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Información General Domingo 8 de Mayo de 2022

La pasión por la Radio, según el “Colo” Schiavi

A los 66 años se fue uno de los referentes de la comunicación entre nosotros. Polifacético y convencido de su relación con el micrófono, fue un hombre de radio y a ella dedicó su vida. Marcelo Luis Schiavi, simplemente el “Colo”.

REDACCION

Por REDACCION


Por Edgardo Peretti

Demoran. Se retrasan; muchas veces se esconden en el deseable mundo de la esperanza. Pero las malas noticias siempre llegan, como una forma inexorable de demostrarnos que, aunque muchos se esmeren en afirmar que uno es artífice de su propio destino, la realidad se lleva puesto todo el andamiaje de justificativos que se inventan en el fondo de la positividad para darlo de frente a la pared de las realidades que duelen.
En el final de la tarde llegó la noticia: a los 66 años se había ido Marcelo Luis Schiavi, el “Colo”. Y si bien era un hecho que el camino tendría ese final, uno se resiste a aceptarlo; no quiere que suceda, porque esa maldita enfermedad a la que muchos no se atreven a llamar por su nombre, termina ganando. Tiene sus derrotas, claro, y algunos empates, pero puedo dar fe por experiencia personal que anda con trampas y no le gusta perder. Quizás por ello el “Colo” la enfrentó a toda polenta, como era él y le dio lucha con su alma que es mucho más fuerte que el cuerpo.
Superado ese impacto inicial, el teclado se dedica a buscar el término que lo defina. Parece fácil, pero es complejo.
Parto de la simpleza que me otorgan algunos textos que caminan por expresiones de alta contundencia: “animal de radio”. Dicho así parece ingresar en algunos senderos de la verdad rebelada. Es posible, pero lo considero insuficiente.
El “Colo” era un tipo empático, entrador y con un cúmulo de kilómetros gastando suelas en los adoquines del pueblo. Tenía “calle”, como se dice, pero no era un improvisado.
Poseía la capacidad de plantarse ante un micrófono en un estudio con la misma vaquía que ante un público en vivo; o de vender una publicidad antes que llegue al éter o en camino. Conocía la realidad como pocos y siempre salía adelante.
Como todo soñador que se precie, un día tuvo su radio. La propia, la que parió en su sacrificio (y el de la familia) y desarrolló con la misma pasión que ponía cuando enfrentaba a la gente o como cuando armó “Ovación” junto al “Flaco” Foglia y el gran Leonelo Bellezze.
No hace mucho tiempo, cuando intentaba salir delante de su padecer, tuvimos un par de charlas en la calle. No diría que fuimos amigos, porque eso es un broche muy grande entre dos personas, pero siempre nos respetamos. En mi caso, lo admiré. Me contó de sus tratamientos y sus esperanzas, pero los dos sabíamos que iba a ser muy duro.
Hace algunas semanas cuando en la Liga Rafaelina de Fútbol rendimos homenaje a periodistas desaparecidos como el Maestro Leonelo, “Tito” Romera o Domingo Abel Bongianino y al gran José Luis Foglia, quería que fuese uno de los entregue los testimonios. No pudo ser.
Pero ante el devenir del teatro de la vida (y lo que sigue) sigo pensando que los lomos deben acariciarse mientras están tibios. Cuando se marchan, cuando se convierten en memoria, ya es tarde. Por eso lo del “Flaco” o lo que espero para tipos de la talla de Víctor Hugo Fux o Gerardo Zanoni, instituciones con voz propia que exponen laureles, exhiben méritos y trayectoria pero que ejercen a diario su vigencia plena. Ellos no lo saben, pero hacen docencia. Muchos deberían seguir el camino de convicción que transitaba el “Colo”. No se trata de éxitos o títulos rimbombantes, sino de un muestrario de alegrías y tristezas que no es otra cosa que la vida misma.
Como uno tiene sus años, en estos de sumar palabras o de consumir almanaques, hay que sacarle provecho. Tengo un conocido que anduvo por muchos lares, incluso “vio la luz” en una ocasión y lo mandaron de vuelta.
El siempre dice que fue un error pero que, como buen gringo, aprovechó para mirar un poco como era la cosa en ese plano. No es para creerle mucho, pero sostiene con energía que los personajes que aman la radio tienen su espacio, que siguen en la suya hablando y “tandeando” (SIC) sin parar, aunque con una salvedad: hay un solo micrófono.
En ese escenario, el estudio no tiene muros ni límites, pero el dueño del lugar, o sea quien dirige una “radio celeste” asegura que se escucha en todo el universo.
También me dicen que los de esta parte de la geografía tienen su propio estudio. Que el que administra los tiempos es Rubén Gerbaudo junto a Néstor Miguel Borio, que las voces femeninas son Teresita Volta, María del Carmen Aleman y Emilce Vivas; que la política es área de Carlos Beceyro y el turno matutino está a cargo del “Gordo” Juan Carlos Morales, que Bellezze y el “Cholo” Scarafía terminan la tarde por donde antes anduvo Enrique Dino Foglia y Florio Del Signore, que Néstor Pic relata en los radioteatros, que “Cacho” Paublan inicia la noche y Alex la dejar fluir hasta la medianoche, cuando los sonidos se apaciguan pero nunca se apagan.
Sólo los creyentes de la radio pueden imaginar este escenario. Sólo los que aman la magia de las palabras pueden creerlo. Solo los que dejan y dedican su vida, se sentirán identificados. ¿Alguien duda que el “Colo” tendrá su turno en el micrófono?
Me quedo pensando en eso del “alcance” de la radio del otro lado. Después de un rato me doy cuenta que no tiene medida, que es interminable, que es eterna, porque anida en los corazones de cada uno.
Chau, “Colo”. Te despedimos de este espacio terrenal donde el dolor no suele explicarse. Solo duele.
Bienvenido a tu eternidad, allá con tu micrófono.
Te lo ganaste.

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