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Información General Sábado 18 de Abril de 2020

El palito, el cura y el payaso

Pequeño y caprichoso viaje al mundo de los números, sus sueños y a los líricos que nunca dejan de seguirlos.

REDACCION

Por REDACCION

Por Edgardo Peretti (San Cono)

El mustio andar de la bicicleta se detuvo rechinando junto al cordón de la alta vereda. Poco importaba que se hubiese desplazado a contramano, ignorando reglas y flechas impositivas. Total, en la calle no había nadie. La cuarentena se estaba devorando todas las ganas, algunos pocos proyectos y todas las monedas.
Poco le importaba a quien montaba el corcel que a duras pena se movía todo lo que el mundo padecía. El hombre tenía otro problema y aparecía como mucho más grave: para su criterio y mandato el mundo se había detenido aquel fatídico jueves 19 de marzo.
Como lo hacía siempre, cada mañana en realidad, se acercó a las pizarras de la lotería, de las quinielas, por decirlo mejor. Ese era su mundo; ese era el espacio que le brindó la vida y que le daba de comer.
El tipo era un “levantador” (SIC), un quinielero de ley. Lejos de la misma y de los resquicios oficiales y protocolares, seguía con los designios de la naturaleza. Por eso hacía lo que hacía. Y también porque había gente que prefiere ese contacto cara a cara con quien recibe su apuesta y que, eventualmente, le traerá su dinero…si gana.-
Pero el mundo había cambiado. Aquella mañana de viernes (20 de marzo) se acercó a la pizarra y tomo nota mentalmente de los números que habían salido: el Palito (11), el cura (40) y el payaso (75) en la Nacional.
El orden seguía con la puta (78, si ponemos ramera no entiende nadie), el que soñó con muertos (70) y el balcón (43) en Provincia de Buenos Aires. Su mente no se detuvo allí. Cuando fue el turno de la Santa Fe apenas si movió los ojos: la caída (56), la mierda (71) y el siempre salidor loco (22).
El último tramo era para la Entre Ríos: el arroyo (9), las piernas (77) y la escopeta (61). Nada extraordinario. Lo de siempre. Pero le faltaba la vespertina y la Nocturna, ¿qué pasaba? ¿Cuándo la iban a poner? Miró hacia adentro. Buscó alguna imagen detrás del vidrio del local que permanecía cerrado. Nadie.
Ya estaba empezando a desesperarse cuando advirtió un ligero movimiento. El dueño de la agencia se apiadó y por una hendija le avisó que no había escrito en las pizarras los sorteos que le faltaban del día anterior por el famoso aislamiento ese que había dispuesto el gobierno. El tipo no entendió nada, pero el otro le alcanzó un papelito: “Esta es la nocturna”, le dijo. Antes de enunciar un tímido, aunque sincero “gracias”, el tipo ya tenía la vista de visita en los números: la iglesia (84) en la Nacional, otra vez la mierda en la Provincia de Bs. As., el borracho en la Santa Fe y el arroyo (9), uno que se hacía conocido. El vino (45) se colaba en la de Montevideo, pero le dio poca importancia; nadie jugaba en esa.
Antes de volver a la bicicleta miró con prudencia hacia los costados; sabía que era un hombre marcado por la autoridad. Los taqueros nunca le habían perdonado aquella situación, aunque pasaron muchos años parece que la maldición lo persigue. Es que todos los quinieleros saben que el hombre no usa papeles (menos celular o cualquier red social/virtual) y que siempre guardó todo en su memoria. Igual, un día un gorra rosarino lo quiso mandar al 44 (la cárcel) tirándole papeles con jugadas en el buzón.
Si no fuera porque se equivocaron de casa y que el juez conocía sus aptitudes, aún estaría adentro, o afuera ¿quién sabe?
Tendría que prestar un poco de atención a lo que pasaba en el mundo. Necesitaba levantar un mínimo de jugadas para poder comer, literalmente. Así que se encomendó al 33 (Cristo), a San Pedro (29), Santa Rosa (30) y a la Virgen de Felicia (60); por las dudas agregó al Papa (8), a la Santa Iglesia (84) y a su santa Madre (52), para que no falten el 50 y el 45 (pan y vino).
También se acordó del tema ese por el cual no había sorteo. ¿Cuánto podría durar este 17 (desgracia)? “Un par de días y todo estará como entonces”, pensó.
No sería así.

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