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Información General Domingo 24 de Septiembre de 2023

El Equilibrista: al final, el mundo es de los que se animan a perder el equilibro

A sala llena, Mauricio Dayub emocionó al público presente. Una obra que transmite un mensaje a través de la risa. El final fue con una ovación de pie para el artista.

REDACCION

Por REDACCION

Este viernes, el Cine Teatro Municipal Manuel Belgrano fue testigo de una noche única. Desde las 21:00 el público comenzó a formar una fila en la vereda para ver "El Equilibrista", obra galardonada del gran Mauricio Dayub. La fila ocupaba más de media cuadra. Entre besos y abrazos, las amigas se iban encontrando antes del ingreso. Entrada en mano, pasaron y se fueron ubicando en su lugar. Ya listos para lo que sería una gran noche, todo se hizo silencio. 
Así entró Mauricio Dayub a escena, vestido con lo que sería un poncho y un sombrero, mientras tocaba el acordeón. Sorprendió a todos con esa entrada; quedaron expectantes de ver qué sucedería en los siguientes minutos. Lo que quizás no se esperaban (aunque difícil no hacerlo si se sabe que de Dayub se trata) fue la gran destreza con la que el artista recorrió el escenario. Eso no hubiera sido posible sin su exploración por múltiples personajes y personas de su propia vida. 
De este modo, aparecieron en escena su padre y algunos tíos, con un poder de transformación y adaptación absoluto. Dayub, en escena, se vestía y se desvestía con nuevos vestuarios en cuestión de segundos. Pelucas, trajes, zapatos, zapatillas... Como si todo fuera estrictamente planificado, no parecía haber margen de error. Los objetos entraban en cuadro cuando debían, como así también algunos instrumentos extras de los que se nutría para seguir adelante con la obra. Inteligentemente, con tan solo algunos artefactos se imitaron mesas, baúles, muebles...  Dayub, en escena, fue todo en uno; fue escenógrafo, iluminador, actor, hijo, nieto y sobrino; fue su pasado y su presente; fue memoria y construcción del recuerdo perdido por generaciones.  
Como si de piezas se tratara -o de cajitas, como su abuela decía-, el actor fue revelando su contenido en pos de armar definitivamente el rompecabezas. Con intención, valor y gratitud, relató la historia de su vida en un espectáculo que duró alrededor de una hora y media. Relató lo que lo llevó, paso a paso, a ser quien es hoy, sin baches ni grietas. 
Algo notable fue el humor, las diferentes estrategias utilizadas para hacer reír al público de principio a fin. Cada escena estaba pensada con un objetivo en particular, pero la risa las unía. Entre aplausos y carcajadas, Dayub conquistó a un público de todas las edades; adolescentes, chicos y grandes disfrutaron y también, en parte, se sintieron identificados. La historia de Dayub es la historia de todos, o parece serlo; son el rumor, las historias, los chistes internos de familia y también la reflexión. Por supuesto, la risa no le quitaba la profundidad a la obra, sino todo lo contrario: a través de la risa, la reflexión se profundizaba. La obra tiene un mensaje claro, que recorre desde el principio hasta un final revelador tanto para el artista como para quien es parte de la historia. El espectador, sin dudas, es esa parte faltante, una de las piezas fundamentales. 
Dayub demostró con destreza e inteligencia lo que puede ser un unipersonal exitoso. Solo él, sin necesitar de ningún otro actor sobre el escenario. Él con su humor, sus personajes, su risa y su historia. Quien mejor que él para contar una porción de su vida, aquella que lo marcó y que le dejó huellas imborrables. Aquella que lo unió a su abuela de una forma muy especial, que lo hizo ver a su padre como la persona que era más allá de su rol, que lo hizo recuperar una memoria agradable de quienes lo rodeaban.
De alguna manera, todo lo que acá se comenta era lo que él se propuso desde un comienzo. En la entrevista que realizó con LA OPINIÓN, expresó: "En un momento tuve que redefinir cuál era el teatro que a mí me gustaba. Solo era el teatro que yo quería hacer si lograba hacérselo imaginar al espectador. Para eso me parecía que el texto tenía que tener una medida justa y el micro monólogo me la daba, por eso elegí esa forma sumada a una forma de actuar que tiene que ver con homenajear a actores que yo admiré siempre, que era multifacéticos, capaces de actuar, de cantar, de bailar, de tocar instrumentos, de hacer escenas de riesgo. Para eso yo soy arriba del escenario maquinista, vestidor, manejo parte de la iluminación, objetos, toco instrumentos, aprendí a hacer equilibrio arriba de una cinta, cosas que hacen que el actor no sea simplemente alguien capaz de hacer creíbles las escenas, ni de alguien que sabe decir un texto, sino que va más allá que lo que logra es mostrar una parte para que el espectador comprenda el todo". 
Imaginar y no solo ver, de eso se trata "El equilibrista". Dayub logró con la ambientación, los recursos y su poder artístico, que el público entrara en su mundo. De forma orgánica, sin que nada se sintiera forzado o extraño, todos pudieron imaginárselo a él de joven, a su papá, a sus tíos y sus profesiones, a sus propios relatos. Quizás, por todos estos motivos y más, recibió una ovación de pie al final de la obra. 
"Creo mucho en el teatro por su capacidad de transformación, por lo que nos puede producir. Me parece que la ceremonia de ir a sentarse al teatro en compañía de otros para recibir una historia nos tiene que tocar el corazón. Si hay algo que tienen en común mis obras es que llegan al corazón. No es algo que me proponga al escribir, pero ya lo que acopio para escribir una obra ya forma parte del mundo de lo que a mí me moviliza. Yo voy guardando papelitos, anotando en ellos todo lo que de la vida me conmueve, me sorprende, me hace pensar, me hace imaginar. Entonces cuando tomo todos esos papelitos en el momento de escribir, el resultado de la amalgama de esos textos le produce al espectador lo que me producen a mí en su momento", decía Dayub para este medio. Quien fue a la obra puede llenar este espacio con su propia reflexión: tomar un papelito, escribir qué fue lo que más los atravesó de esta pieza teatral y sobre todo, qué mensaje les llegó al corazón. Al abrirlo, tiempo más tarde, seguramente recordarán aquellas sensaciones. Qué mejor que vivir algo inolvidable.   

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