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Información General Sábado 30 de Septiembre de 2023

La noche de Papayaso, amigo de Pepino

Los fabricantes de sonrisas se reconocen entre ellos. Un día, Papayaso fue a visitar a su amigo Pepino, el luchador de “Titanes en el ring”, y se quedaron con la magia de una ilusión de risa que nunca cesa. Julio Cortázar se lo perdió.

REDACCION

Por REDACCION

Por Edgardo Peretti

La noche parisina estira sus sombras luminosas hasta la campiña cercana. En medio de la nada, una imponente carpa albergará una pelea por el título del mundo entre el argentino Carlos Monzón y el cubano José Angel Nápoles.
Es febrero de 1974 y el flaco connacional le aporta una paliza histórica a su oponente. Nocaut y final. Mientras Monzón y sus amigos Alain Delon y Jean Paul Belmondo se van de festejo al “Moulin Rouge”, un recolector de historias pergeña lo que será una de sus obras maestras.
El tipo se llama Julio Cortázar, quien había nacido en Bélgica y moriría en París, pero era más argentino que el mate cocido. Esa misma madrugada surgiría “La noche de Mantequilla”, una oda al arte del boxeo.
La tarde porteña se parte en miles de agujas de agua que en forma de lluvia se devoran las intenciones de un sábado invernal de 2023. En el barrio de Palermo está el imperio de la comunidad armenia; su imponente iglesia de San Gregorio, sus actividades sociales y su escuela multinivel. Allá arriba, en el último piso, cobija el gimnasio guardando el ring, la troupe moderna de Martín Karadagian y la leyenda del armenio más famoso. La historia merece ser contada.

PELUCAS, COLORES Y MAGIA
Mi amigo Raúl Vigini había estado aquel mediodía de domingo de 1972 en la sede de Ben Hur (la histórica, de calle Saavedra). Quien esto escribe, también, aunque colgado del tapial, con la familia “miranda”.
Estudioso y metódico como es, se lo considera un experto en la materia historiográfica de los luchadores de Karadagian; en su pasado y en su presente. Quizás también en su futuro.
Por eso quiso darse un gusto. Contando con la venia de Paulina, la hija del gran Martín, nos aparecimos un día a la grabación del programa (se hacen dos por vez cada domingo) y, luego de conocer la sala de entrenamiento, nos hicieron un lugar en los camarines.
Allí, el “luchador fantasma” se puso de traje de payaso (con más carnavales que “La murga del don Bachicha”), peluca, lentes y bigotes plásticos, y se acordó que se ubicaría en la primera fila de la platea, a la espera que el verdadero Pepino lo salude cuando salga a escena.
Antes, compartimos espacios con los luchadores y las luchadoras; asistimos a su repaso del guión -que se respeta a rajatabla- su entrada en calor, maquillajes y todo el nerviosismo de una obra de teatro que se ofrece sin pautas durante más de una hora y media. Quiero dedicar un segmento al “paquete”; no hay insultos, groserías o dobles intenciones; sólo la lucha entre buenos y malos.
Curiosa circunstancia histórica esta de los Karadagian. Fue hace más de cincuenta años; la mayoría de los abuelos de todos estos pibes, lo pueden haber visto por TV (blanco y negro). La mayoría de los “originales” ya no están, sólo el “Superpibe” de aquel tiempo, Billy, todo un ícono. Historia pura.
A la hora señalada, con el show en marcha, se anuncia la lucha de Pepino y los doscientos pibes (y adultos) presentes se solidarizan en su solo grito. Allí viene el mítico payaso y se confunde en su abrazo con el visitante quien le regala ...una nariz de payaso.
El relator oficial le pregunta el aire como se llama, y este responde “Papayaso”, porque soy papá y payaso”.
Como corresponde a la época, cada pibe (y cada adulto) saca fotos con sus celulares mientras la ovación se eleva a los cielos. En algún lugar, Martín, el “Ancho” Peuccelle, y el original Pepino se deben regodear. La vida sigue aún después que la biología la termine. Hay un nuevo personaje. Nace una leyenda urbana. Y fuimos testigos.
Amigo Julio (así le decimos a Cortázar en el barrio) usted habrá sigo testigo de la noche de “Mantequilla”, lo cual -créame- lo envidiamos; pero lo del nacimiento público de Papayaso se lo van a tener que contar.


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