Por REDACCION
Por Fiorella Martina
Dicen que los reencuentros siempre son especiales, que traen algo conocido pero nuevo, con cambios y sorpresas por el transcurso del tiempo y de la vida. En su primera vez en Rafaela -agosto del 2022- el grupo rosarino Música para Volar trajo un homenaje a Soda Stereo que, para ese entonces, era desconocido para la ciudad. Sin dudarlo, la comunidad acompañó el show para darse cuenta que más que un show, era una experiencia, un viaje por la música de Soda Stereo, un regreso a una época y tanto más…
Esa primera vez llenaron la sala del Cine Belgrano. Con la producción local de dobleve producciones, Música para Volar siguió apostando y volvió en noviembre, pero al Anfiteatro Alfredo Williner, con una noche primaveral al aire libre. Este sábado 22 de abril fue el tercer encuentro que el grupo tuvo con el público rafaelino. Lo cierto es que los rafaelinos siguen eligiendo este show sinfónico porque es, como lo dice su presentación, un viaje; un viaje que se siente, se escucha y se percibe, un recorrido que cuando empieza, nadie quiere que termine.
Afuera la fila ocupaba más de la mitad de la cuadra y la gente se preparaba para el ingreso. Una vez ya sentados, solo quedaba esperar a que se corra el telón, a que los artistas aparezcan en escena. Al apagarse las luces, el silencio llegó para quedarse. La orquesta rosarina, dirigida por Leonel Luquez, tenía cada instrumento distribuido en el escenario; desde saxos, trompetas, violines y violonchelos hasta flautas de las más diversas. Luego entraron Alexis Thompson (guitarra), Julieta Sciasci (bajo y voz), Bruno Moreno (piano y arreglos) y el gran protagonista de la noche, José Matteucci (batería y voz).
La apertura fue in crescendo. Abrieron con la canción “En remolinos", 'gira el sol, gira el mundo, gira Dios, energía misteriosa, resplandor, al soltar mi cuerpo en remolinos, resplandor, otra flor'; el humo, el juego de luces y la puesta en escena dejaron al público hipnotizado, pendientes de cada detalle. La voz de Matteucci sorprendió a más de uno, pero además sorprendió el nivel con el cual tocaba la batería mientras cantaba. La destreza y la técnica, el estar contenido cerca del micrófono, con movimientos de brazos exactos que le permitieran hacer las dos cosas al mismo tiempo… sin dudas, fue único. Así siguieron con “Un millón de años luz” y la frase “la nave vuelve a partir” resonaba y flotaba en el aire. “Le damos la bienvenida a este recorrido que estamos haciendo juntos. Nosotros tomamos el concepto de ritual, significa que nos juntamos a dejar que la música nos atraviese y nos transforme; está será una noche que todo lo puede”, expresó Matteucci.
Con una poética clara sobre la propuesta, el show fue completo: los elementos audiovisuales a cargo del iluminador Fernando Burgo y el realizador audiovisual Hernán Roperto, complementaban la escena; una videoinstalación desarrollada especialmente, en la cual se mezclaban secuencias de imágenes prediseñadas con cámaras que captaban y procesaban detalles de lo que sucedía en el escenario. A su vez, se destacaron diferentes instrumentos durante la noche como la flauta traversa, las trompetas y los saxos, y el contrabajo. También se realizó un acompañamiento musical virtual con un músico que colaboró con la percusión. El resultado fue una potente paleta sonora, con momentos en donde participó un grupo específico de instrumentos, solistas instrumentales y los imponentes “tuttis“ orquestales.
Es importante destacar que se pudo sentir el orgullo rafaelino gracias a la presentación del Coro de Cámara de la Ciudad de Rafaela, dirigido por Verónica Ghiano. Los coristas se llevaron todos los aplausos y se notaban felices de estar ahí compartiendo escenario con colegas y artistas. En diálogo con Verónica, comentó para este medio: "Fueron cinco canciones en las que participamos. Estuvimos ensayando mucho, eso es algo para destacar, el compromiso que tomaron los integrantes del coro; ellos han estudiado en casa, hicimos un par de ensayos extras y así fue como llegamos a cumplir con este compromiso. Desde lo artístico, es un espectáculo de primer nivel. Para nosotros es un orgullo haber estado a la altura de este evento que es un proyecto especial para el coro porque es salir del repertorio típico que hacemos siempre y del formato coral general".
En el escenario hubo más de 50 músicos, lo que Matteucci expresó como “un gran desafío”; los ensayos, la coordinación y, por supuesto, la combinación de la orquesta junto con el grupo musical. Se destacó el trabajo intenso del pianista Bruno Moreno, quien se encargó de los arreglos, de las partituras y de la adaptación de la música de Soda Stereo para los instrumentos del ensamble.
Así también la dinámica con el público fue muy agradable, con chistes y momentos en común con los artistas. La interacción estuvo en los aplausos, en seguir tal o cual ritmo y en el karaoke, para poder ser parte, de alguna manera, de un show mágico. Al principio de esta crónica, se habló de un “volver a una época”. Fue eso lo que sucedió cuando combinaron canciones de otras bandas, de otros géneros; un juego que trasladó a todos a la década del 80’, con imágenes en las pantallas que también sumaron a este viaje.
“Una constante en la carrera de Música para Volar es el profundo respeto por la obra musical que abordan, así como la búsqueda de generar experiencias integrales en el espectador, diseñando cada detalle de la puesta en función de crear momentos únicos de reencuentro con las composiciones”, dice la presentación de Música para Volar. Esto fue notable, ya que abordaron a Soda Stereo desde una búsqueda artística que trasciende a la banda emblemática del rock. Van más allá, con un homenaje que también es una muestra de talento y pasión por la música.
Con “Corazón delator”, del álbum Doble vida, se asomaba el final del recorrido. Así llegó “En la ciudad de la furia” y volvieron después del clásico ‘una más y no jodemos más’; tocaron “Persiana americana” y le dieron después el gusto al público, que pedía “De música ligera”. El show terminó con todos de pie cantando a viva voz una canción tan recordada por todos, que hasta la eligen músicos internacionales en sus giras por Argentina.
Música para Volar es un ritual, pero es también una invitación a disfrutar, a dejarse llevar, a volar entre canciones, entre sonidos cautivadores, entre instrumentos y personas que dejan todo en el escenario. Es estar ahí, vivir la experiencia, sentir cómo la música crea momentos de encuentro, de plenitud. “Cuando armamos este show, fuimos imaginándolo como una gran invitación a vivir un sueño, a redescubrir esas melodías tan queridas y su capacidad de contarnos historias fascinantes”.
En sus redes sociales escribieron: “¡Gracias Rafaela! Ayer vivimos un momento hermoso. Con las canciones que amamos como lugar de encuentro, nos dejamos llevar y el viaje fue alucinante. ¡Gracias por recibir nuestro Soda Sinfónico con tanto amor y energía! Nos vamos llenos de ganas de seguir poniendo lo mejor en este camino de música y de volver muy pronto”. En ese mismo posteo hubo comentarios que resumen a la perfección las palabras de esta crónica: “Gracias, gracias y gracias a ustedes por traernos esa energía, esa magia, los aplausos, los violines, el llanto, la piel, el calor, la voz, la expansión y la luz. Por favor, vuelvan pronto. Se necesita un pedazo de felicidad donde descansar”. “Es la tercera vez que los veo, los volvería a ver tres veces más. El espectáculo es sencillamente genial. Un viaje para hacer de tanto en tanto”.
El público quedó maravillado por la propuesta y seguramente volvería a verlos para vivir otro de estos reencuentros que dejan un sabor dulce en la boca.
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