agua. Se recomendaba evitar la ingesta de azúcar por un tiempo.
Quemaduras: grasa de carro y palabras del curador de turno, mantenidas en secreto desde el inicio de los tiempos.
Empacho: para diagnóstico se medía con el largo del antebrazo la distancia entre el curador y la zona afectada del requirente (hígado, el más común). La cita tenía una imagen religiosa a gusto del profesional a cargo. Para tratamiento directo: tirada del cuerito. Alternativa oral: té de boldo y dieta.
Nervios: té de tilo, te de cedrón; patada en el traste, solución pediátrica.
Cura del fuego (insolación): método físico: colocación de un vaso de agua (lleno), invertido en la cabeza con un tela absorbente, si hacía globitos, era efectivo. Método para gente de fe: se colocaba agua de canilla o bomba en un plato sopero y se hundía una lata de tomates (lado abierto y vacía). El agua se evaporaba y el dolor de cabeza del afectado (que era terrible) se iba en un rato. Esto lo vio el autor; la nonna Visconti no fallaba.
Daño o mal de ojo: tratamiento complejo; aludía a prácticas del maligno y se combatía con una lechuza viva en la habitación. Especialidad del rubro a la que no todos accedían; su método aún permanece en secreto.
Magún (angustia): recursos variados. La tía Rosa Capella (líder y referente del barrio la Granja) la curaba a palabra.
Torcedura o esguince: a palabra. Se diagnostica (aún hoy) la cantidad de “nervios” (SIC) afectados según floten en un recipiente (habitualmente un tazón grande) granos de maíz o de sorgo.
Piojos: rapado de cabello y limpieza con kerosene del cuero cabelludo.
Estreñimiento: ingesta de jugo de naranja/pomelo/mandarina/toronja, tibia; si fallaba, Leche de Magnesia Phillips (algunos laboratorios tenían sus alcances). Ultimo recurso: aceite de ricino.
Debilidad: aceite de hígado de bacalao, lentejas hervidas o morcilla fría. En caso de adolescentes varones: visita higiénica al lupanar.
Calvicie: excremento de gallina negra (mierda, bah) untada en la cabeza y expuesta al sol durante un par de horas. Si fallaba (casi siempre) se arguía que los “pelados son más viriles”, aunque esto nunca se probó. También se recomendaba un aceite conocido como “Espíritu del Petróleo Cabral” que no frenaba la caída del cabello pero te dejaba la bocha negra un par de meses, como para ir tirando e ilusionarse.
Olor de pie (olorus a pata, dixit): lavado periódico con Agua de Jane.
Uña encarnada: corte de la misma.
Diarreas: queso duro, agua de arroz y – recurso extremo- corcho.
Impotencia sexual masculina: Tema tabú por muchos años. Se recomendaba rayo de rueda de bicicleta. No hay más datos.
Dolor de muelas: compresas con panza de sapo (vivo). Segundo paso, consultar al Doctor Caillou que no fallaba.
Mal de amores: casamiento.
Melancolía: ver Magún.
Falta de sueño: vaso de leche tibia (pediátrico); variantes: leche con grappa para adultos. Grappa “Montefiore” para el tío Tino que parece que no podía dormir nunca.
Catarro: alcanfor, té de nísperos, té con miel. También untura blanca en el pecho o Fluido Spinella en el mismo lugar.
Hábito de comerse las uñas: untar la zona afectada con excremento de gallina ponedora tres veces al día. No hay constancia de éxitos en este punto.
Infidelidades (guampas): secuestro de prensa íntima del presunto infractor y depósito en la madrugada al aire libre. Válido para ambos sexos. No hay casos confirmados de aciertos, pero en el barrio se decía que…
Hemorroides: hoja de parra en la zona externa afectada, baño de asiento en agua tibia con palan-palan. Dieta: restricción en picantes y mostaza. Se tiene constancia de quien las curaba “a palabra”, pero no hay registro.
Hemos dejado para el final un par de temas que no son ajenos a esta enumeración. Una de ellas es la caña con ruda, ancestral costumbre de nuestra tierra adoptada por muchos, como el querido doctor Luis María Barreiro (hijo) quien me regaló un frasco en una circunstancia brava y que conservo siempre cerca, igual que su amistad.
Grave error sería ignorar los aportes del áloe vera, noble planta cuyos jugos han llegado con fe e inspiración a muchos cuerpos. Más allá que algunos se olviden de sacarle las espinas, sirve para muchas cosas.
Advertencia: ante cualquier duda, consulte a su curandero de confianza. (Ojo que en estos días no atienden mutuales).

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