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Información General Domingo 13 de Agosto de 2023

Domingo de votaciones

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REDACCION

Por REDACCION

Por Orlando Pérez Manassero

 ─¿Levántese m´hijo… tiene que dir a cumplir con la patria.
─Pero Tata… hoy es domingo, déjeme duermir un rato más.
─Hoy es día de votaciones, ansina que levantesé por las güenas o lo levanto yo a rebencazos limpios en el lomo ¡sotreta!
Ante las dos opciones ofrecidas eligió la menos traumática y salió del rancho a paso redoblado el Anacleto Molinos, dieciocho años recién cumplidos. Iba a votar por primera vez.
─ Sus hermanos y yo mesmo ya juimos a votar por nuestro caudillo, el dotor José Del Masayá, de la Unión Cívica ─ le advirtió el padre, don Zenón Molinos ─ ansina que usté tiene que hacer lo mesmo ¿entendió?
Asintió mientras montaba al “Manchao” y, al tranquito lento, rumbeó para el cruce conocido como “Los tres Ombuses”. Este cruce de caminos contaba obviamente con tres ombúes más la comisaría y el boliche del tano Pertini. La comisaría tenía al frente una galería, bajo ella estaba dispuesta la mesa con la urna y sentados tras ella, brasero, pava y mate de por medio, el comisario Cantalicio Luna y un fiscal, el “Negro” Balero. Anacleto bajó del caballo y cuando comenzaba a atarlo al palenque el comisario, para ganar tiempo, preguntó:
─ ¿Nombre?
─ “Manchao”─ contestó el muchacho.
─ Tu nombre, no el del matungo. ¿Trajiste la libreta de enrollamiento?
─ ¿La papeleta dice?... sí, aquí está. Me llamo Anacleto Molinos y me dicen Ana.
─ ¡Ajá!... primerizo y chapetón ─ dijo el comisario al abrirla ─ A ver, che Ana… ¿te dijo tu tata, el Zenón, como es la cosa?
─ ¡No! ─ fue la rotunda respuesta.
─ Güeno, mirá; tenís que dentrar al cuarto escuro que esta armao en el calabozo y elegís la boleta que te gusta de las dos, la de don Vitorino Monteplano, hombre del Partido Conservador, o la del dotor José Del Masayá, de la Unión Cívica. Metés una en este sobre y me lo traís cerrao ─ explicó el comisario.
Anacleto tomó el sobre y entró a la comisaría. Pasaron unos minutos y ya comenzaba a inquietarse el comisario cuando reapareció el muchacho y desde la puerta preguntó.
─ Comisario… no sé cuál es la boleta que me dijo el tata que vote.
─ ¡Pero si hay nada más que dos pa´elegir!… la de la Unión Cívica o la de los Conservas ─ contestó el comisario ya medio enojado.
─ Es que yo no sé leer… entuavía.
El Comisario Cantalicio Luna fue brillantemente astuto al tomar un voto de cada partido y, doblando la esquina de uno de ellos le dijo:
─ Mirá bien, mocito… éste doblao es el de la Unión Cívica, y este liso el de los Conservadores. Aura andá pa´dentro, al cuarto escuro, poné el que vos querís en el sobre y me lo traís ligerito pa´la urna ¿intendiste?
Volvió el Anacleto al interior de la comisaría y al rato, cuando el comisario y el fiscal estaban conversando sobre las virtudes amorosas de la china Casilda, apareció nuevamente en la puerta el mozo votante:
─ Mire comisario, mi voto no dentra en el sobre.
En una mano sostenía el sobre y en la otra el claramente visible voto al doctor José del Masallá. Y allí fue que saltó el “Negro” Balero:
─ ¡Voto cantau!
El Anacleto Molino se le quedó mirando por un instante, después se aflojó el pañuelo bataraz y tomando aire cantó:
─ “Era rubia y sus ojos celestes reflejaban la gloria del día
y cantaba como una calandria la pulpera de Santa Lucia…”
─ ¡Qué carajo estai haciendo! ─ gritó el comisario y, manoteando el sable, lo revoleó por el aire parando en seco al cantor y dejándolo duro del susto ─ ¡T´as faltando el rispeto al ato lecionario, desacatau!
─ Pero, ¿no dijo el “Negro” que este era un voto cantau? ─ atinó a decir el novel votante.
El comisario Cantalicio Luna resopló para calmarse, dejó el sable y se acercó al Anacleto, tomó el sobre, plegó el voto y lo ensobró lentamente mientras le decía:
─ Mirá muchacho… no te meto en gayola porque el calabozo es hoy cuarto escuro… al voto lo doblás así y ¡ves que dentra!... mirá… te lo voy a acetar como bueno esta vez porque es para la Unión Cívica, pero entendelo, ¡el voto es secreto, no se muestra a naide! Tomá, mételo en la urna, agarrá tu papeleta y ándate antes que me arrepienta… ¡Ah!, y aprendé a leer y a escrebir ¡y no dejes que te yamen Ana!. Andá nomás y a ver si empezás a hacerte hombre, ¡canejo!
Quedó al muchacho en medio del cruce algo asustado todavía, pensando que había cumplido más o menos con la patria y que, a pesar de lo que le dijo el comisario, creía que al haber votado ya había comenzado a hacerse hombre. Amagó montar al “Manchao” pero lo pensó mejor. Sacó la guayaca y miró; tenía adentro un patacón arrugado, pago de un mandado echo a doña Aparicia. Apuntó entonces con sus pasos en dirección al boliche del tano Pertini. Entró pisando fuerte sin saludar a nadie y se apoyó al mostrador. Puso cara de malo, se levantó el ala del sombrero y viendo que los parroquianos presentes lo estaban mirando, pegó con el puño en el mostrador y engrosando la voz, pidió:
─ A ver che pulpero… ¡sírvame una granadina doble!



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