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Información General Martes 1 de Septiembre de 2020

"Sentido del silencio", de Zunilda Gaite

Robert Frost decía: “Ante el camino que se bifurcaba en el bosque, elegí el tramo menos transitado. Y esto fue lo que marcó toda la diferencia”. Esta afirmación puede aplicarse a la trayectoria poética de Zunilda Gaite, porque hoy nos presenta “Sentido del silencio”, un libro que excede estilísticamente las pautas de su canon literario personal (es decir, el integrado por las publicaciones anteriores: “El cielo de las palabras”, “Lunas de abril”, “Tiempo de almendras” y “Azul de otoño”).

REDACCION

Por REDACCION

Por Liana Friedrich


Robert Frost decía: “Ante el camino que se bifurcaba en el bosque, elegí el tramo menos transitado. Y esto fue lo que marcó toda la diferencia”. Esta afirmación puede aplicarse a la trayectoria poética de Zunilda Gaite, porque hoy nos presenta “Sentido del silencio”, un libro que excede estilísticamente las pautas de su canon literario personal (es decir, el integrado por las publicaciones anteriores: “El cielo de las palabras”, “Lunas de abril”, “Tiempo de almendras” y “Azul de otoño”), porque como manifiesta la Dra. Graciela Maturo en la contratapa, “SENTIDO DEL SILENCIO nos acerca vivencias y momentos personales de su itinerario poético, entramados en las formas del hokku, el haiku y otras que sin duda ha estudiado, generando lo que llama japoinos”, donde “precisamente, enuncia dos pilares del poetizar: el silencio y el sentido”.

La autora misma, en la “Aldaba” que golpea inicialmente para llamar la atención de sus lectores, inserta un texto del experto en la poética nipona, en lengua castellana, Vicente Haya: “El silencio produce belleza y la belleza produce silencio”. “Son nuestros sentidos los que nos capacitan para el viaje por el interior de la realidad”. “Todo silencio es un enjambre de sonidos” (del libro Aware). Justamente el término “aware” resume la noción de emoción estético-religiosa que en el haijin despierta la naturaleza. Quizás por eso, otro insigne escritor, quien ha publicado varios volúmenes desde esta perspectiva literaria, Fortunato E. Nari, expresa (en su poemario “De fácil alma”): “Con su silencio/ Dios está reclamando/ nuestro silencio”… “Dentro de mí/ se arrodilla el silencio/ como algo vivo”.

Sin embargo, en uno de sus libro anteriores :“Tiempo de almendras”, Zunilda Gaite logra despertar en sus destinatarios las más ricas experiencias poéticas, a través de un lirismo enfocado no como mero ejercicio de versificación, sino como un viaje intimista al país de las emociones, sembrado de imágenes sensoriales ricas y variadas. Es por eso tal vez que Oscar Agú, en el mensaje epistolar que dirigiera a la escritora, y que prologa ese poemario, afirma: Uno sabe que siempre hay otro pliegue. Siempre hay otra forma de aparecer y otra manera de percibir.

Sorprende entonces que hoy Zuny Gaite cultive un género poético de raíz oriental, que remite a cuatro formas de la poesía japonesa (hokku, senryu, haiku tradicional y muki haiku) a las que decide denominarlos “japoinos” (para no hacer distinciones, decimos que son poemas argentinos de origen nipón), porque como experta haijin detenta el punto de vista y la condición natural de enunciar sus versos sin presiones ni encorsetamientos, lo cual puede resultar paradojal, dado que este tipo discursivo requiere un marco normativo preciso y en cierto modo rígido (estrofas de 5/7/5 sílabas, sin rima alguna), cuyos dos primeros versos generalmente presentan el tema, y el tercero lo remata a modo de conclusión, para generar sorpresa en el lector: “Las hojas sepias / crujen en remolino./ Señal de otoño.” Aquí aparece explícitamente el “kigo”, es decir, la palabra clave que indica la estación del año; aunque también puede estar connotado implícitamente: “Frío de escarcha / bajo los pies desnudos / y enrojecidos” (para el “invierno”). Sucede que la libertad expresiva del escritor puede desarrollarse aun en condiciones aparentemente estrictas, porque lo que cuenta es el talento creador y la “actitud” que demuestre frente al discurso poético. También apreciamos el uso del “kireji”, es decir, la transición entre dos imágenes, por medio de palabras que otorgan el sentido de "pausa", o simplemente mediante la puntuación: “Ronco murmullo. /Más allá de los cerros/un cielo gris”.

Este primer libro de los llamados “japoinos”, que pasa a integrar el corpus literario de Z.G., se halla estructurado en cuatro partes, que –a la manera tradicional- corresponden a las 4 estaciones del año: Otoño, Invierno, Primavera y Verano, las cuales, como para enfatizar el origen pictográfico de los caracteres orientales, son encabezadas por un pórtico fotográfico alusivo a cada época estacional (con fotografías de la misma escritora, de su sobrino Martín Gaite y de su hijo Ludovico Pieroni Gaite). En realidad, las ilustraciones originarias de la poética oriental, consistían en trazos simples, podríamos decir “minimalistas”, de colores tenues, al lápiz o acuarelados… pero no nos olvidemos que aquí estamos en presencia de una versión occidental contemporánea de este arte, y que, por lo tanto, son admitidas otras técnicas y recursos pictóricos, como la fotografía.

A Zuny Gaite siempre le interesó el aspecto formal de su lírica, es decir que no sólo pone especial cuidado en el contenido, sino también en el continente de la materia poética. Se ahí que en la compaginación del libro, observamos al abrir las páginas, que la cantidad de poemas reproduce gráficamente el ritmo numérico propio de la versificación oriental, orquestada en cinco, siete, cinco sílabas, para referir los instantes de asombro (aware) en un mismo espacio, tiempo, estación... Son ciento setenta japoinos, más uno en el Umbral, otro en la Migración, más cinco en la solapa de Contratapa con lo que suman ciento setenta y siete. Una vez más se halla presente la numerología en la compaginación de sus libros. Si sumamos las cifras de 177 = 15: espiritualmente, el número 15 representa la materia y el espíritu, el equilibrio y la felicidad. Además el 15 puede ser dividido en 3 (que significa armonía) y 5 (que representa la vida), lo que demuestra que este número simboliza la expresión artística en su forma vital más armoniosa.

En la introducción de su libro “Poemas dispersos”, el inglés Jack Kerouac expresa así su concepción en general del haiku: “Por encima de todo, el haiku debe ser muy sencillo y estar libre de cualquier artimaña poética, y crear una pequeña imagen, ser tan ligero y grácil como una pastoral de Vivaldi”. En tal sentido Zuny, al despojar su lírica habitual de todo ornamento barroco, de todo desborde metafórico (como es el estilo que caracterizara, por ej., a“Azul de otoño”), para abordar con sobria contención y fina síntesis la riqueza sensorial del aquí y del ahora de la realidad, fue un gran desafío, es decir, expresar, como los antiguos haijines, ese centro estético- espiritual sólo en tres breves versos de arte menor, pero cargados de hondo lirismo: “Un picaflor./ Fragilidad del nido / en la tormenta”. De esta manera es capaz de elevar lo que ve, por encima de su pequeña trascendencia, para volverlo arte y posibilitar que el lector realice su interpretación intuitiva desde el plano de las emociones, relacionando estas imágenes-asociaciones con su misma interioridad: ese es el “Sentido del silencio” y así lo expresa su senryu “Tanta quietud /un dejo de piedad/ trae consigo”.




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