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Información General Lunes 20 de Diciembre de 2021

El Carnaval Perettiano

Con motivo de “El carnaval cambia de barrio” intentamos hacer una breve disquisición.

Ricardo M. Fessia

Por Ricardo M. Fessia

Para estas empresas, como para tantas otras, hay una serie de pautas de carácter formal que se deben seguir en cualquier recesión; de ser posible que la crítica sea constructiva, evitar el pegajoso parafraseo, narrar los contenidos con expresiones propias, mencionar algún dato biográfico sobre el autor y referir sobre la editorial.
Para el caso, todos esos protocolos, que a pie juntillas respetan los comentaristas, es prudente abandonarlos. El autor y su obra –o la obra del autor- así lo sugiere. Ambos, están fuera de la rigurosidad de los formatos.
Por la generosidad, que no reconoce límites, del autor y no tan merecida de mi parte, recibí un ejemplar de esta nueva obra de Edgardo Peretti, cuya péñola parece incontenible indómita. No agitaré por estas horas mi azacanada memoria, pero son varios los libros, en formatos y extensiones distintas, que se deben a su autoría.
Conocedor de las gentes, respetó esas tradiciones: sin ingresar en polémicas saldadas respetó el vínculo de sangre. Sabe que por mis venas corre el torrente cien por ciento piamontés; por su humanidad, solo la mitad.
Confirmando, una vez más, su pertenencia barrial, vuelve por el relato de la ciudadela de pertenencia con todos sus detalles. En esta oportunidad es un relato policial con la máscara -bien de las carnestolendas- de las desventuras de un atribulado vecino que debe encarar la tediosa labor de organizar ese festejo de febrero en otro lugar. Debe abandonar la zona de comodidad con todas las ventajas que la repetición de sitios y persona depara.
Pero esto es sólo la “máscara”. En los capítulos que relata las alternativas y desavenencias de esa comisión directiva –siempre hay una comisión directiva- hinche su pulso que se desliza a gusto con todos los detalles que, como nadie, conoce. Tanto por lo vivido como por lo escuchando desde jovencito de boca de los abuelos, padres y otros parroquianos. Claro, que lo volcado en el papel es la versión “corregida y aumentada” por la atribulada imaginación del autor.
El hecho de convivir entre familias de “fasoleros” hace que tenga insumos para tantas y tantas historias. Las reuniones en el club Boca –de Ernesto Salva- y su populosa cancha de bochas, la referencia al otro frigorífico –CIPA-, la laguna detrás del frigorífico, esa por años poblada de eucaliptos que favorecen la evaporación de los líquidos que la misma industria arrojaba y hoy es la nueva terminal de micros. La bicicleta de tres asientos de “Bicicletería Rigoní”, sobre boulevard Santa Fe frente a la Jefatura. Tal vez sea, este supuesto biciclo, una versión de la que un año fabricaron con una gigantesca rueda delantera y conducida por “Beto” Rigoni, un auténtico loco lindo. Con esta referencia se puede despertar esa inagotable vocación de rescate de nuestro autor.
Desfilan personajes que, en su relato, nos transportan a tantos de los que conocimos en la ciudad. Con más referencias o con pinceladas gruesas, fueron nuestros vecinos. En el fulgor del discurrir de los renglones no pudo evitar la pulsión y refirió al intendente como “el gallego”; creo que si hubiese puesto el nombre y el apellido no podría ser más directo.

Como novedoso aporte metodológico, la obra discurre en capítulos breves intercalados; uno referido a las penurias de la mudanza de la fiesta pagana, seguido de uno con las maniobras de dos de los cinco desconocidos -los australianos- que irrumpieron arma en mano, en la consignataria de hacienda.
Pero estas partes están estratégicamente enhebradas, dando continuidad al itinerario meticulosamente tramado por el autor, de forma que seguir el enredo no represente ninguna dificultad, ni al más desaprensivo leyente.
Apenas los primeros párrafos de la narración del atraco, no pude evitar el recuerdo de un hecho similar en un mediodía canicular de enero del 71 ocurrido en el Banco de Italia. Mera casualidad?

Seguro que nada ha pasado livianamente y como tal tienen una explicación. Al menos dos partes ocupan mi atención.
La mención a Julio César como emperador, -página 31- siendo que el gran tribuno, conquistador de las Galias y vencedor del jefe arverno Vercingétorix -que nos remonta al cómic Asterix del que nuestro autor era ávido lector- vivió en el tiempo de la República. Más aún, el propio Augusto, que en términos históricos fue el primer emperador, asumió (29 a.C.) y murió (14) como Cónsul.
El relato discurre en los albores de 1971. En un pasaje –Capítulo 12- refiere a un hecho del pasado para ese momento: la muerte de Aramburu. Este hecho es del 70; 29 de mayo su secuestro del departamento de calle Montevideo 1053, piso 8, “A” y 1 de junio a las 7,00 horas, su ejecución en el sótano de una vivienda rural Carlos Tejedor.

Otro detalle, para mi nada menor. Nunca supe que el calvo pendolista siga los mandatos imaginarios y a veces oscuros de la cábala y menos aún de su admiración hacia los Estados Unidos (su condición de “peronista de Perón” se lo impide). No obstante, ello el libro pasa del capítulo 12 al 14. ….? Como en los rascacielos neoyorkinos, no existe el 13.

La mudanza de impresor -ahora Gráfica América- me advierte sobre el deseo de superación constante. Tapa y contratapa –de la rafaelina “MAPP contenidos”- le dan una muy buena presencia. Ambas cosas muy logradas.

Si bien apenas lo percibimos por estos días de modernidad líquida, el hombre y la mujer, son por antonomasia seres narrativos. Desde la primera infancia se ingresa en contacto con un mundo plagado de narraciones que se debe intentar descifrar: desde la sucesión de ilustraciones –canciones, cuentos, dibujos- en donde la imaginación invita a reunir y convertir en relato que llevan un planteo, nudo y desenlace. Por medio de la competencia narrativa que aporta o impone nuestra cultura, a esa incipiente capacidad de comprender se pasa a crear historias que los humanos vamos tomando con nuestro aprendizaje cultural.
“Quien narra una historia, cuenta en mundo” dice Magris. La narración es un vehículo para entender la realidad y para comunicarnos con los demás. Muchas veces sin tener cabal conciencia de ello, la utilizamos para nuestras relaciones familias o laborales, de la misma forma que receptamos las narraciones de las publicidades, de las noticias, de las series televisivas y de otras tantas.
En “La continuidad de los parques”, el genial Cortázar relata la forma en que un lector, sentado en su sillón favorito y dedicado a la lectura frente al parque de su casa, urde la trama de su propia muerte. Ese espacio verde que observa por la ventana, oculta ese otro bosque de los seres de papel. Ese lugar se vuelve un ducto entre la vida y la novela. El lector de Cortázar no llega a diferenciar entre lo real con la ficción, como el ingenioso hidalgo don Quijote no pudo distinguir entre un yelmo y una bacía de barbero.
Con estos relatos, Peretti nos transporta por esa delgada línea del tiempo que nos hace volver lo real como mágico.



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