Por REDACCION
Por Liana Friedrich
Nuevamente Edgardo Peretti hace gala de sus dotes como “periodista- escritor”, o podríamos mejo denominarlo “cronista de la historia rafaelina”, porque en sus páginas agrupa (como él mismo los denomina en sus palabras iniciales) un “conjunto de trabajos disímiles”, cuyo objetivo es “volver a la luz”, una pintura del tiempo y del espacio que viviera personalmente el autor, en su nostalgiosa visión de la infancia, como también aspectos más generales, como por ejemplo la polémica controversia acerca de la ¿”fundación o formación “? de Rafaela, por parte de Don Guillermo Lehmann, hacedor de colonias con nombre de mujer…Y también es importante que haya rescatado en su discurso los figurones de personajes de la historia, la literatura y la educación rafaelinas (como lo fueron Adelina Bianchi de Terragni, Elda Massoni de Beccaria y Magdalena Bruno), a quienes les corresponde más de un homenaje y un reconocimiento por parte de la ciudadanía.
Siempre admiré la capacidad de Edgardo Peretti para ejercitar una memoria prodigiosa, capaz de echar luz sobre aspectos, hechos y nombres, que si no fuera por su portentosa evocación, permanecerían olvidados para el común de la gente, como es el caso del “Gringo Tullipa”, Oscar “Corcho” Favre, Américo “Lito” Maina, Pedro Moreno, El “Trinche” Carlovich o “Jim West” Bergara (de cuya anécdota exhumo, desde el avatar del tiempo, imágenes de mi infancia como esas calles de mi barrio, aún sin pavimentar, pobladas de “brachichitos”, con cuyos frutos en forma de barquitos, una vez pude representar las tres carabelas…o los recuerdos que pueblan el horizonte de mi adolescencia, cuando un amigo pudo representar, con ese humor incomparable que poseen los cordobeses, a los habitantes y el entorno más cercano de Villa Giardino, a través de las imágenes y chistes que aparecían en la genial revista “Hortensia” …).
Aunque no faltan las pinceladas de humor irónico, por ejemplo en la alusión reiterada (algo escatológica) a “Su Majestad, el excusado”… o una mirada orientada hacia típicos personajes de la infancia, como en “Un cuento de Navidad” o “La “bayonesa” de la nona Milda. Pero el cierre del volumen es realmente apoteótico, si tomamos en cuenta los efectos emotivos que produce la nostalgia: gracias a un personaje tan recordado como “Pinocho, el burattino” inmortal”, en alusión al protagonista de la novela del escritor italiano Carlo Collodi (la que leíamos capítulo tras capítulo con mi hija, cuando era pequeña) … y que hizo las delicias de tantos infantes, texto donde también saca a la luz aquella canción (la preferida) de Luisito Aguilé, referida al “Viejo hospital delos muñecos”…
El mismo Peretti cierra el portal de sus palabas prologales, con un pedido dirigido a los lectores: “Que se disfrute, porque tiene mucho esfuerzo y mucho más corazón”… (¿Acaso un “corazón de fantasía”, como en el Pinocho de L. Aguilé, para despertar en nosotros un cúmulo de memorias y sentimientos?).
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