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Información General Lunes 12 de Junio de 2023

La aventura de coleccionar

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REDACCION

Por REDACCION

Por Raúl Vigini

Aquel álbum de Caperucita Roja inició a muchos en el pasatiempo de reunir figuritas. Estas, especialmente eran tal vez las primeras en contener brillantina, lo que las hacía atractivas y originales. Era cuestión de destinarle algunos centavos de la moneda de esos días para ir obteniendo los números que en el álbum indicaban cada silueta e ir pegándolas. Después tacharlo en el casillero correspondiente de la contratapa interior y continuar la secuencia hasta poder completarlo. Pero resulta que nos encontrábamos con muchas repetidas en los sobres adquiridos en el kiosco del barrio. Entonces la estrategia era esperar que se termine esa caja y probar suerte con otra para ver si aparecían nuevas imágenes. También mantenernos en vilo para controlar si había salido el premio de esa tanda que podía ser una muñeca o una pelota, entre otros juguetes menores.
El canje de figuritas también era valioso. Los recreos de la escuela primaria lo favorecían, y permitían que se pueda acceder a algunas que no aparecían en las compras de los paquetitos. Otro segmento de este pasatiempo lo presentaban las redondas casi siempre de deportes, exclusivamente dedicadas al fútbol y al automovilismo con mucho afecto al TC. Esas se usaban para jugar a la arrimadita, la tapadita o la volteadita, y los más aventajados se hacían de buena cantidad cuando “pelaban” al contrincante.
Muchos lograban terminar el álbum hasta comprando a buen precio la figurita final que no podían obtener de otra manera más sencilla, pero no lo canjeaban por el premio principal para poder tenerlo como propiedad privada para siempre. Así recordamos el de Periquita, el del Topo Gigio, de los mundiales de fútbol, las pocas veces vistas chapitas redondas, los sobrecitos de nylon, entre tantas originalidades que nos cautivaban desde que los promotores esperaban la salida de la escuela para regalar los primeros álbumes y numerosos sobres con figuritas que a partir del día siguiente había que empezar a comprarlos según los recursos que podíamos obtener con los ahorros.
El coleccionista, cuando adulto, cursa una carrera informal, privada y personal toda la vida. Tal vez comience desde niño, o no. Muchos se entusiasman con algún acontecimiento determinante en su camino transitado. Es observador, cuidadoso, detallista, memorioso, obsesivo, inquieto. Tiene sus propios principios y reglamentos. Actúa por sentimiento y convicción. Compra, vende, consigue, canjea, evalúa, valora, atesora, guarda, conserva, protege. Pero siempre intenta.
Puede hacerlo además con calcomanías, banderines, recuerdos, envases, botellas, estampillas, fósforos, llaveros, propagandas, y todo objeto al que el interesado le dé valor y le interese reunir asignándole importancia para, en lo posible, disponer de la mayor cantidad y variedad de ese tema elegido.
Rafael Bitran es uno de los coleccionistas más importantes del país. Además, propietario de la librería de usados El Debate en Avenida Pueyrredón 731 del barrio Balvanera (Once) en Buenos Aires. Cuando conversamos con él pudimos comprobar que sus inicios se dieron a partir de un afecto muy cercano. “Siempre fui coleccionista, creo que eso me lo inculcó mi papá que coleccionaba estampillas, entonces de chico coleccionaba estampillas, revista El Gráfico, y cuando abrí mi librería de cosas usadas en el año 1992, empezaron a entrar revistas de Boca y las empecé a coleccionar. Después entraron figuritas, y empecé a coleccionar figuritas de Boca, después pasé a todo lo que era fútbol, después a lo que eran figuritas de mi infancia, hasta terminar con figuritas argentinas desde 1900 hasta 1985 que es la época en la que empiezan a cambiar y ya no son tan similares a las que coleccionaba de pibe. Otra cosa que colecciono son envoltorios de golosinas más o menos de las décadas del 30 al 80”.
Nos interesó conocer qué importancia le asigna al coleccionismo. Y desde su experiencia personal nos confirmó: “Para mí tienen mucha importancia. Me permite divertirme, me permite desalienarme un poco de esta sociedad urbana tan complicada, aun con el riesgo de alienarse con el coleccionismo porque eso puede llegar a ser una paradoja. Me permite la adrenalina fundamentalmente de buscar, de buscar, de buscar, y la alegría extrema de encontrar. Por eso me divierte coleccionar figuritas donde no existe el negocio al que uno puede ir a buscarlas. Estampillas mismas que es otro pasatiempo, sin embargo no tiene esa “sorpresa”, en el fondo es cuestión de tener plata y en Europa o Estados Unidos hay negocios especializados o acá mismo encontrás lo más caro mientras lo puedas pagar. En cambio las figuritas no sabés con qué te podés encontrar a la vuelta de la esquina. Y creo que ésa es la esencia más divertida del coleccionismo”.
El destino de sus colecciones también es un tema que tiene resuelto y lo comparte con los lectores. “En principio, mi colección destino ya ha tenido. Primero, divertirme a mí; segundo, he expuesto en dos grandes exposiciones en Buenos Aires, una en 2004 en Centro Cultural Recoleta, y otra en 2014 en Palais de Glace, con lo cual es un destino muy importante haberlo compartido con muchísima gente; tercero, los seis libros que publiqué son de alguna manera un testimonio de mi coleccionismo y además objetiva en la memoria como digo porque la gente se acuerda pero hasta que no aparecieron los libros no estaba adjetivada la imagen en ningún lado. Y el destino donde creo que va la pregunta final, qué pasa cuando no esté más en este mundo, en principio, que lo tengan mis hijos y que ellos decidan lo que quieran hacer”.
Mientras recorríamos con la mirada objetos recientemente incorporados a su colección manifiesta cómo desarrolla su actividad expresando: “el gran principio que guía mi coleccionismo es divertirme, buscar, encontrar, esencialmente eso”.
Y ante la consulta si se considera uno de los coleccionistas más importantes del país confía con total convicción: “¿Qué lugar tengo entre los coleccionistas? Sí. Tengo muchísimo. No sé, no existe un ranking, ni lo armaría, y no sé cuáles serían los criterios. Colecciono desde 1992, llevo 31 años, y tengo muchísimo”.
El romanticismo de reunir imágenes desde la infancia, nos transporta a esos días interminables y a la expectativa de intentar llegar a lograr lo máximo con lo que elegimos guardar celosamente. Tiempos de preocupación por obtener “la difícil”, que pocos alcanzaban. Esa modalidad que hoy ya no existe en el coleccionismo de figuritas tal vez, aunque casi todo lo demás que nos rodea en lo cotidiano lo sea.












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