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Información General Sábado 12 de Febrero de 2022

"El piso del viento", un relato que apela a la experiencia individual y colectiva

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FOTO INTERNET Crédito: EL PISO DEL VIENTO. Gloria Peirano y Gustavo Fontán
REDACCION

Por REDACCION

Una casa vacía recién remodelada y la invitación a un grupo de personas a que reflexionen sobre ese lugar a punto de ser habitado, es la experiencia que recoge "El piso del viento", de Gustavo Fontán y Gloria Peirano, que se estrena mañana en el Complejo Gaumont.
Fontán y la escritora Peirano son pareja y el relato tiene como disparador un espacio que remodelaron en conjunto. “Cuando estaba listo para ser habitado, Gloria se preguntó qué pasaría si invitábamos a un conjunto de personas para conocerlo y filmábamos qué les pasaba en esa visita", cuenta Fontán.
La casa, blanca y radiante, atravesada por el viento urbano a través de las aberturas, es el espacio de reflexión de varios visitantes, que inevitablemente vuelcan su experiencia personal a partir de ese espacio aun deshabitado que invita a ser llenado, también por su propia historia.
¿Cómo definirían a “El piso del viento”?
Gloria Peirano: Esperábamos que la película recorra, a través del relato de experiencias múltiples, algunas de las preguntas que nos hacíamos: ¿Qué significa habitar? ¿Cuál es el vínculo entre un espacio y una persona? ¿Cómo se convive? ¿Cuál es la relación entre un espacio y la memoria? ¿Qué es una casa? Es probable que quien vea “El piso del viento” piense en algunas de estas cosas en relación a sus experiencias y es probable también que esas preguntas estén ampliadas por el contexto de la pandemia, aunque nada de eso estuvo presente en la concepción de la película porque la filmamos en 2017. Cada persona que llega deja una inscripción, una huella, en el espacio vacío. Y el espacio mismo, a partir de esas huellas, se va modificando. En este sentido, la tarea del montaje resultó crucial.
Casi todos los visitantes hablan de la luz, mientras que el viento se escucha pero su puesto no se ve. ¿Cuál es su rol?
GF: Nos gustó mucho que los personajes hablaran de la luz. Eran sus sensibilidades abiertas a una particularidad del espacio y es hermoso el efecto de la luz sobre las personas y sobre las cosas. La luz hace y deshace. Como el montaje, con el enorme trabajo de Mario Bocchicchio, que recoge los flujos dados por los movimientos de los personajes y los flujos de la luz. Y en relación al viento hay varias cosas para decir, porque se trata de viento de la ciudad, tan distinto a otros vientos, pero que por la distribución de puertas y ventanas puede atravesar el espacio, silbar, tocarnos. El viento nos lleva y nos trae. Agradecemos su caricia en algunas circunstancias, le tememos a su furia. ‘El viento nos llevará’, dice Kiarostami en el título de una de sus películas. Nos resulta maravillosa la sonoridad y la música que Andrés Perugini, sonidista de la película, consiguió con el viento.
Desde los testimonios de cada uno de los personajes, la historia individual y colectiva ocupa un lugar preponderante. ¿Qué quisieron significar con esa línea de trabajo?
GP: Las experiencias que cuentan los personajes son muy variadas: recuerdos ligados a la casa de la infancia, reflexiones vinculadas a experiencias amorosas, ideas sobre el pasado y que hacemos con él. Pero también, en uno de los personajes aparece la idea del afuera de la casa en tiempos de la dictadura. La casa como un refugio. El afuera de las marchas y la resistencia. El afuera, los bordes, el fuera de campo. ¿Dónde está el riesgo? Las dos personas más jóvenes, por ejemplo, al entrar al piso del viento, no recuerdan la casa en la que viven o vivieron. Enseguida el espacio que evocan está teñido por sus circunstancias presentes y se refieren a su colegio que en ese momento se encontraba tomado por los estudiantes. El presente, la acción sobre el presente, y el ansia de un mundo mejor. No es posible aislar las historias individuales de las experiencias colectivas. TÉLAM

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